Ganar las calles el 6, 7 y 8M y seguirla con paro y plan de lucha
Se disparó la temperatura en la caldera social rechazando el ajuste y la corrupción macristas. Docentes, trabajadores y mujeres colocaron tres días de lucha forzando a los dirigentes a ir más allá. Se resquebrajan los acuerdos de gobernabilidad y emerge la energía social. Hay que darle continuidad al 6,7 y 8 M. Reclamando y preparando el paro nacional.
Macri comenzó el año contraatacando para recuperar terreno. Venía de un 2016 en el que tuvo dificultades para aplicar el ajuste en toda su magnitud por la resistencia obrera y popular. Los acuerdos de gobernabilidad tejidos con la CGT, un sector de movimientos sociales y la oposición tradicional, bendecidos por la Iglesia, le permitieron pilotear la tormenta y que la cosa no pasase a mayores. Este año pretendió retomar la iniciativa con otra oleada de despidos y suspensiones, nuevos tarifazos, medidas de flexibilización laboral y un techo a las paritarias. Pero la cosa se le complicó. Desde el establishment reclaman que Macri cumpla con su palabra de desalojar las calles y bajar el costo laboral. La oposición empezó a criticar. Los que habían firmado la paz social, comenzando por la la CGT, después de haber acompañado al gobierno, se vieron obligados a anunciar medidas. Ratificaron la marcha del 7 y vuelven a anunciar un paro nacional.
Grietas en las alturas
El viraje cegetista, más allá de sus tremendos límites, expresa una concurrencia de factores. Refleja las críticas de sectores patronales ligados al “mercado interno” ante la apertura indiscriminada a las importaciones. También demandas al gobierno por la lentitud en recibir el botín de las obras sociales. Expresa los movimientos en el tablero político de una oposición que con Massa/Stolbizer y las distintas ramas del PJ, pretenden capitalizar electoralmente el desgaste del macrismo, sin sacar completamente los pies del plato de la gobernabilidad. Pero fundamentalmente, las movidas cegetistas, acompañadas por el apoyo de ambas CTA, expresan un salto en la conflictividad, de la mano de los docentes, los trabajadores de la salud, docentes universitarios y decenas de sectores que se rebelaron contra el techo salarial. Asimismo peleas de resistencia contra la flexibilización y despidos como AGR y otros.
La necesaria unidad de acción
Las peleas del año pasado fueron muy importantes, empantanaron parcialmente el ajuste, pero no lo derrotaron por el rol de las direcciones burocráticas. Y eso implicó miles de despidos, suspensiones y pérdida salarial. Hubo algunas movilizaciones que obraron como canal de expresión, pero no tuvieron continuidad, como la Marcha Federal, o fueron utilizadas para descomprimir como la movilización del 29 de abril. El paro nacional nunca llegó. Ahora no puede suceder lo mismo. Se necesita la mayor unidad de acción para derrotar el ajuste. No podemos confiar en una medida aislada de la CGT. Ni en el apoyo de las CTA que, si bien llaman a movilizar y hablan del paro, vienen envueltas en un fuerte debate interno. Asimismo la dirigencia de ATE que, dividida, intentó alternativizar las medidas del 6 en lugar de llamar con claridad a apoyar a los docentes o que el 7 no convoca con fuerza y no levanta la exigencia de paro nacional. Pese a estos escollos, hay paro de 48 o 72 hs de docentes, CONADUH, salud (FeSProSa), estatales y se ratificaron las marchas educativa del 6 y de la CGT del 7. Esos días hay que ganar las calles y reclamar la continuidad con un paro nacional.
Un programa de emergencia
El apoyo a los docentes para romper el techo salarial es el punto que encabeza los reclamos. Si ganan los docentes, ganamos todos. Por eso el 6 hay que hacer grande la movilización educativa y apoyar a los docentes contra el gobierno y sus carneros a sueldo. Y el 7 marchar con una columna de la izquierda y el clasismo de manera independiente de la burocracia a la marcha de la CGT levantando un programa que recoja las reivindicaciones obreras. La convocatoria “en defensa del trabajo y la industria nacional” es confusa; consonante con el apoyo de sectores patronales y de la oposición pejotista. Hay que levantar un programa obrero de emergencia. Reclamando por paritarias sin techo y un aumento general de salarios, jubilaciones y planes sociales actualizados de manera automática según la inflación real. Exigiendo la prohibición por ley de despidos y suspensiones, la apertura de los libros de toda empresa que aduzca procedimiento de crisis, el reparto de las horas de trabajo y la estatización con control obrero de toda empresa que cierre o despida. Planteando la anulación de los tarifazos y la reestatización bajo control de trabajadores y usuarios de las empresas de servicios. Una reforma tributaria progresiva y la suspensión de pagos de la deuda, para volcar esos recursos para trabajo, salario, salud y educación, entre otras medidas. Este programa, junto a la exigencia de continuidad con un plan de lucha, junto a otras medidas de fondo, debe discutirse en asambleas y plenarios.
Es hora de un paro activo
El “6, 7 y 8” no puede quedar sin continuidad. Se impone el paro activo nacional y un plan de lucha. Al tiempo que le reclamamos a las centrales esa convocatoria inmediata, hay que prepararlo desde abajo en asambleas, plenarios y reuniones de activistas. Es una necesaria combinación de reclamarlo y concretarlo, para que no sea una expresión de deseos o una bravuconada publicitaria. El sindicalismo clasista y de izquierda, junto a miles de activistas combativos viene piloteando la oposición en varios gremios y empujando muchas de las peleas. Asimismo sostiene la toma de AGR y está organizando una columna diferenciada para la marcha del 7. Son pasos importantes pero está pendiente el desafío de la unidad para conformar un polo de referencia. Sería cualitativo para apoyar mejor las luchas y para motorizar una mayor unidad de acción. Y jugaría un papel determinante en el reclamo y la preparación del paro nacional y el plan de lucha que se necesitan. Pero también hay que dar una clara señal de unidad del clasismo hacia la estrategia de disputa por una nueva dirección y un nuevo modelo sindical en el movimiento obrero. Esta burocracia no va más. Ni la que traiciona abiertamente, ni la que regula los conflictos. El sectarismo (como el del FIT) y el oportunismo de otros sectores de izquierda que capitulan a variantes de la burocracia, vienen impidiendo la confluencia en ese polo que necesita el proceso de recambio sindical para pegar un salto. Desde la Corriente Sindical del MST venimos aportando en este desafío vital para el futuro del movimiento obrero.
Guillermo Pacagnini