Bicentenario de la Asamblea del año XIII

Segunda-IndependenciaUsurpación histórica al servicio del doble discurso K

El kirchnerismo utiliza la visión instalada en el imaginario colectivo de la Asamblea del año 1813 para intentar presentarse como el proyecto político heredero de las mejores tradiciones “emancipadoras” y “antiimperialistas” de nuestra historia. La Asamblea del año XIII representó con sus contradicciones avance positivo en sentido anticolonial. Nada más lejos del kirchnerismo que ese espíritu transformador, democrático y antiimperialista. Vamos a tratar de poner las cosas en su lugar y combatir la manipulación interesada del relato histórico por parte del gobierno nacional. Y en el mismo sentido, clarificar las tareas estratégicas pendientes para nuestro pueblo

Lo primero y más importante es ubicar históricamente el contexto de la Asamblea del año XIII con el marco nacional e internacional de los sucesos de Mayo de 1810. El imperio español atravesaba una crisis profunda no solamente en términos de decadencia económica, sino más bien, de una contradicción entre el desarrollo capitalista concentrado en algunas zonas del imperio español en América y el carácter monárquico-feudal de su sistema político y su superestructura institucional. En concreto: zonas como Venezuela o el propio Virreinato del Río de la Plata, atravesaron un desarrollo capitalista previo que dio origen a una burguesía local que chocó en sus intereses específicos de clase con el imperio de España. Por eso, no es casualidad la simultaneidad del proceso revolucionario a escala continental y que dos epicentros de la lucha anticolonial fueran Venezuela (con Bolívar como referencia) y el Virreinato del Río de la Plata. En las dos regiones, las burguesías criollas entraron en contradicción con la monarquía española y pecharon por establecer relaciones directas con el mercado capitalista mundial en construcción, sin la mediación de la Corona. Esta causa está en la base del proceso revolucionario. Confluyeron intereses de distintos sectores burgueses locales que configuraron un bloque o frente único antiespañol. Rápidamente, después de 1810, los distintos proyectos de esa burguesía darían lugar a tensiones resueltas a favor de la facción comercial porteña y cuyo destino estaba atado a la ciudad-puerto y su clave económica: la Aduana. Además, hay que decir que este proceso continental reconoce antecedentes: la rebelión del jefe inca Tupac-Amaru en 1780 contra la opresión española sobre los originarios; la revolución de los esclavos negros haitianos contra la dominación francesa que lideró el Loverture (a su vez negro y esclavo) y el levantamiento de 1809 en Chuquisaca. Este era el clima americano que se terminó de precipitar con la entrada de Napoleón en España y el apresamiento del rey Fernando VII. Estaban dadas así las condiciones para la ruptura con España

 La lucha entre facciones al interior de Mayo

 La historia oficial presenta la Revolución de Mayo como un proceso homogéneo y sin tensiones internas. La realidad fue muy distinta. La lucha al interior del bloque antiespañol destacó distintas facciones o alas, que representaban proyectos económico-políticos distintos de la burguesía criolla. Un ala pechaba por la “coexistencia pacífica” con el imperio a través de una suerte de plan de reformas parciales en la administración del Virreinato que mantuviera la esencia de la estructura capitalista virreinal. Otra ala, jacobina o “revolucionaria”, planteaba una transformación más profunda que integrara esta parte del mundo al esquema del mercado mundial sin la mediación de la Corona española. La primera facción, estaba representada en la superestructura política por Cornelio Saavedra y expresaba económicamente los intereses de comerciantes ganaderos que tenían fluidos negocios con el Alto Perú cuya actividad económica, la minería, se hallaba en franco retroceso. El otro sector, encabezado por Mariano Moreno y que integraba a las personalidades más radicalizadas del proceso (Castelli y Monteagudo, entre otros), aspiraba a la ruptura total con España, y la implantación del libre comercio con las potencias extranjeras desde una posición independiente. Intentó reflejar al sector pujante de la burguesía comercial que veía en las relaciones económicas con las potencias capitalistas en desarrollo como Francia y especialmente Inglaterra, una oportunidad de “zafar” del pesado enchalecamiento español. La pelea al interior del proceso, fue finalmente marginando a los sectores más radicalizados. De hecho la Asamblea del Año XIII expresa esa disputa entre las diversas tendencias del proceso. En los objetivos trazados para esta convocatoria estaba la declaración definitiva de la independencia y el dictado de una constitución, lo cual finalmente quedó trunco. De hecho, la proscripción de Artigas y sus diputados orientales que reflejaban una propuesta de mayor radicalidad en la ruptura antiespañola simboliza el triunfo del sector conservador de la burguesía porteña. La figura emergente del nuevo escenario es Rivadavia, correa directa de los intereses británicos. Esta es sintéticamente la ubicación de la Asamblea de 1813

