¿Qué es ser de izquierda? Identidad y estereotipo

La última semana hubo una fuerte campaña de ataques a la izquierda a través del MST y uno de nuestros principales referentes públicos, Alejandro Bodart. Más allá de lo anecdótico, queríamos aportar una serie de reflexiones para poner a debate qué significa ser de izquierda.

Feos, sucios y malos. Indigentes, marginales, testimoniales. Folclóricos, sin incidencia real. El pasado, lo arcaico. Todas estas categorías configuran el estereotipo de “izquierda”, de militante o dirigente, construido para consumo de masas por parte de las clases dominantes. El poder no es solamente coerción, fuerza. Es también consenso, construcción de sentido de la realidad, de las cosas. Los que mandan, los capitalistas hegemónicos, utilizan mecanismos simbólicos e ideológicos para construir falsedades que multiplican a través de enormes recursos materiales con los que cuentan: las empresas mediáticas, sus voceros oficiosos, sus intelectuales orgánicos. Y obviamente, eso va prendiendo, permea la conciencia colectiva. Claro, ocurre que la crisis de credibilidad de los medios, de la casta política tradicional y sus voceros, así como la creciente simpatía hacia la izquierda, contrarresta el efecto de esa operación de control social. Y cuando además, un dirigente como Bodart, sin limitarse a las formas de la corrección política burguesa, polariza, cuestiona, reacciona indignado y desenmascara, la clase dominante y sus empleados enloquecen y disparan munición gruesa. Lo importante como siempre, es entender lo que ocurre, para mejor combatirlos.

Disparen contra la izquierda

El triunfo de Macri, con Cambiemos y toda su carga simbólica de empresariado exitoso, envalentonó a sectores reaccionarios. También provoca el corrimiento de arribistas hacia la adaptación al poder de turno, para ubicarse, sobrevivir. Los años de gestión kirchnerista, aunque fueron de administración capitalista, irritó a los sectores más a derecha de la burguesía. La necesidad capitalista del propio kirchnerismo de tener que apelar a recursos del universo ideológico-simbólico progresista, antiimperialista y hasta de izquierda, para construir poder, provocó irritación de clase en un sector burgués. Por eso, a pesar de todos los gestos de buena voluntad del FPV garantizando enormes negocios a las corporaciones, la fracción más reaccionaria de esa clase siempre aspiró a tener un gobierno más propio, directo. El kirchnerismo fue un mal necesario para intentar estabilizar la situación posterior al 2001. Con Macri creyeron poder retomar completamente el centro de la escena. Por eso, les resulta intolerable, de una insolencia que no pueden asimilar, la presencia y visibilidad de la izquierda anticapitalista, de socialistas como Bodart y su partido, el MST. Pero si además, pasean por sus centros vacacionales, si recorren estudios de televisión cuestionando, explicando, desenmascarando toda la inconsistencia y artificio de la política tradicional, ya directamente es intolerable. Así hay que entender el ataque, la saña, la reacción. Porque esta derecha despolitizada, fanática del marketing vacío y acostumbrada a la gestión empresarial, no registra que el panorama no es de consolidación de su hegemonía, sino de polarización. Es decir: disueltas las medias tintas, los posibilismos de izquierda, las versiones de reformismo siglo XXI, lo que emerge en directa confrontación, son los polos políticos antagónicos de clase sin disfraces. Izquierda y derecha, como categorías más vigentes que nunca.

Ser de izquierda

En definitiva, se impone explicar qué consideramos nosotros, desde la izquierda que significa nuestra identidad y proyecto. Nuestra aspiración no es reducir toda la humanidad a la pobreza. De hecho, no se trata de socializar las carencias. Nuestra estrategia es socializar la riqueza, garantizar igualdad de derechos sociales, de género, socioambientales, de democracia política y libertad individual. El tiempo libre, el ocio vacacional, hoy en sus más placenteras expresiones está monopolizado por los capitalistas, por la élite propietaria. Lo mismo pasa con todo: con los mejores productos de la cultura, con la comida, la educación, la atención médica y un largo etcétera. Nosotros nos proponemos modificar eso, transformarlo de raíz. Nuestra apuesta es a reorganizar la economía, producir lo necesario socialmente para todos, abolir la lógica de la ganancia privada y el beneficio capitalista. Planteamos reducir las horas de trabajo, y favorecer el tiempo libre social, como derecho de iguales, no como privilegio de clase. Nos planteamos un nuevo poder, también de mayorías que garantice un piso de igualdad de derechos: salud de calidad, educación de nivel, libertad individual a decidir sobre el propio cuerpo en todo, medioambiente sano, sostenible. Cultura en sus mejores expresiones, en su más alta producción, accesible para todos. Luchamos por erradicar los privilegios de la política tradicional, y que la representación pública sea una función social sometida a control permanente y democrático de las personas, y sin beneficios de minoría: que los funcionarios ganen un salario igual a una directora de escuela, por ejemplo. Otra ética y cultura política con la obligatoriedad de usar todo lo público si se es funcionario. Ser de izquierda es no creer en la división con fronteras nacionales entre los trabajadores y los pueblos del mundo. Es ser internacionalista, aspirar a la cooperación entre los pueblos emancipados del capitalismo. Ser de izquierda es tener el afán de conocer, de explorar, de desarrollar un visión amplia, no dogmática ni estrecha de las cosas. Por eso viajamos todo lo que podemos, por eso construimos intercambio con otras organizaciones del mundo. Ser de izquierda es no ser políticamente correcto, de esa corrección prisionera que definen los que hoy -por ahora- mandan. Romper con los estereotipos es ser de izquierda, desnudar todos los artificios que la burguesía monta para construir una realidad distorsionada, también es serlo. Y claro, todo eso, nos hace con orgullo, más que nunca, militantes de izquierda.

Mariano Rosa