El movimiento revolucionario ruso
En conmemoración del centenario de la Revolución Rusa de 1917, Alternativa Socialista publicará una serie de artículos a lo largo del año, resaltando sus principales hechos, debates y enseñanzas. En esta segunda entrega, nos ocupamos del surgimiento del movimiento revolucionario ruso, de los populistas a los bolcheviques.
La Revolución Francesa que catapultó a la burguesía al poder en Europa no llegó a Rusia. De hecho, la monarquía rusa encabezó la Santa Alianza que impuso la restauración monárquica después de la derrota de Napoleón en Waterloo. Las secuelas de aquella revolución que sacudieron Europa en 1830 y 1848 tampoco afectaron al imperio ruso. En Europa occidental la burguesía propulsaba la segunda revolución industrial y transformaba los viejos regímenes absolutistas en republicas y monarquías constitucionales funcionales al desarrollo económico y político capitalista. Mientras tanto, en Rusia el absolutismo y las relaciones económicas feudales perduraban.
La industria moderna llegó tarde a Rusia, pero llegó en su forma más avanzada. Un par de ciudades concentraban las fábricas más grandes y avanzadas del mundo, rodeadas por un mar de cientos de millones de campesinos atados a la tierra y gobernados por una tiranía medieval. Este desarrollo desigual y combinado de la economía tuvo su correlato en el plano ideológico. La ideas de la revolución burguesa llegaron tarde y combinadas con ideologías más modernas. El marxismo, que se desarrolló en base a la crítica del capitalismo europeo, tuvo en la Rusia atrasada una interpretación particular que marcó el desarrollo del movimiento revolucionario ruso.
El populismo campesino
La primera corriente revolucionaria de peso en Rusia fue el movimiento narodniki, o populista. Tomaron de Marx su denuncia del capitalismo y dictaron que Rusia podía directamente saltear la sociedad capitalista y construir el socialismo una vez que derrocaran al zarismo. El mir, la tradicional comuna campesina rusa, sería la base de la nueva sociadad socialista. Por ende, su estrategia revolucionaria era la de incitar a la rebelión campesina. La principal organización populista, Zemlya i Volya (Tierra y Libertad) fracasó en su mayor intento por encender al campesinado en 1874. El vuelco masivo de militantes al campo no logró convencer a los campesinos y terminó con 4000 de ellos arrestados.
La conclusión que sacaron fue que si los campesinos no estaban dispuestos, los revolucionarios tendrían que actuar por su propia cuenta. Viraron hacia el terrorismo individual. El hermano mayor de Lenin fue ejecutado en uno de los intentos frustrados de asesinar al zar, pero en 1881 lograron el cometido, matando al zar Alejandro II. El resultado no fue el levantamiento popular que esperaban, sino una reacción que aplastó a las organizaciones revolucionarias y fortaleció a la autocracia.
El «padre» del marxismo ruso
Estos fracasos llevaron al revolucionario Gueorgui Plejánov a romper con Zelmya i Volya. En 1883 fundó el Grupo por la Emancipación del Trabajo y sentó las bases ideológicas y estratégicas del marxismo ruso. Plejánov planteó que, por el atraso económico de Rusia, el objetivo inmediato de la revolución sería instalar una democracia burguesa, pero que la debilidad de la burguesía rusa impedía que esta persiguiera ese fin consisten-temente, por lo cual la joven clase obrera tendría un rol central. «El movimiento revolucionatio en Rusia triunfará como movimiento de la clase obrera, o nunca triunfará», escribió en 1889.
Durante una década el Grupo por la Emancipación del Trabajo dirigió desde el exilio una red de grupos de estudio marxistas. El joven Vladimir Ilich Uliánov (Lenin) se sumó a uno de ellos cuando se mudó a San Petersburgo en 1893, en el momento en el que la organización dió un giro hacia la agitación en el seno de la clase obrera.
El vuelco de los marxistas estudiosos encontró terreno fértil en las fábricas, donde empalmaron con la incipiente organización sindical, que fue rápida y masiva en esos años. A la par del avance de los trabajadores en sus luchas, se desarrolló una corriente «economisista» entre los marxistas. Impactados por el éxito de la organización obrera en pos de sus reivindicaciones económicas (salario, jornada laboral, condiciones de trabajo), los «economisistas» limitaban el alcance de la lucha obrera a las demandas específicas de los trabajadores, relegando la lucha política contra el zarismo a la burguesía liberal.
Lenin combatió esta corriente. Para él, lejos de adaptarse al nivel más bajo de conciencia, la tarea de los revolucionarios era conectar la lucha política con cada conflicto específico y local: «La conciencia de clase no es una conciencia política genuina si los trabajadores no aprenden a responder a toda clase de tiranía, opresión, violencia y abuso, sin importar la clase afectada -si no aprenden, además, a responder desde un punto de vista socialdemócrata y ningún otro.» En la época «socialdemocracia» era sinónimode «marxismo revolucionario».
La chispa se enciende
En marzo de 1898 se intentó unificar a los grupos socialistas dispersos por el imperio ruso en un partido nacional. El congreso que se celebró fundó formalmente el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), pero pocos días despúes ocho de los nueve delegados que habían participado fueron arrestados.
A partir de 1900, desde el exilio, Lenin y Plejanov, junto a un puñado de dirigentes más, fundaron el periódico Iskra (Chispa) para intentar mantener una línea política unificada entre los grupos socialistas que militaban clandestinamente en las fábricas rusas. Para Lenin, ese periódico era fundamental como base del tipo de partido revolucionario que hacía falta. El fracaso del congreso fundacional del POSDR lo había terminado de convencer de que sin una organización centralizada y disciplinada, conducida por militantes revolucionarios profesionales, no sería posible siquiera encarar seriamente una lucha contra el zarismo.
Bolcheviques y mencheviques
La discusión sobre la orientación que debía tomar el movimiento revolucionario colisionó en el segundo congreso del POSDR de 1903. Este se dividió entre bolcheviques (la mayoría) y mencheviques (la minoría) en torno al primer punto del estatuto que definía quiénes se considerían miembros del partido. Los mencheviques planteaban que se aceptara como miembro a todo aquel que coincida con la política del partido, un esquema funcional a una orientación más centrada en las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores que en una lucha política contra el régimen. Lenin logró una mayoría para su propuesta de un partido que cuente entre sus miembros a aquellos que no solo acuerden con la política del partido, sino que además militen activamente.
Hasta 1905, la ruptura se limitaba a la dirección que trabajaba en el exilio. Los grupos que militaban en la clandestinidad no entendían la importancia del asunto, y muchos dirigentes -Trotsky incluido- se ubicaron por fuera de ambas fracciones y trabajaron en pos de la reunificación.
Pero el balance de la revolución de 1905, después de su derrota, reveló el trasfondo político de la división. Los bolcheviques sacaron la conclusión de que la proxima insurrección tendría que ser mejor organizada, preparada y armada, para darle un golpe definitivo al absolutismo. Los mencheviques opinaron que la revolución había fracasado por un radicalismo excesivo que espantó a la burguesía liberal, sin la cual no se podría construir la democracia post-zarista.
Estas dos corrientes del movimiento revolucionario ruso se fueron templando y consolidando durante los años de reacción post-1905 y la guerra mundial. En 1917 sus estrategias, junto a la del Partido Social-revolucionario -una versión moderada de los populistas del siglo anterior- se pondrían a prueba de fuego.
Federico Moreno