Un nuevo despertar de Egipto y el Magreb que amenaza con extenderse

Cuando tras días de enormes movilizaciones caía el régimen y el gobierno de Ben Alí en Túnez, un sudor frío debió recorrer las espaldas de los líderes de los poderes imperiales y de todas las autocracias de la región. Seguramente los atormentaba un interrogante ¿Acontecería o no un efecto contagio? En pocos días, la incógnita se reveló. El empobrecido pueblo de Egipto con su envidiable patrimonio cultural a cuestas, comenzó a gestar un proceso de movilización popular democrática sin precedentes, una semi insurrección de masas, que al cierre de esta edición tiene contra las cuerdas al régimen dictatorial de Mubarak, con tres décadas de existencia. Mientras todos los sectores de la oposición política y la llamada Hermandad Musulmana se reúnen y negocian distintas salidas, ninguno puede atribuirse la dirección del movimiento, con fuerte peso en la juventud, con claros elementos de movimiento espontáneo y masivo y sin peso central del fundamentalismo, más bien una gigantesca movilización democrática-popular.
Cuando ya se cuentan más de 300 muertos y jaqueado por cerca de dos millones en las calles que ignoraron el toque de queda y superaron el corte de Internet y otras comunicaciones, Mubarak sintió el golpe pero a la vez ensayó una maniobra: anunció que no irá por su reelección en setiembre, mientras el ejército que se vio obligado a permitir las movilizaciones ahora pide que el pueblo regrese a sus hogares. Pero ninguno logra detener el proceso. Además, a diferencia de lo que sucede con la policía y otras fuerzas de seguridad, las masas tienen otra relación con el ejército, proveniente del rol jugado por sus oficiales y sectores bajos en procesos nacionalistas y de liberación en décadas pasadas. Mientras el dictador hablaba, el canto en la plaza central era “se va, nosotros nos quedamos”. Todo un símbolo de la situación. Durante el miércoles, se desarrollaron enfrentamientos con grupos de apoyo al gobierno, pero esto enardece aún más a la población. Al cierre de la edición de este periódico, todo parece indicar que el ya moribundo régimen se encamina hacia su final junto a Mubarak, abriendo una nueva etapa en Egipto y en toda la región.
Un golpe profundo a la estrategia imperialista para Medio Oriente

Cada vez que se hace referencia a la heroica lucha Palestina, es muy común hacerlo constatando la política conjunta y los acuerdos de EEUU e Israel, y las medidas represivas y de persecución y hacinamiento sobre el pueblo palestino. Pero esto es una parte de la política imperialista para Medio Oriente. La otra, que ha jugado un rol fundamental para contener la revolución del pueblo árabe, ha sido la compra con millones de dólares de los gobiernos de distintos países de la región que traicionaron la causa palestina y árabe. Y dentro de estos, Egipto fue de los fundamentales, junto a Jordania y Marruecos. Egipto, es el país más grande y el régimen de Mubarak es directamente financiado por los EEUU con $1500 millones de dólares anuales para su ejército y fuerzas de seguridad. Por eso cuando vemos hoy, a las masas egipcias pasar por encima de sus tanques, vestirlos de banderas, o sacarse fotos encima de ellos junto a los soldados, estamos asistiendo no solamente al final del régimen dictatorial, sino al fracaso de la política imperialista para la región. Se cae una de sus principales cartas. Y a partir de ahora, ya nada será como antes. O mejor dicho, todo será peor para el imperialismo. Y no estamos hablando de un tema menor. Sino de la repercusión que tendrá en todo Medio Oriente, la zona del mundo más inestable políticamente y de donde se extrae materias primas y las riquezas petroleras que usufructúan las grandes potencias del primer mundo.
Esta situación también repercute sobre el imperialismo europeo que cínicamente hoy pide democracia, mientras apoyó hasta ayer a estas autocracias. Y sin olvidar que es el mismo imperialismo europeo que décadas atrás intentó a sangre y fuego recuperar el control del Canal de Suez, siendo derrotado. Ahora el proceso abierto se le puede volver como un boomerang sobre el viejo continente, no solo por el debilitamiento de sus negocios comerciales y políticos, sino porque estas revueltas se retroalimentan en la conciencia de millones de trabajadores europeos que también hoy están enfrentando la crisis capitalista. Desde luego, el gobierno de Israel también se atemoriza. Porque es quien más a aprovechado el rol de las autocracias desde los acuerdos de Camps Davis en 1978 firmados con Egipto, que aislaron al pueblo palestino. Egipto y Jordania juegan un rol clave en su ayuda a mantener el bloqueo a Gaza y a los palestinos. Toda esta estrategia construida desde entonces hoy pende de un hilo. Y en la medida que se extienda la movilización a otros países, será cada vez peor. No es casual, que el gobierno israelí envío un comunicado a través de sus embajadores en los países centrales, presionando para que se ayude al régimen de Mubarak.El trasfondo de este problema para el imperialismo yanqui en particular, es su propia y ascendente debilidad, que dio un salto con el inicio de la crisis del 2007. Estamos asistiendo a un período de decadencia del poder imperialista yanqui como nunca antes se había visto. Y este proceso de revoluciones, si triunfa en Egipto y definitivamente se extiende, le dará un nuevo y profundo golpe del que ya recibió hasta hoy. Y eso repercutirá sobre el mundo entero, con más desorden e inestabilidad política y social.