 El kirchnerismo: heredero de Rivadavia más que de Moreno

 La Asamblea del XIII fijó una serie de derechos sociales y democráticos que significaron un avance político en el proceso iniciado en 1810: se aseguró la libertad de prensa, la eliminación de los métodos de explotación como el tributo, la mita y el yanaconazgo. No se abolió la esclavitud, aunque se estableció la libertad de vientres. Se suprimieron los títulos de nobleza y los mayorazgos. Se abolieron la tortura y la persecución y se afirmó la primacía de la autoridad civil por sobre la eclesiástica. Tiempo antes, la Primera Junta había prohibido que los españoles fuesen propietarios de pulperías y almacenes. Castelli, delegado de la Junta en el Alto Perú, reunió a los indígenas en Tiahuanaco el 25 de mayo de 1811 y leyó una proclama que incluía, además de la abolición del tributo y el reparto de las tierras, el derecho a la representación y el sufragio. Sin embargo, dejó pendiente en lo fundamental la independencia total y la profundización del proceso revolucionario. El actual gobierno nacional al reivindicarse heredero de esa tradición usurpa un legado con el que tiene poco que ver.
Muy lejos de cualquier rasgo de real antiimperialismo o vocación democratizante, el modelo “K” tiene resonancias más “rivadavianas” que “morenistas”. El saqueo de la Barrick en la cordillera, de Monsanto en el territorio, los negocios inmobiliarios en las grandes ciudades, la estafa de “estatización” de YPF para terminar entregándole la explotación a la Chevron, el pago puntual de la deuda externa fraudulenta. Reivindicar la Asamblea del XIII y seguir avalando el trabajo en negro, precario y esclavo…es una contradicción tan evidente que en definitiva ubicar el modelo actual más como tributario de Rivadavia que de los jacobinos de Mayo Castelli, Moreno o Monteagudo.

 Por la II° y definitiva independencia hace falta refundar el país sobre nuevas bases

 La emancipación antiim-perialista de Argentina y el continente sigue siendo una tarea planteada. El dominio de las corporaciones asociadas a las burguesías y partidos patronales locales es total sobre nuestro país. La consolidación del modelo extractivista del capitalismo en esta etapa, de apropiación de recursos naturales, de atraso planificado, de subordinación estructural son las marcas del neocolonialismo que nos tiene sumergidos como pueblo. Por eso, es crucial separar la paja del trigo y precisar las tareas que hoy tenemos que asumir desde la clase obrera, los sectores medios, la juventud y el pueblo pobre para definir un proyecto independiente: hace falta convocar una Asamblea Constituyente libre y soberana para romper con el imperialismo y no pagar un solo centavo más de deuda externa; estatizar el sistema bancario, el comercio exterior y asumir el control social de los resortes fundamentales de la economía. Para terminar con el trabajo precario y esclavista en el estado. Para avanzar en la reforma agraria y terminar con el modelo agrosojero. Para democratizar en serio la justicia y desmantelar el aparato represivo. ¡Para echar a los ingleses de Malvinas y al imperialismo de toda América Latina! En definitiva: para reorganizar el país sobre nuevas bases y trazar un camino de independencia hacia la unidad continental y el socialismo. Para eso hoy se impone construir una herramienta política que defienda este proyecto programático. Desde la izquierda el MST que integra el Movimiento Proyecto Sur tiene definida esa perspectiva. Nuestra tarea presente es fortalecer esa organización en su implantación social como nueva mayoría política entre los trabajadores y el pueblo. Sumate a ese camino.

Mariano Rosa