A 35 años de la Guerra de Malvinas Exigimos Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía

Con este lema central, los compañeros de la Mesa de Coincidencias de Malvinas y de la Asociación Combatientes de Malvinas por los Derechos Humanos (ACOMADEH) convocan a un acto popular el domingo 2 de abril a las 16 horas en la Plaza de Mayo, día en que se cumple el 35º aniversario del inicio de la guerra con Gran Bretaña. La convocatoria también expresa “patria sí, colonia no”, “la soberanía no se negocia” y “fuera ingleses de Malvinas”, todas banderas que compartimos a fondo.

  • Memoria, en primerísimo lugar, para recordar y rendirles el homenaje que se merecen a todos nuestros soldados que dieron sus vidas en la defensa de las Islas. Ellos cayeron bajo el fuego enemigo del imperialismo británico, que contó con el apoyo de su par norteamericano y que todavía sigue ocupando nuestras Islas.
  • Verdad, para rechazar y marcar a fuego los intentos desmalvinizadores que llevaron adelante los sucesivos gobiernos nacionales después de la caída de la dictadura militar, desde Raúl Alfonsín, que llamó “carro atmosférico” a la Guerra de Malvinas, hasta el día de hoy con el entreguismo de Mauricio Macri y su canciller Malcorra.
  • Justicia, para que el gobierno dé respuesta a las necesidades de los ex combatientes, ya que la desidia del Estado durante todos estos años ha llevado a muchos de ellos a la depresión e incluso al suicidio. Justicia también para exigir el juicio y castigo a todos los delitos cometidos por la conducción militar durante la guerra.
  • Soberanía, porque es preciso resistir la ocupación pirata por todos los medios hasta recuperar las Islas. Y porque ante un gobierno como el de Macri, felpudo de los imperios y que profundiza la entrega del petróleo y la pesca a empresas británicas en nuestras aguas de Malvinas, debemos reafirmar más que nunca la soberanía argentina.

En cuanto a la identificación de los soldados argentinos enterrados en Malvinas que aún no se conocen, respetamos el derecho de los familiares que así quieran hacerlo. Al mismo tiempo, denunciamos que para Gran Bretaña dicha identificación es sólo un paso en su estrategia de retornar dichos restos al continente y de ese modo vaciar lo más posible las Islas de presencia argentina. Este tema se vincula, sin duda, a las polémicas sobre la propia guerra.

¿Aventura dictatorial o guerra justa?

Aparte de los partidos y voceros del sistema, que como son serviles al imperialismo descalifican deliberadamente la Guerra de Malvinas, algunos sectores de derechos humanos y de la izquierda la cuestionan por considerarla una mera aventura de la dictadura militar.

Esa postura anti-guerra toma un aspecto de la realidad: que el conflicto armado lo condujo la misma dictadura que impuso el genocidio. Pero olvida el hecho esencial: que fue un enfrentamiento bélico entre un país semicolonial atacado y una potencia imperial usurpadora de territorio, que nos declaró la guerra. La recuperación de las islas por la Argentina era un abierto desafío al orden colonialista e imperialista global. Por esa razón objetiva nosotros, entonces como PST, y ahora como MST, la consideramos una causa justa, antiimperialista, más allá de quién la dirigió circunstancialmente. Salvando las distancias, es lo que sucede en tantos conflictos sindicales o sociales: que a veces estén dirigidos por conducciones burocráticas o traidoras no niega que sean reclamos legítimos.

Lo primero a recordar es que el 30 de marzo de 1982, apenas tres días antes del desembarco argentino en Malvinas, una poderosa huelga general con movilización, convocada por la CGT, conmovió al país. Ese día el pueblo salió a la calle con fuerza. Nosotros movilizamos y alzamos nuestras banderas del PST, escondidas durante años. Hubo represión y duros enfrentamientos con la policía. El centro porteño era un caos. Se quemaron colectivos. Recuerdo que desde las obras en construcción, los obreros le tiraban ladrillazos a los carros policiales. Y cuando la cana nos corría, los negocios abrían sus puertas para refugiarnos. Las marcas de las balas de goma que recibí en la sien hicieron que al otro día, en la Facultad de Medicina de la UBA, donde estudiaba en ese entonces, todos mis compañeros me felicitaran a viva voz, casi en una asamblea espontánea. Es decir, había una enorme bronca popular contra la dictadura y una enorme simpatía con las luchas.

