Ante la anunciada ruptura de la CTA Autónoma
En la última semana se ha instalado en diversos medios la ruptura de la CTA Autónoma. Un sector de dirigentes procedió a la apertura de una nueva “sede nacional” y a poner en pie una entidad denominada llamativamente “CTA Perón”. Esta medida política, ratificada por declaraciones de varios de esos dirigentes, pertenecientes al sector encabezado por Víctor De Gennaro y Hugo Godoy (ATE) es el corolario de una crisis que se fue desarrollando en el último año y medio.
Cuando Macri culmina su primer año de gobierno con una crisis política y se dispuso a retomar la ofensiva motivando diversos conflictos, estos dirigentes en lugar de poner las energías en la mayor unidad de acción para derrotar el ajuste, hacen esta movida rupturista y funcional al gobierno. Pero también implica el capítulo final de un proyecto que nació proponiéndose como distinto al del viejo sindicalismo cegetista y terminó reproduciendo sus rasgos principales. Defraudando a honestos compañeros que se comprometieron en la construcción de una central autónoma y para la lucha.
Génesis de una crisis anunciada
La CTA se gestó en los años 90 como alternativa a la CGT y generó expectativas. Pero más allá de reivindicar la autonomía y la libertad sindical, nunca rompió a fondo con el viejo modelo sindical ni se planteó, desde la autonomía, ser un ariete para poner en pie una alternativa política independiente de los trabajadores. En lugar de poner en el centro la unidad para la lucha y la coordinación con todo el sindicalismo combativo y de izquierda, privilegió las peleas internas y reprodujo, en la central y muchos de sus sindicatos, diversos rasgos del viejo modelo peronista al que muchos de sus cuadros y activistas querían superar y se subordinó a proyectos de centroizquierda que fracasaron. En lugar de democratizar el funcionamiento de la central, se mantuvo un estatuto que no contempla la representación proporcional de las distintas corrientes de opinión, la revocabilidad, el control financiero por la base y otros mecanismos democráticos.
En lugar de disputar para avanzar sobre nuevos sectores que necesitaban una nueva conducción, privilegió la autoproclamación y no logró avanzar en su desarrollo sobre los grandes contingentes del movimiento obrero privado e industrial. Por eso fue desgastándose como proyecto porque no ofreció nada nuevo a los activistas que buscaban más democracia y organización para luchar por una nueva dirección. Por eso luego del creciente retroceso sobrevinieron las rupturas.
Otra oportunidad desperdiciada
Después de la ruptura de 2010 con el sector de Yasky, se puso en pie la CTA Autónoma que resistió la cooptación. Y hubo un período en el cual la central jugó un rol positivo enfrentando al gobierno K, generando iniciativas e impulsando la unidad de acción con la CGT que motorizó los paros nacionales. Pero al no superarse esos problemas estructurales y de estrategia de construcción, la central se estancó y luego entró nuevamente en dinámica de crisis. La misma pega un salto con la feroz interna caníbal entre las verdes de ATE que, en su raíz y tratándose del gremio hegemónico de la CTA, tiene las mismas causas estructurales: un modelo burocrático que hoy hace aguas y no solamente divide y feudaliza al sindicato y debilita las peleas, sino que ha sido uno de los factores clave en este lamentable desenlace de la CTA.
El advenimiento de la etapa Macri aceleró la crisis que desemboca en esta anunciada nueva división. La multiplicación de los conflictos ha encontrado a la CTA A paralizada. Eso impidió una respuesta unificada para rodear de solidaridad las luchas y una orientación de unidad de acción. La corriente orientada por De Gennaro y Godoy, mayoritaria en la conducción nacional de ATE, no sólo tuvo la principal responsabilidad en la crisis de ATE y de la central, sino que se ubicó mal políticamente desde la asunción de Macri, corriéndose hacia la derecha y boicoteando las iniciativas de la CTA A y en unidad de acción con otros sectores.
