Nulidad de los indultos
¿Se acuerdan, compañeras y compañeros, de cuando se hacía el «aguante» en la puerta de los Tribunales de Comodoro Py, hace ya unos cuantos años,durante esas audiencias que duraban horas y horas, y donde los genocidas de la última dictadura militar se negaban a declarar?
Se sentaban en la silla, frente al tribunal, y repetían: «me amparo en los alcances de la ley de obediencia debida» .
Y aunque esa ley, junto con la de punto final, estaban derogadas desde 1998, «hacia adelante», seguían absolutamente vigentes para proteger los crímenes de lesa humanidad «hacia atrás».
O sea que esa derogación era inútil. Y necesitábamos la nulidad.
Fue por eso que en todo el país levantamos la consigna de «nulidad de punto final, obediencia debida y los indultos».
Y en cientos de marchas y movilizaciones cantamos, como lo hacían los H.I.J.O.S.: «Como a los nazis les va a pasar, hasta la cárcel los vamos a acompañar…»
Siempre supimos que esta lucha contra la impunidad no era un asunto del pasado, sino que reclamábamos por el presente y el futuro. Y que hablar de las violaciones a los derechos humanos de ayer era denunciar lo que pasa hoy. Los presos políticos de la Legislatura, cuya excarcelación se niega, y los nuevos presos de Pico Truncado, y las sesenta órdenes de detención libradas hace unas horas en Caleta Olivia y en Las Heras, provincia de Santa Cruz, para quienes reclaman salario o puestos de trabajo genuinos.
Los derechos humanos de ayer, los derechos humanos de hoy.
Por eso el último 24 de marzo reclamamos con una Plaza de Mayo llena de unidad de la izquierda. Y le dijimos a Néstor Kirchner que sus dos años de gobierno no respetaron los más elementales derechos humanos.
Que al contrario, los violaron día a día, con la política planificada de miseria para millones de personas, con más de cinco mil procesados por participar en la protesta social, y su permanente negativa a debatir nuestro proyecto legislativo de amnistía y despro-cesamiento.
En este camino de lucha conseguimos algunas cosas importantes. Con la movilización, y con nuestro compromiso inclaudicable.
Dijimos nulidad de las leyes, y fue posible con nuestro proyecto de ley.
Dolió ver que el diputado Luis Zamora, aquel 12 de agosto del 2003, en la Cámara de Diputados de la Nación, votara en contra de la nulidad, cuando con la gran movilización en la plaza y nuestra sesión especial le torcíamos el brazo a la impunidad.
Nos sorprendimos cuando dijo falsamente que esa nulidad no servía para nada. La inmediata reapertura de varias causas judiciales, la detención de numerosos genocidas, mostró todo lo contrario.
Hoy Luis Zamora dice que reivindica y está orgulloso de aquel voto.
No comprendió entonces. No comprende hoy.
Ni el valor de la nulidad de las leyes aberrantes, ni la necesidad de construir la unidad contra la impunidad, ni el significado de nuestros años de luchas compartidas.
Leyes nulas por la lucha de todos durante tantos años.
Y lo que significa, como diputados de la izquierda, cumplir con nuestra palabra de campaña electoral, nuestras promesas, nuestros compromisos políticos.
En este país capitalista, explotador y hambreador, rendido al imperialismo de una forma vergonzosa, con el mismísimo hijo de Bush de visita, en noviembre próximo, nosotros nos sentimos orgullosos de ser de izquierda, y reivindicamos lo que significan nuestras luchas.
Y exigimos lo que está pendiente, la nulidad de los indultos a los criminales de lesa humanidad. Para que no puedan morirse perdonados, como acaba de ocurrir con el nazi Suárez Mason.
Y para que no pase lo mismo con otros genocidas.
El reclamo crece, y al gobierno de K se le nota demasiado el intento de seguir sosteniendo los indultos de Carlos Menem, con las bancas de sus diputados vacías, con nuestra insistencia sobre el tema y los pedidos de sesión especial.
Se ponen nerviosos.
Es que se escucha con claridad la exigencia de todos nuestros años de lucha contra la impunidad. La impunidad de ayer, la impunidad de hoy.
Y el reclamo que se extiende: Ahora, entonces, vamos por los indultos. A los genocidas, la cárcel ya, y a los compañeros, la libertad.
Escribe: Patricia Walsh
candidata a diputada nacional por Capital