Ese paro general activo fue el punto más alto de una resistencia obrera y popular, iniciada varios años atrás por las Madres de Plaza de Mayo, que venía ampliándose a nuevos sectores y ganando fuerza contra una Junta Militar cada vez más desgastada. Ante ese torrente antidictatorial imparable que se les venía encima, los milicos intentaron desviarlo y mandaron tropas a recuperar Malvinas. No planificaron la operación, menos aún para ganar, y encima creían que Norteamérica no intervendría en el conflicto…

Le erraron mal. Margaret Thatcher mandó a Malvinas una poderosa flota a atacarnos, con el apoyo logístico yanqui y la bendición del Papa Juan Pablo II. El heroísmo de los soldados y pilotos argentinos contrastó con la impotencia de las cúpulas militares. No tomaron ninguna medida contra los bancos, empresas y estancias británicas en nuestro país. Tampoco apelaron a la solidaridad, las armas y los voluntarios que nos ofrecieron Perú, Cuba y otros países hermanos. Tampoco dieron libertades democráticas al pueblo. Y terminaron capitulando sin pena ni gloria.

Al igual que el PJ y la UCR, el PC planteaba la “paz” funcional a los británicos. El PO convocó y fue a la marcha del Papa, que también vino al país a pregonar la “paz” para favorecer a Gran Bretaña. A diferencia de todos ellos, y ubicando la lucha antidictatorial en el nuevo marco planteado por la guerra, desde el PST propusimos un programa de medidas opuesto por el vértice al de la Junta Militar, un programa para derrotar al imperio usurpador: embargar a los capitales ingleses y norteamericanos, promover el armamento popular y aceptar el apoyo militar de otros países, dar plenas libertades de organización y movilización a los trabajadores y el pueblo. Es más: como miles de personas, los troskos del PST nos anotamos de voluntarios para ir a Malvinas como combatientes, enfermeros o lo que hiciera falta.

Traición, caída y después

La Guerra de Malvinas abrió una grieta tremenda en la situación del país, que el movimiento de masas aprovechó. Pasando por encima de los cálculos de la dictadura hubo un vuelco masivo a las calles, con legítimo entusiasmo patriótico en el sentido antiimperialista. Con rapidez el protagonismo popular fue recuperando espacios públicos prohibidos hasta ese momento. En el PST pasamos de la actividad clandestina a impulsar pronunciamientos y reuniones abiertas en los lugares de trabajo, de estudio y los barrios.

Por ejemplo en mi facultad, donde en la puerta la policía te pedía documentos todos los días y el centro de estudiantes era clandestino, a partir de la guerra instalamos tres mesas del centro en pleno hall de entrada para juntar ropa, donantes de sangre, dinero y cartas para los soldados. Impensado hasta unos pocos días antes, también hicimos reuniones públicas, conseguimos carteleras para las agrupaciones estudiantiles y hasta llegamos a hacer una gran asamblea en el Aula Magna sin que las autoridades ni la policía pudieran impedirlo. Nuestro partido potenció su presencia con volantes, periódicos y pintadas.

El 14 de junio de 1982, el general Menéndez se rindió. Al día siguiente, cuando se supo la noticia, la bronca nos hizo ir naturalmente hacia la Plaza de Mayo, a la misma plaza en la que dos meses antes miles habían vivado no al genocida Galtieri sino la recuperación de Malvinas. El 15 al caer la tarde iban llegando de a grupos, desbordando a la policía. Y llenos de bronca y dolor, surgían uno tras otro los cánticos, varios de ellos lanzados por nosotros: “No sirven para la paz, no sirven para la guerra, los milicos asesinos no sirven para una mierda”, “Los pibes murieron, los jefes los vendieron” y, ya con total convicción, “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Imposible olvidarme de aquella jornada…

Y la dictadura genocida se acabó nomás. Mejor dicho, la acabamos. Después de la traición en Malvinas, la marea obrera y popular que se había manifestado en el paro general del 30 de marzo volvió con fuerza redoblada contra los milicos. Dos días después de la movilización cayeron Galtieri y la Junta. Asumió entonces el general Bignone, ya en la cuenta regresiva del gobierno militar, y pactó con la Multipartidaria las elecciones generales que se harían en octubre de 1983. Ya nada fue como antes y el pueblo, de hecho, ganó en las calles sus derechos. Pero ésa ya es otra historia.

Lo cierto es que la peor dictadura cívico-militar que asoló nuestro país fue volteada por la movilización revolucionaria y democrática de los trabajadores y el pueblo, movilización en la que la bandera de Malvinas no sólo se alzó de manera genuina sino que aceleró los tiempos. A 35 años de aquella gesta, seguimos levantando esas banderas.

Pablo Vasco