Una estrategia opuesta a las necesidades de los trabajadores
Los ahora impulsores de la CTA “Perón” no aceptaron diversas propuestas de unidad y que sea la base quien decida. Por eso rechazaron la necesidad de convocar a un congreso federal para discutir un plan de acción, reformar democratizando los caducos estatutos actuales e incluso convocar a elecciones anticipadas.
Por el contrario profundizaron un curso de división, no sólo por su visión autorreferencial, sino porque apuntan a una estrategia diferente, a una “nueva etapa” como definieron los referentes de ese sector. Lejos de la integración pluralista de las distintas corrientes, apuntan a un modelo de construcción burocrático y de pensamiento único, al parecer donde sólo tienen cabida los que coincidan con los postulados de la UP con su vieja receta de centroizquierda. Una receta que ya se probó en el país y siempre fracasó (Frepaso, Alianza, ARI, etc.). Otra vez, la subordinación de la central a un pequeño proyecto político que fracasó, sólo podía agravar la crisis y alejar a la central de todo postulado de autonomía. Por eso son refractarios a la izquierda y proponen una vuelta a las recetas del pasado y a la reivindicación del peronismo. Esta estrategia política los ha llevado a rechazar la unidad de acción, a boicotear las grandes movilizaciones de 2016, incluida la Marcha Federal, que más allá de sus limitaciones miles de trabajadores tomaron la misma como un canal de protesta y a defeccionar de los principales conflictos que requerían de la mayor unidad. Y a practicar una política de alianzas criticando a la izquierda y coincidente con los movimientos político sociales que, apoyados por la Iglesia, firmaron la tregua con el gobierno.
Por una nueva dirección clasista y un modelo sindical democrático
Las necesidades y tiempos del movimiento obrero hoy requieren de otras tareas. Hay un cambio de escenario en el país, los trabajadores pelean pero la mayoría de la vieja dirigencia sindical abona a la gobernabilidad y la paz social, aislando las luchas e impidiendo que, aunque la rebeldía es muy potente, no se pueda derrotar el ajuste. Y hay nuevos delegados y activistas antiburocráticos que marcan esa nueva dinámica y requieren de una referencia que los aglutine. Por ello la estrategia pasa por la disputa por una nueva dirección clasista para el movimiento obrero y un nuevo modelo sindical democrático. Todo intento de recurrir a viejas recetas, está destinado al fracaso y es funcional al gobierno y las corporaciones.
Se necesita la mayor unidad en la acción con todos los sectores dispuestos a enfrentar al gobierno. Pero, al mismo tiempo, tenemos que profundizar la pelea por un polo de reagrupamiento del sindicalismo clasista y de izquierda para avanzar no sólo en el apoyo y coordinación de todas las luchas más allá de quién las encabece, sino para ponerse al servicio de los nuevos dirigentes de base que surgen en los gremios, para impulsar listas de oposición combativas y que esté al servicio de la mayor unidad de acción con otros sectores. Ese es el camino hacia la central democrática y combativa que necesitamos los trabajadores. Hay una gran oportunidad por los avances, desiguales pero crecientes, de nuevos dirigentes en amplios sectores de estatales, docentes, salud, transporte y también en gremios industriales y el peso en ellos de la izquierda. Una coordinación de todos esos delegados, internas, sindicatos y agrupaciones sería un impulso fenomenal para apoyar las luchas y unificarlas y para que avance en proceso de recambio sindical más de conjunto. Lamentablemente las fuerzas del FIT, privilegian sus peleas internas y ni siquiera se avienen a un plenario de unidad de todo el sindicalismo clasista para abrir este debate y poder avanzar.
Convencidos que se necesita construir algo nuevo, llamamos a todos los compañeros que participan en la CTA y sus gremios a abrir este debate y a impulsar juntos la pelea por un nuevo modelo sindical y una dirección clasista y de lucha para el movimiento obrero.