De revoluciones y restauraciones. Debates sobre estrategia revolucionaria
¿Por qué involucionó la Revolución Cubana? El bloqueo, el rol del imperialismo. Revolución permanente, salto de etapas y Estado obrero deformado. Burocratización y democracia obrera. Debates clave de estrategia política en el siglo XXI.
Repasemos para empezar las conquistas de la revolución en Cuba:
En el quinto mes de tomado el poder se promulgó la Ley de Reforma Agraria que abolió el latifundio y distribuyó las tierras entre campesinos pobres a la vez que se montaban granjas estatales.
También el primer año se redujeron las tarifas de la energía eléctrica y empezó un proceso de expropiaciones de capitales nacionales y extranjeros. Se nacionalizan empresas azucareras y se expropian la Shell y Texaco.
Se avanza además en la estatización de empresas yanquis de azúcar, petróleo, teléfonos, casinos, hoteles. En total fueron cerca de 500 unidades de producción capitalista expropiadas.
Se erradicaron el hambre, la mortalidad infantil y el salto en el sistema de salud fue impresionante con el esquema de médico de familia y salud preventiva. En pocos años se erradicó el analfabetismo.
¿Cómo fue entonces qué se pasó de ese panorama de conquistas sociales inocultables a este presente de restauración capitalista en curso? ¿Por qué la encrucijada y retroceso de la revolución. Obviamente el bloqueo siniestro, criminal del imperialismo es un factor crucial, importante. Lo que queremos discutir acá es un balance político de la orientación hacia adentro de la isla y en el plano latinoamericano e internacional de la dirección política de la revolución, del PC de Cuba. En tiempos de crisis capitalista como estos, polarización y desafíos para la izquierda, repasar críticamente las experiencias contemporáneas de cambio social es una obligación militante.
Deformación de origen: burocracia y autoorganización de masas
La revolución en Cuba se produce con una marca de origen: la inexistencia de instituciones autogestivas de base, soviéticas. Es el partido-ejército, totalmente centralizado el que conduce el proceso. Esta realidad marca la primera contradicción, escollo y desafío no resuelto, sino cristalizado por la dirección cubana. El Che intuyó este problema que limitaba la autoorganización, deliberación, educación y movilización de masas. Lo plantea en su trabajo El Socialismo y el Hombre en Cuba. Sin embargo, no le da salida concreta y apuesta a la «educación moral del partido» hacia las masas. Es decir: toda la iniciativa parte de Fidel -esencialmente- y el pueblo acata, comprende y hace. Esa lógica no se supera y a partir de la muerte del Che en Bolivia, directamente se institucionaliza el monopolio político del PC y el monolitismo burocrático. Prohibición de partidos, control absoluto y asfixiante en el movimiento obrero de la Central Única, estrangulamiento de toda crítica y un hecho que va a significar una bisagra: el apoyo de Fidel -ya convertido en garante del Kremlin en América Latina- a la represión del Ejército Rojo estalinista a la movilización antiburocrática del 68 en Praga, la conocida Primavera de Praga. Sin el impulso de la democracia obrera y campesina, socialista en la isla, sin el estímulo del potencial revolucionario, creativo, crítico y autocrítico de masas, la revolución va consolidando un régimen de Estado obrero deformado, burocrático. Esta es una arista central que explica las derivas de la revolución.
La revolución salta etapas, la dirección congela el proceso permanentista
Cuba corrobora varias tesis importantes del marxismo revolucionario, del enfoque aportado por Trosky a la lucha por el socialismo mundial. Primero, países semicoloniales como Cuba no recorren las etapas «normales» del desarrollo capitalista de los países avanzados. Saltan etapas. La ley del desarrollo desigual y combinado lo explica perfectamente. Así en Cuba, para garantizar la tierra y la independencia nacional, la dirección de Fidel y el Che tuvo que utilizar métodos de movilización revolucionaria y expropiar a la burguesía para defender las primeras conquistas democrático-burguesas. A la vez, la misma Cuba prueba la validez de la teoría de la revolución permanente que explica el carácter mundial de la lucha contra el capitalismo, y que no hay «empate» en la dialéctica revolución-contrarrevolución: avanza una u otra, o lo que no avanza retrocede. Por eso, esos extraordinarios recursos de comprensión científica de la realidad del capitalismo actual, plantean la obligación del internacionalismo, como medida elemental de consolidación de las conquistas revolucionarias nacionales, como primer capítulo de una lucha de alcance mundial. Sin esa orientación y política, los procesos tienden al aislamiento, la asfixia y el retroceso. La dirección de Castro desechó conscientemente esa línea, aplicó socialismo en un solo país y coexistencia pacífica, la estrategia de la URSS estalinizada. Y al interior de la isla, monolitismo burocrático. Esa combinación estranguló la revolución en el continente.
El simulacro de los aduladores
La totalidad del llamado progresismo latinoamericano reivindica a Castro y le rinde homenaje. Desde Maduro a Correa, el kirchnerismo, obviamente el PC, agrupaciones como Patria Grande y la mayoría de la izquierda campista. Sin embargo, esas formaciones políticas que silencian las responsabilidades del castrismo en el retroceso de la revolución, tampoco ni de lejos, gobernando hace poco o estando todavía en el poder, imitan lo más mínimo de la etapa revolucionaria de Cuba. La revolución y su pueblo son grandes, avanzaron en derechos sociales y la independencia nacional, porque rompieron con el capitalismo, porque se animaron a expropiar a la burguesía, porque confrontaron con el imperialismo. Los epígonos de Castro, en el continente, consolidaron la dependencia, aseguraron la presencia de las peores corporaciones del despojo neocolonial y no tocaron la propiedad privada capitalista-imperialista en lo más mínimo. Fueron el posibilismo ideológico y la utópica administración «social» del capitalismo en la última década. Hay que decirlo también: todo por consejo del propio Castro. Es esa la razón clave -otra vez la revolución permanente actuando- de que esos procesos hayan ido retrocediendo abriendo el camino del gobierno a expresiones políticas a derecha, como Macri o Temer. Nosotros de Cuba, además de su defensa incondicional frente al imperio, reivindicamos la etapa heroica de las expropiaciones como el camino para imitar en la actual. Sin adular, criticando lo que deba ser criticado.
Ruptura revolucionaria, sin concesiones reformistas
Como explicamos en otro artículo de esta edición, la restauración está en curso. Para oponerle un camino alternativo es urgente revolucionar la revolución, democratizar a fondo el proceso. Sin pluripartidismo, sin libre circulación de ideas, sin independencia y democracia sindical, sin libertades plenas para la clase obrera y el pueblo -no para los gusanos-, la situación no tiene salida positiva. La defensa internacionalista de la revolución es un punto de partida para todo revolucionario, pero sin una reorientación global del proceso desde la isla, el panorama es oscuro. Más que nunca con la revolución y su pueblo heróico. Más que nunca por la democracia obrera, socialista en Cuba. Más que nunca con el Che y su consigna por «uno, dos, tres, cien Vietnam». Internacionalismo hoy, es sinónimo ineludible de lucha anticapitalista y socialista. Reagrupar a los revolucionarios en América Latina para esa tarea es crucial en esta etapa de la lucha de clases continental.
Mariano Rosa