El medioambiente y la transición al socialismo
Las temáticas ambientales, ecológicas, son parte del debate público. No se puede obviar semejante problema planetario. Sin embargo, el poder trata de distorsionar la interpretación de sus causas, encubrir, confundir. En el campo de la izquierda hay muchos debates. Uno de los más interesantes/apasionantes es el que radica en cómo salir del modelo extractivo hacia otro sistema de producción y organización social, ecológicamente viable. Nuestro enfoque.
El capitalismo inexorablemente depreda, contamina, destruye. La ley básica que moviliza este sistema, la realización de ganancia privada, subordina la producción social y a la vez, transforma todo en recursos tácticos para ese objetivo primordial: la valorización capitalista.
Por eso, el impacto socioambiental de la actual modalidad productiva, no es una derivación accidental, contingente, excepcional. Contrariamente, el desarrollo de fuerzas destructivas es indisociable del capitalismo en su etapa de sobrevida decadente. El interés de clase del 1 % de la humanidad impone una racionalidad a las cosas que contrasta de forma dramática con el interés antagónico de la mayoría trabajadora. En la contradicción básica de clases en toda su cruda expresión. Bajando a tierra esto que queremos afirmar, podemos ejemplificar rubro por rubro de la vida productiva del sistema capitalista:
- Matriz de energía: desde la década del 70 del siglo pasado, los más notables -e insospechados de marxismo- climatólogos de la academia alertan sobre la alteración del clima como resultado de la emisión de gases de efecto invernadero. Recomiendan desde esa época, sustituir el uso de hidrocarburos por otras energías con previsiones catastróficas en el corto plazo.
- lIndustria alimentaria: la mutación de la comida en nicho de mercado, transformó todo. Las grandes corporaciones del sector -Nestlé por ejemplo- no paran de multiplicar en sus staff de personal la incorporación de psicólogos, publicistas, especialistas en marketing. Lo central es aumentar el volumen de calorías consumidas por persona que compra. Esto implica un enorme impacto en la salud de la humanidad. Se incorporan grasas y adictivos para estimular el sobreconsumo. El daño a la salud es aquí también, una consecuencia previsible. Lo central es la rentabilidad empresaria.
- lAgronegocio: como parte de la contraofensiva capitalista para bajar costos y aumentar tasa de ganancia, está el reducir la inversión en reponer la fuerza de trabajo, abaratando el costo de los insumos. Por ejemplo: el forraje y el biocombustible. Por eso, se expande la frontera sojero/transgénica y agrotóxica en nuestros países: es rentable. El impacto se mide en el salto exponencial de enfermedades respiratorias y cáncer.
Podríamos dar ejemplos con el uso del espacio público para desarrollo inmobiliario especulativo o la extracción megaminera de oro para reserva de valor. Ahí veríamos como se reducen los espacios verdes que oxigenan, la vida de colapso en las grandes ciudades o como se pulveriza la cordillera y se enajenan glaciares y agua potable. No hay vuelta atrás desde la lógica del capital. Hay que romper, quebrar esa lógica. Pasar de un sistema que produce cosas para vender a un sistema que produzca bienes comunes de utilidad social democráticamente decidido. Revolucionar la producción desde el poder político es el desafío.
Desechar todo productivismo
Nuestro aproximación al debate sobre cómo garantizar un paso transicional del actual modelo a otro sin extractivismo capitalista, tiene como punto de partida, desechar tres planteos:
1) El productivismo en versión posibilista, que sería la visión de los gobiernos de identidad bolivariana, que sin romper con el capitalismo teniendo el gobierno, explican que las semicolonias como nuestros países tienen que recorren las mismas etapas históricas que los países capitalistas centrales. Y una vez transformados en potencias capitalistas independientes, sí pensar en un modelo sin depredación socioambiental. Es la justificación seudo-progresista para encubrir la hegemonía de Monsanto, Barrick o Chevron.
2) El productivismo burocrático, estalinista. Nos delimitamos totalmente del balance de catástrofe de la experiencia de la URSS bajo el estalinismo. Los niveles de emisión de gases de efecto invernadero fueron récord. Eso no fue consecuencia del modelo socialista, sino la derivación de un productivismo burocrático, donde las decisiones las tomaban no el conjunto de los trabajadorxs sino la casta privilegiada usurpadora del poder político. Así se imponían metas de PBI en volumen material de producción con incentivos económicos para los directores de las fábricas que estimulaban el productivismo irracional, antisocialista. No es nuestro modelo.
3) El productivismo de izquierda actual, de las organizaciones del FIT u otras, que aplican la supra-histórica categoría del “control obrero” para reemplazar el análisis concreto de ramas productivas desarrolladas bajo el capitalismo en crisis que no son neutras, sino intrínsecamente contaminantes. El caso más evidente es el de la megaminería donde organizaciones como PO plantean que la salida es “control obrero”. Dinamitar cordillera o lixiviar con cianuro y agua, son modalidades de esta rama productiva, tan contaminantes sea bajo control de la clase que fuere.
Ser revolucionarix, es partir de eso que es más rico que cualquier teoría: la realidad concreta, para transformarla radicalmente.
Medidas de emergencia socioambientales en la transición socialista
Nuestra opinión es que un poder político de trabajadorxs debería afrontar en lo inmediato desafíos cruciales en el plano socioambiental. ¿Qué haría en ese caso? Y aunque es de perogrullo decir que nos movemos en el terreno de las hipótesis -siempre todo condicionado por las relaciones de fuerza y el contexto regional/internacional-, un poder anticapitalista, tal como nosotrxs lo entendemos contemplaría las siguientes medidas de transición con impacto socioambiental positivo:
- Prohibición de la megaminería. Siempre previa consulta popular vinculante. Reconversión laboral con garantía estatal de todxs lxs trabajadorxs de las ramas productivas prohibidas.
- Estatización de todo el circuito hidrocarburífero y transición – con inversión en desarrollo logístico e investigación- hacia una matriz basada en energías renovables y limpias.
- Para garantizar la soberanía alimentaria declarar de “utilidad pública” toda la propiedad terrateniente y sujeta a expropiación sin indemnización. Desarrollo de un plan agrario estatal con repoblamiento masivo, en base a parámetros agroecológicos, sin transgénicos ni agrotóxicos. Comercialización directa con intervención estatal para eliminar la intermediación especulativa que encarece los productos.
- Recuperación gradual de espacios verdes para garantizar entre 12 y 15 m2 por habitante en las grandes ciudades.
- Fomentar el transporte público. Estatal, gratuito, con control social de trabajadorxs y usuarixs. Desincentivar el uso de auto individual.
- Reducción de la producción material en base a producir lo socialmente necesario. Prohibiendo la publicidad como industria del sobreconsumo artificial -reemplazarla por el derecho social a la información- y reducir la jornada laboral con igual ingreso, para fomentar el tiempo libre social.
Estas son algunas de las medidas de emergencia y puente de transición hacia un modelo de producción no-extractivo capitalista, sino otro basado en la producción social de lo necesario determinado de forma democrática de abajo hacia arriba. Así imaginamos un aspecto, en este caso, socioambiental, de la construcción de una nueva sociedad anclada en igualdad de derechos y democracia real. Por este socialismo luchamos desde la Red Ecosocialista y el MST.
Mariano Rosa