Trotski, su legado y actualidad

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Sergio García

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El pasado 21 de agosto se cumplieron 71 años del asesinato de León Trotski. Siendo dirigente junto a Lenin de la Revolución Rusa y dentro de las filas revolucionarias una de las mentes más capaces del siglo XX, la última etapa de su vida lo encontró perseguido y calumniado. Hoy, seguimos creyendo en la validez de su legado teórico. A la vez que intentamos interpretar los comienzos del siglo XXI avanzando y reelaborando, como el marxismo lo ha hecho en toda su historia.

Corría el año 1940 cuando exiliado en México Trotski presentía llegar un final anunciado. Antes de que un agente del stalinismo diera fin a su vida, ya había sufrido atentados previos. Igualmente, trabajaba el día entero tratando de ayudar a refundar una corriente internacional, que fuera continuidad real del leninismo.

En su hermosa trilogía Memorias del fuego, Eduardo Galeano a manera de reivindicación escribió: “porfiadamente Trotski sigue creyendo en el socialismo, por más sucio que esté de barro humano”. Es que en medio de los comienzos del más profundo proceso burocrático que inundo la Unión Soviética, él alzo su voz pagando con cárcel, destierro y finalmente con su vida. Pero no pudieron callar la fuerza de sus ideas ni la verdad histórica.

El mundo siguió su marcha y décadas después, vio su final el bloque socialista, transformado por entonces en la antítesis de los objetivos por los que fue creado. Proceso que fue anticipado y denunciado por Trotski hasta el fin de sus días.

La campaña “contra el trotskismo” por parte de la camarilla stalinista había comenzado ya en vida de Lenin. Quien preocupado por la misma dijera en sus conversaciones con Máximo Gorki: “tráiganme un solo hombre que pueda crear en el transcurso de un año un ejército modelo. Nosotros tenemos a ese hombre. Nosotros tenemos todo y haremos maravillas”.

Bajo ese respeto y admiración, que era mutuo, Lenin y Trotski encabezaron juntos los primeros y gloriosos años de la revolución rusa. La muerte de uno y el asesinato posterior del otro, marcó el final de los mejores exponentes que había dado la primera revolución socialista del siglo XX.

Trotski y el sectarismo

Durante largas décadas, el trotskismo fue una corriente perseguida. Y a la vez, en duras condiciones fue la que intentó –y logró- mantener viva la continuidad histórica del marxismo y el leninismo.

Con importantes aciertos y no pocos errores, el trotskismo se fue implantando, por ejemplo, en nuestro continente. En nuestro país es donde más se desarrolló y aún hoy una gran cantidad de dirigente, cuadros y militantes reivindicamos su legado. Esto fue llevando a que otros sectores políticos lo enfrentaran y también lo intentaran marginar.

Al mismo tiempo, al ser una corriente perseguida y sin peso ni arraigo en sectores de masas, en una parte importante de las organizaciones que se reclaman trotskistas comenzó a crecer una tendencia sectaria.

Esto, lamentablemente aún lo vemos en la actualidad con sectores autoproclamatorios y poco afines a la disputa de masas, al trabajo común con otras corrientes y tradiciones. Encerrados en dogmas y repitiendo esquemas sin partir de la realidad. Esto, contribuyó negativamente a que haya sectores que emparenten al trotskismo como una corriente sectaria.

En realidad, la esencia del leninismo y el trotskismo es la pelea permanente por construir grandes organizaciones con un firme proyecto socialista, pero que a la vez no repita verdades abstractas sino se inserte en procesos reales.

No casualmente, en su última etapa, Trotski veía que su corriente internacional (La IV) solo podía ser de masas con los trotskistas en minoría. Es decir, cuando la amplia mayoría fueran hombres y mujeres de otras procedencias. El mismo combatió las primeras expresiones del sectarismo. Ante visiones sectarias de algunos grupos planteó: “Aunque nombre a Marx en cada frase, el sectario es la negación directa del materialismo dialéctico, que siempre toma la experiencia como punto de partida para luego volver a ella. El sectario no comprende la acción y reacción dialéctica entre un programa acabado y la lucha viva -es decir, imperfecta y no acabada- de las masas… El sectario vive en un mundo de fórmulas prefabricadas. En general, la vida pasa a su lado sin que se percate de su presencia, pero de tanto en tanto le da un golpecito que lo hace girar ciento ochenta grados sobre su propio eje; luego, sigue su camino… en la dirección contraria. Su discrepancia con la realidad lo obliga constantemente a precisar sus fórmulas. A esto lo llama discusión. Para el marxista, la discusión es un arma importante, pero funcional, de la lucha de clases. Para el sectario, la discusión es un fin en sí mismo. Sin embargo, cuanto más discute, menos comprende las tareas verdaderas. Es como un hombre que sacia su sed con agua salada: cuanto más bebe, más aumenta su sed. De ahí su irritación constante”.

Como puede verse, nada en común tenía Trotski con el sectarismo que se le intentar endilgar.

Hace unos días en un debate televisivo, la compañera Alcira Argumedo, nuestra ex candidata a presidente, fue consultada sobre qué diferencias tenía con el Frente de Izquierda, y entre otras cosas dijo “son trotskistas”.

Traigo este ejemplo a cuenta porque muestra el peso que todavía tiene en diversos sectores el sello que se ha querido instalar sobre el trotskismo. Con todo el respeto y el aprecio que tenemos por Alcira, creemos que se equivoca en su respuesta. Con el FIT tenemos diferencias políticas y de proyecto, precisamente porque reflejan una tendencia sectaria que se niega a la unidad con otros componentes políticos y no toma en cuenta las grandes causas nacionales y antiimperialistas.

Pero no es “el trotskismo” el causante de esto sino una deformación que hace el FIT, que con su sectarismo actúa de una manera contraria a la esencia del pensamiento y la acción de Trotski y del leninismo.

Cabe decir que en nuestro caso, el MST es parte del Movimiento Proyecto Sur junto a Alcira, y siendo nosotros una fuerza también trotskista, hemos confluido en la construcción de nuestro movimiento, actuando en común y buscando síntesis políticas. Porque una de las esencias del verdadero trotskismo es la búsqueda de todos los acuerdos y construcciones, que puedan jugar un rol positivo en el avance de tareas antiimperialistas y socialistas.

Lo contrario no es trotskismo sino su deformación. Es evidente que es necesario hacer conocer la verdadera esencia del trotskismo, muchas veces tapada u ocultada adrede.