En una nueva etapa mundial, nuevas revoluciones democráticas

A fines del siglo XIX y a inicios del siglo XX, las revoluciones y procesos democráticos estaban identificados con la lucha contra los viejos regímenes feudales por parte de la burguesía, por entonces en ascenso. Con el surgimiento del nazismo y la segunda guerra mundial, las tareas democráticas adquirieron un nuevo carácter y mucho peso concreto, ya que se dirigían contra diversos regímenes capitalistas, y encabezadas por la población en general, con los trabajadores y jóvenes y muchas veces sin la burguesía como actor central. Desde entonces, hubo distintos procesos democráticos que terminaron con siniestras dictaduras. Por dar algunos ejemplos, en la segunda guerra mundial se derrotó al Nazismo. En el propio Egipto hubo procesos nacionalistas encabezados por Nasser en los 50 contra la autocracia, también los hubo en Libia en los años 60 y durante años se extendieron a Siria, Argelia y Yemen del Norte. Estuvo la “revolución de los claveles” en Portugal en los 70. En Nuestro continente se derrotaron dictaduras con la revolución Cubana en el 59, con la Sandinista en Nicaragua años después, y luego en los 80 se derrotó a dictaduras sangrientas en el Cono Sur, como por ejemplo en nuestro país. Aunque distintos, todos esos procesos fueron triunfos importantes que repercutieron durante años. Cuando terminaba la década del 80 se dio otro hecho distinto pero que cambio el mundo: la caída del muro de Berlín y de los regímenes totalitarios de la ex URSS, que ensuciaron el nombre del socialismo y fueron pasados por encima por sus propios pueblos. Como producto de esos cambios todavía hoy existen luchas y procesos en los países del este europeo. En otra situación y enfrentando a los viejos partidos de los regímenes democrático-burgueses, en Latinoamérica surgieron y avanzaron después los procesos revolucionarios como en Venezuela, Bolivia o Ecuador, procesos que aún perduran con un carácter nacionalista. Cada uno de estos hechos, que tomamos como ejemplos, reflejaba el contexto internacional que existía en su momento.
Como no podía ser de otra manera, estos nuevos procesos que hoy se desarrollan en el norte de África, son un subproducto directo de una nueva etapa mundial signada por un sistema dominante en crisis, con sus consecuencias sociales y políticas, y con el debilitamiento sostenido del imperialismo y sus regímenes afines como las autocracias del Magreb. Abriendo lugar a que la indignación e impotencia de un joven trabajador y universitario que se incendia a falta de futuro, genere el inicio de un proceso de movilización histórico. Estamos entrando a un profundo proceso de revoluciones democráticas de nuevo tipo, que en su inicio tienen mucho de revoluciones políticas contra el régimen dictatorial pero que por el marco mundial son revoluciones que combinan demandas democráticas con demandas sociales de poblaciones postergadas. Sobre este nuevo tipo de revoluciones democráticas tendremos mucho que aprender y estudiar. En principio, creemos que como todo proceso de revolución no se lo puede analizar estáticamente, es decir, creer que si caen las dictaduras se detiene el proceso. Precisamente será lo contrario por la combinación de tareas democráticas pendientes y por la crisis mundial. La caída de Ben Alí o ahora de Mubarak abrirá la pelea por demandas laborales, sociales, alimentarias, y esta combinación golpea en los hechos el corazón del dominio capitalista en la región, y a su vez dinamizarán las movilizaciones en otros países. Esta dinámica que por supuesto dependerá del desarrollo de alternativas políticas que planteen cambios de fondo, es la que aterra al imperialismo yanqui y europeo, que impulso y alentó la expoliación de África durante décadas.
El proceso iniciado en Túnez y hoy continuado en Egipto, con las movilizaciones incipientes pero en aumento en Yemen, Marruecos, Argelia y Jordania expresan el profundo malestar y hartazgo social frente a regímenes dictatoriales, pero a su vez frente a condiciones de vida que empeoran al compás de la crisis mundial. Todos podemos ver las movilizaciones en distintos países que reclaman alimentos, una baja en los precios o trabajo. Y también, vemos a miles de jóvenes, muchos de ellos universitarios encabezar las protestas. Son los cientos de miles que no tienen futuro, y que la propia crisis internacional le cerró una de las pocas puertas que tenían: la entrada a Europa en busca de una perspectiva. La crisis europea que sacudió al mundo durante el 2010, y que sin duda va a continuar, fue originando un giro más represivo en política migratoria. Y esto aviva la explosión interna de los países más pobres del norte de África incluso en su conciencia, ya que el impacto de ver países del primer mundo en crisis alimenta la necesidad de lograr cambios profundos en sus propios países.

