Elecciones en Francia: la crisis del viejo régimen político
El domingo 23 de abril fue la primera vuelta de las presidenciales en Francia. Salió primero el liberal Emmanuel Macron y segunda la ultraderechista Marine Le Pen, que pasan al ballotage del 7 de mayo. No pasaron el PS gobernante ni la derecha clásica de Fillon. Jean-Luc Mélenchon, de Francia Insumisa, con casi el 20% de los votos, fue un fenómeno político.
Candidatx | Partido | % de votos |
Emmanuel Macron | En Marcha | 23,8 |
Marine Le Pen | Frente Nacional | 21,5 |
François Fillon | Republicanos | 19,9 |
Jean-Luc Mélenchon | Francia Insumisa | 19,6 |
Benoît Hamon | Partido Socialista | 6,3 |
Nicolas Dupont-Aignan | Francia de Pie | 4,8 |
Jean Lassalle | Resistencia | 1,2 |
Philippe Poutou | Nuevo Partido Anticapitalista | 1,1 |
François Asselineau | Unión Popular Republicana | 0,9 |
Nathalie Arthaud | Lucha Obrera | 0,7 |
Jacques Cheminade | Solidaridad y Progreso | 0,2 |
El resultado de esta elección dejó afuera del ballotage a los dos partidos clásicos del régimen político de la V República: la socialdemocracia gobernante y los republicanos.
El “socialista” Hamon cayó al porcentaje histórico más bajo: 6%. Hollande es el primer presidente que no se postula a su reelección. Hamon se había distanciado del gobierno de Hollande y le ganó las internas del PS al favorito del presidente, el primer ministro Manuel Valls, quien a su vez luego de perder llamó a votar… a Macron.
La debacle anunciada de la socialdemocracia se explica por su ajuste constante a los derechos de los trabajadores y los pobres. Por ejemplo, una reforma laboral antiobrera que hasta ahora ningún gobierno de derecha se atrevió a implementar y frente a la cual existe una importante resistencia.
Tras haber encabezado las primeras encuestas, la derecha clásica del republicano Francois Fillon quedó tercero. Su candidatura estuvo salpicada por denuncias de corrupción por haber nombrado en cargos oficiales a varios familiares y por negarse a renunciar como se lo solicitaron desde su propio partido al saltar el escándalo.
Los outsiders
Hundido el viejo régimen bipartidista, los favorecidos por la votación fueron los outsiders.
El ganador, el liberal Macron con su nueva formación En Marcha, rompió con Hollande tras haber sido su ministro de Economía. Los medios llaman a su organización “un partido líquido”, ya que es nuevo e improvisada. Macron, con un programa liberal pro europeo, dice “no ser de derecha ni de izquierda” tratando de capitalizar el hartazgo con los viejos partidos y las confusiones. Ahora el presidente Hollande, la derecha de Fillon y casi todo el establishment francés y europeo llaman a votar por él en la segunda vuelta.
La otra outsider es la ultraderechista Le Pen, del Frente Nacional, que desde hace años busca lavar el perfl más racista de su padre y mostrar un discurso similar al de Trump: nacionalista, a favor de salir de la Unión Europea, frenar la inmigración y hablar de los “derechos de los franceses”, culpando de las penurias al viejo establishment. Su discurso populista le permitió lograr votos en viejos bastiones obreros y populares por el retroceso del PC y el PS. Logró así pasar al ballotage, aunque casi todos auguran que perderá.
Por su parte, los candidatos de la izquierda trotskista Philippe Poutou (NPA) y Nathalie Arthaud (Lucha Obrera) no lograron empalmar con el descontento popular y obtuvieron votaciones escasas.
El temor del establishment europeo
Pocas semanas antes de la votación, un nuevo fenómeno atemorizó a los voceros que defienden a la UE: el crecimiento de la candidatura de Mélenchon, que dio un salto y se ubicó los cuatro que disputaban el pase al ballotage.
Si bien en forma ambigua, en su programa planteaba redistribuir la riqueza, impuestos a las grandes fortunas, trabajo y derechos sociales para los trabajadores y los pobres, respeto al medio ambiente, integrar a los inmigrantes y salir de la UE, entre otros puntos. Por eso los medios, más allá de su programa reformista, lo ubicaban como el candidato de la “extrema izquierda”. Más allá de su programa limitado y su estrategia pro-capitalista, muchos trabajadores y jóvenes lo votaron expresando la búsqueda de una salida a la izquierda contra el viejo régimen.
Por ejemplo, Mélenchon ganó en el popular suburbio parisino de Seine-Saint-Denis, en la franja juvenil de 18 a 24 años y en varias ex colonias, incluida Guyana en donde hay una huelga general. Según algunos analistas, incluso disputó votos con Le Pen en algunas barriadas afectadas por la crisis: “Tras el primer debate televisado entre los cinco principales candidatos a finales de marzo, Mélenchon experimentó una subida de siete puntos de intención de voto entre los obreros, mientras que Marine Le Pen bajaba cuatro”.[1] Tan vertiginoso fue su crecimiento que hasta era posible un ballotage Mélenchon versus Le Pen. Como ambos proponen salir de la Unión Europea, todo el establishment tembló.
Ni Macron ni Le Pen
Como bien lo señalan nuestros compañeros franceses del grupo La Commune, “Le Pen-Macron, las dos caras de la reacción. Lejos de ser un muro ante el FN, que aprovecha la decadencia de la derecha, Macron, como antes Hollande, le abre el camino a ese partido fascistoide”.
Nada bueno traerá para el pueblo trabajador de Francia el triunfo de cualquiera de esas dos variantes. Con sus matices, tanto Macron como Le Pen son defensores del sistema capitalista imperialista francés. Para frenar al “frente nacional” no sirve el “frente republicano” que ahora casi todos los ex candidatos conforman alrededor de Macron[2]: sólo sirve la movilización obrera, juvenil y popular.
Oportunidad y desafío
Junto a la debacle del bipartidismo tradicional, la reciente elección presidencial en Francia muestra una nueva variante neoliberal (Macron), una fuerte polarización a derecha (Le Pen) e izquierda (Mélenchon), en el marco de un amplio descontento político que también se expresó en el 23% de abstención: 10 millones de electores que no fueron a votar.
Polemizando con quienes solo veían en Europa y en el mundo un avance de la derecha y que con el triunfo de Trump pensaban que era imparable, desde nuestra corriente señalábamos que la crisis de los viejos regímenes políticos, luego de años de ajuste y resistencia popular, provocaría una polarización política con nuevos emergentes a derecha e izquierda que abrirían nuevas oportunidades para construir organizaciones de combate y anticapitalistas.
La alta votación de Mélenchon y en menor medida los votos a los candidatos trotskistas expresan, por la positiva, esa búsqueda de una salida a la crisis desde la izquierda. Para los revolucionarios es fundamental tener en cuenta esa radicalización. En Francia está abierta la posibilidad de construir una herramienta política que gane peso de masas para un programa y una organización anticapitalistas. Una gran oportunidad, un gran desafío.
Gustavo Giménez
[1] CTXT, 21/4/17.
[2] Mélenchon hasta ahora no se pronunció y abrió una consulta entre sus afiliados.
El temor del establishment europeo