Línea 60: Los trabajadores calientan los motores
En el último día del mes de agosto, los trabajadores de la línea 60, junto a su cuerpo de delegados, empezaron a recorrer los primeros pasos de un plan de lucha. Empezaron a calentar los motores, porque los ánimos ya vienen calientes, porque la empresa DOTTA –como siempre- no cumple con ninguna de las actas que firma en el ministerio.
Sigue habiendo compañeros despedidos injustamente por la empresa, que los mantienen con las colectas y actividades que hacen lo trabajadores y los delegados mes a mes. Sigue habiendo malas liquidaciones de salarios para los trabajadores de la línea, mientras la empresa se llena los bolsillos con subsidios millonarios. Se mantiene y se intensifica el acoso laboral hacia los trabajadores. El servicio de la 60 es cada vez peor, con servicios más espaciados en el horario, con ramales con muy pocas unidades, que hacen que los pasajeros tengan que sufrir diariamente para viajar. Todo esto, mientras la empresa tiene 60 unidades paradas en la Noria.
Y a todo esto, se sumó la agresión al compañero Héctor Cáceres y a su familia, que le quemaron el auto y recibió amenazas de todo tipo.
Por eso la bronca de los trabajadores empezó a calentar los motores. Y el 31-8 cortaron por casi dos horas, la avenida Maipú en Puente Saavedra, cruzando colectivos y entre bombos y petardos, haciendo escuchar su reclamo. La solidaridad de todos los trabajadores de las líneas que tienen allí sus cabeceras fue emocionante. Los compañeros de la 68, los de la 203 y la 365, la 151, y los que pasaban de la 59, la 168, y muchas otras empresas, les decían “aguante la 60”, “no aflojen”, “estamos con ustedes”, y se confirmaba que están yendo por el buen camino.
No se puede permitir que sigan agrediendo y amenazando a los compañeros delegados. No se puede tolerar que todavía haya compañeros despedidos. Y exigen que se acaben las malas liquidaciones ya mismo. Sabemos que como todo plan de lucha, hay que ir empezando de menor a mayor, pero los motores ya empezaron a calentarse y la sangre de los trabajadores de la 60, también.
Sergio Paz