La importancia de las tareas democráticas

Los hechos en curso replantean una vez más, el peso enorme que tienen las tareas democráticas en países dependientes, coloniales o semi coloniales. No solamente en sentido de derribar las dictaduras existentes, sino de resolver también tareas democráticas en sentido de la independencia nacional y de nuevos regímenes políticos. En el Magreb, en toda África y también en nuestro continente, habrá cada vez más procesos de movilización y procesos políticos contra el poder trasnacional, contra las injerencias imperialistas y por la recuperación de las riquezas naturales y recursos estratégicos. En el caso de Egipto y el Magreb, será la pelea por el control del Canal de Suez y por un comercio soberano y al servicio de las necesidades populares, recuperando el control del “oro negro” de la región. No casualmente, Túnez era considerado, hasta antes de la revolución, un paraíso para los inversores. Y también será necesaria la demanda de incautar todas las riquezas y fortunas de los gobernantes. En nuestro continente, los procesos de independencia nacional o emancipatorios también tienen mucha tradición y hoy se expresan en la pelea contra las mineras, las empresas petroleras, la defensa del agua y contra la injerencia de los organismos internacionales de crédito. Y estas peleas forman parte de un mismo proceso mundial que lejos de detenerse irá en aumento.
Junto con esto, las tareas democráticas apuntan también a los regímenes políticos. Si cae Mubarak ¿Qué régimen y qué gobierno hace falta? No es nuestra intención dar recetas a la distancia. Pero surge evidente, que hace falta liquidar el parlamento dictatorial, y abrir un debate constituyente donde el pueblo egipcio debata y decida un nuevo proyecto de país, donde las organizaciones obreras, populares y de la juventud tengan un rol protagónico. No es casual, que en su desesperación, el gobierno de Obama y la Unión Europea quieran lograr una transición rápida y acordada, donde ellos sean arquitectos del régimen que vendrá. Que no será el ideal para sus intereses, pero que a su vez saben puede ser mucho peor si el proceso de movilización continúa.
Las demandas democráticas, en todas sus variantes, se combinan objetivamente con el avance a medidas políticas y económicas anti imperialistas y anticapitalistas, y será aún más en esta etapa del mundo. Donde para resolver las necesidades básicas de millones, inevitablemente tiene que avanzarse a procesos independentistas y a la vez contra las ganancias e intereses del capital internacional. ¿O como darle trabajo y un futuro a esos cientos de miles de jóvenes sino es tocando los intereses trasnacionales, de las grandes empresas y del sistema financiero? Surge con evidencia clara, que quienes planteamos un rumbo anticapitalista tenemos que impulsar con fuerza las demandas y movilizaciones democráticas, y a la vez alentar la construcción de alternativas amplias que impulsen este camino, que aunque parta de reclamos democráticos, dialécticamente y en medio de la crisis global, puede avanzar en algún punto y combinarse en sentido socialista.

Vientos de cambio como expresión de un fenómeno mundial

Con las huelgas generales europeas del 2010 y el actual proceso abierto ahora en África, estamos presenciando los primeros episodios de un nuevo contexto mundial. No son fenómenos casuales ni aislados, sino la resultante política y social de un sistema de dominación en decadencia, que por un lado empeora las condiciones sociales de vida y por el otro no tiene la fortaleza para evitar el estallido popular. En nuestro continente, aunque a otro nivel, hay también procesos importantes de luchas sociales y acompañados a estos, nuevos fenómenos políticos que, de una u otra forma, son la expresión superestructural de una dinámica de cambios objetiva, por el empuje de millones que buscan nuevos caminos.
Quienes en Argentina estamos construyendo unitariamente el Movimiento Proyecto Sur, sentimos antes las movilizaciones del pueblo egipcio una enorme inyección de optimismo. Porque hoy son el punto más avanzado del hartazgo a los viejos partidos y regímenes. La decadencia, de los partidos que en el mundo han permitido el vaciamiento de sus países abre las puertas al surgimiento de nuevas alternativas. Y este proceso, se evidencia también en Argentina. Sobran razones, para creer que el cambio por el que luchamos es posible. Visto el mundo actual, hay mayores condiciones que antes para construir herramientas políticas que disputen el poder real frente a los viejos partidos. Y esas herramientas, solo pueden construirse y adquirir peso de masas, si son el reflejo de diversas corrientes y sectores políticos y sociales, que en unidad, logren una superación. Ese es el desafío del 2011 en nuestro país, fortalecer el Movimiento Proyecto Sur, la candidatura de Pino Solanas a Presidente y el darle fuerza orgánica nacionalmente en los sectores obreros, populares, medios y entre la juventud. En esa tarea estamos comprometidos. Mientras desarrollamos una campaña de solidaridad y apoyo a los pueblos que en el norte de África y en Medio Oriente, nos muestran que el cambio es posible, que se puede. Y que estamos en los inicios de importantes cambios en el mundo.