VENEZUELA: El “Golpe de Estado en miniatura” de cada día

Acosado por las exigencias contradictorias de su situación y al mismo tiempo obligado como un prestidigitador a atraer hacia sí, mediante sorpresas constantes, las miradas del público, como hacia el sustituto de Napoleón, y por tanto a ejecutar todos los días un golpe de Estado en miniatura, Bonaparte lleva el caos a toda la economía burguesa, atenta contra todo lo que a la revolución de 1848 había parecido intangible, (…) (…) y engendra una verdadera anarquía en nombre del orden, despojando al mismo tiempo la máquina del Estado del halo de santidad, profanándola, haciéndola a la par asquerosa y ridícula (…) (…)Pero si por último el manto imperial cae sobre los hombros de Luis Bonaparte, la estatua de bronce de Napoleón se vendrá a tierra desde lo alto de la Columna de Vendóme.[1]

Karl Marx, 18 Brumario de Luis Bonaparte. Escrito entre diciembre 1851 y marzo de 1852.

Las palabras de la Fiscal General, Luisa Ortega, le dieron luz a lo que venía ocurriendo en las sombras cotidianamente, denunciado por una parte de la sociedad que no fue escuchada. La ruptura del hilo constitucional señalada por la Fiscal no fue la primera, ni la única, tampoco fue la última. Perdido el apoyo popular necesario para ganar elecciones, Maduro eligió el camino del mini golpe cotidiano. Expresando una voluntad totalitaria a la que la Fiscal le arrancó la máscara con cuatro palabras, que vale la pena repetir contra toda norma de estilo: “ruptura del hilo constitucional”.

Zonas Económicas Especiales donde no aplica la ley de la República Bolivariana de Venezuela, Estados de Excepción renovados inconstitucionalmente, detenciones arbitrarias sin orden, amedrentamiento y amenazas desde los medios públicos, ataques constantes para eliminar los medios de comunicación que se atreven a contrariar la “línea”. Eliminación de elecciones pautadas constitucionalmente, maniobras para evitar el referendo revocatorio, y convertir al TSJ, máximo tribunal del país, en una oficina notarial del ejecutivo, saltándose la obligación que dicta la Constitución de pasar por la Asamblea Nacional. Más una fiscalía cuyas órdenes no son acatadas por las fuerzas policiales subalternas,  la puesta en subasta de 110.000 km cuadrados de territorio con el Arco Minero del Orinoco, la entrega del patrimonio nacional de la Faja petrolífera, y un largo etcétera imposible de reseñar en estas pocas líneas, es el camino elegido para desmantelar el proceso bolivariano.

Todo esto sin nombrar los centenares de homicidios sumarios de supuestos delincuentes, ocurridos en el último año sin juicio previo y eliminando todo procedimiento legal, con la Operación de Liberación del Pueblo, un engendro totalitario con sus enmascarados incluidos.

La Contrarrevolución Económica puesta en marcha para enfrentar la caída de los precios del petróleo, ampliar  la tasa de ganancia del gran Capital, garantizar la reproducción de los dólares desfalcados a la nación, y pagar una deuda externa sospechada de ilegítima, es contraria a la participación democrática de la ciudadanía que paga esa crisis con hambre, desatención y miseria. La expansión de la frontera extractivista y la extensión de un “mundo de oportunidades de negocios”, actúan como un narcótico para una nomenclatura dedicada a raspar la olla de los bienes públicos, que necesita de estos mini golpes cotidianos hasta que les sea posible cortar de un tajo todo resquicio de libertades públicas y derechos ciudadanos. Y enterrar tres metros bajo tierra la “hoja de ruta” que para Chávez significaba la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Pero la cúpula neoliberal de la MUD, en su esquizofrenia política, grita que hay que tumbar a “la dictadura”  y mientras tanto hace todas sus apuestas a una salida electoral negociada, controlada por un CNE (poder electoral), espurio y deslegitimado, donde solo ellos y el PSUV participen. Las movilizaciones que convoca  la MUD operan como un anesteciante para su propia base social, que sale a la calle a respaldar un reclamo que considera legítimo pero que volverá a ser traicionado como ha ocurrido a lo largo del último año y más. Porque sus dirigentes no quieren, no saben cómo, ni buscan una solución verdaderamente democrática a la crisis política. Una crisis que va tomando forma de viento huracanado y que amenaza con llevase al demonio este experimento que por más de una década emocionó a los pueblos en lucha en Latinoamérica.

En la medida que la calle la continúen ganando los grupos armados de un lado y del otro, con una mini guerra civil de bolsillo, se desarrollarán las condiciones para una intervención militar clásica. La activación del plan Zamora 200 por parte del gobierno del presidente Maduro es el marco de la declaración del Estado de Conmoción que liquidará los restos que aún sobreviven a duras penas, de la Constitución. En este caso, como hasta ahora, el primer damnificado será el pueblo que vive de su trabajo. Porque en el fondo las dos cúpulas disputan el gerenciamiento de las inversiones del gran capital a partir del control de un Estado rentista, mafioso y corrupto. No es necesaria ninguna intervención militar extranjera, porque un régimen de esa naturaleza sólo se sostiene con sus dirigentes de rodillas frente a las corporaciones transnacionales. Más allá del discurso, eso prueba la historia de nuestro continente. Este es, si se quiere, el crimen mayor de la nomenclatura gobernante, cuando transforma el sueño de independencia del proyecto bolivariano e una caricatura nauseabunda, entregada y entreguista.

En esta situación es triste el papel de los dirigentes de una vieja izquierda anquilosada y senil, atrapada por la lógica burocrática de defender los “espacios” que obtuvieron en el Estado mafioso. Una izquierda que no reacciona cabalmente ni siquiera a la maniobra antidemocrática de eliminarles su propia legalidad electoral. Esa izquierda del GPP o toma nota de lo dramático de la situación y actúa de acuerdo a la defensa de los derechos constitucionales y del pueblo trabajador, o pasará a la historia manchada de indignidad.

Sin embargo, todavía no ha sido dicha la última palabra, no ha hablado con toda su fuerza en la calle el pueblo llano, maltratado, hambreado, castigado y reprimido. Las penurias de la vida cotidiana que por momentos se vuelve insoportable, la manipulación política y cínica de ambas cúpulas, cubren con un manto de confusión y polarización tan forzada como irreal, la conciencia popular. La tarea urgente, inmediata, más importante del momento, es develar esta situación. Explicar pacientemente al decir de Lenin, la verdadera naturaleza de la coyuntura actual, ayudar a despejar la niebla generada por los discursos y el humo de la violencia funcional a las cúpulas, para encontrar el camino hacia la lucha independiente y autónoma de las direcciones políticas hegemónicas.

Esto podrá hacerse si aparece en el juego un tercer actor político. Superando la dispersión actual es necesaria la construcción de ese actor político, que recupere las claves del sueño: anticapitalista, ecologista, feminista y de los movimientos sociales verdaderos. En esta lucha está el compromiso de Marea Socialista.

Carlos Carcione

Dirigente de Marea Socialista de Venezuela


[1] Reemplace Napoleón por Chávez, Bonaparte por Maduro, Revolución de 1848 por Revolución Bolivariana y Columna de Vendóme por Cuartel de la Montaña. Y verá el personaje detrás de la cita.