Cien días de Trump
El 29 de abril Donald Trump cumplió 100 días en la Casa Blanca. Los principales medios del país norteamericano y del resto del mundo se concentraron remarcar que el nuevo presidente no ha logrado avanzar con casi ninguna de sus iniciativas centrales: anular la ley de salud de Obama, restringir el ingreso de inmigrantes musulmanes, construir el muro fronterizo, implementar una reforma impositiva.
Es igualmente útil, sin embargo, detenerse en aquellas cosas que sí ha hecho en estos primeros 100 días. Armó el gabinete más adinerado de la historia de EE.UU., y posiblemente el más reaccionario desde la abolición de la esclavitud; presentó un presupuesto demoledor para los trabajadores, especialmente para los sectores más pobres; lanzó una masiva persecución y ola de deportaciones contra los inmigrantes; giró de su anterior aislacionismo para expandir las guerras en Yemen, Siria e Iraq, y lanzó en Afganistán la bomba no nuclear más potente jamás usada en combate.
Por encima de todo, logró provocar un revulsivo social que ha puesto en movimiento a millones de personas en su contra. Este proceso de movilización, el más extendido que se ha desarrollado en EE.UU. en décadas, es lo que viene entorpeciendo el avance de la agenda reaccionaria de Trump.
El derrotero de la agenda Trump
Por primera vez en 36 años un presidente no participa de la cena anual de periodistas de la Casa Blanca, que cada cuatro años coincide con el día 100 de su mandato. En cambio, Trump realizó un acto en un estadio de Pennsylvania, con un público blanco y pobre, en el que fustigó a los medios de comunicación, reivindicó los “éxitos” de sus primeros 100 días, e hizo todo tipo de promesas como si siguiera en campaña. “Hemos cumplido 100 días de acción,” declamó.
Lo cierto es que Trump ha cumplido con poco y nada de lo que prometió en la campaña. El decreto con el que quiso impedir el ingreso al país de ciudadanos de algunos países de mayoría musulmana fue revertido por la justicia, en medio de protestas nacionales en su contra. Sus intentos por conseguir financiamiento para el muro fronterizo fracasaron también, al mismo tiempo que se desarrollan grandes movilizaciones en defensa de los inmigrantes. No ha podido avanzar contra la ley de salud de Obama ni en la reforma impositiva que había prometido. Tampoco tiene nada para mostrar en cuanto sus promesas de repatriar la producción industrial para generar trabajos calificados. De hecho, de sus principales propuestas, solo logró asignar un juez conservador a la Corte Suprema y retirar a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de libre comercio.
En los aspectos más demagógicos de su agenda, que lo llevaron a confrontar con el establishment imperialista de Washington, Trump también está estancado o retrocediendo. Un eje de su campaña tuvo que ver con “drenar el pantano” de Washington de las élites políticas. Pero tuvo que negociar con esa misma casta que denunciaba y armar un gabinete dominado por cuadros fundamentales del Partido Republicano, además de los empresarios y exponentes reaccionarios que rodean al presidente. Las medidas para regular a la casta política, como los límites de mandatos para legisladores que Trump había prometido implementar en sus primeros 100 días, ni siquiera despegaron.
El otro ámbito en el que Trump retrocedió frente al establishment es en la política exterior. Prometió aislacionismo y proteccionismo, irse de los acuerdos de libre comercio y desentenderse de los conflictos externos para poner a “América primero”. Fue un aspecto central de su campaña a la hora de conseguir los votos de muchos trabajadores pobres que entendieron que sus intereses empezarían a ser tomados en cuenta.
Pero Trump tuvo que pegar un giró de 180 grados y subordinarse al consenso imperialista. Frenó el Acuerdo Transpacífico, pero tuvo que ratificar el NAFTA con Canadá y México, que había prometido renegociar o anular. También tuvo que ratificar a la OTAN, que había calificado de obsoleta. En lugar de la guerra comercial proteccionista que había amenazado hacerle a China, tuvo que sentarse con el presidente chino y ratificar la relación bilateral en pos de negociar la contención de Corea del Norte y mantener los negocios mutuos. En lugar del aislacionismo que prometió, terminó expandiendo las guerras en las que participa EE.UU. bombardeando directamente a Siria por primera vez, y lanzando la “Madre de Todas Las Bombas” en Afganistán. Contrario a su perfil de campaña, Trump será orto fiel jefe del imperialismo yanqui.
A pesar de estos giros y fracasos, la base social más firme de Trump, un sector importante de la clase trabajadora blanca y la base del Partido Republicano, lo sigue apoyando. Habrá que ver si eso se mantiene en la medida que pase el tiempo sin ninguna medida que mejore las condiciones de vida de este sector. A pesar de retener, por ahora, el apoyo de este núcleo duro, el repudio a Trump es cada vez más generalizado. El magnate tiene la aprobación más baja desde que la encuestadora Gallup comenzó a hacer la medición en 1953.
La dificultad que tiene Trump para implementar su agenda, y las complicaciones que tiene el establishment de conjunto para gobernar, reflejan un salto en la crisis política del régimen imperialista.
Lo que sí hizo
Sería equivocado quedarnos con la idea de que la presidencia de Trump no ha hecho nada en estos primeros 100 días. Ha avanzado, y a pasos largos, con un plan de ajuste que lo precedía, pero que tomó nuevo impulso desde que asumió. Su gabinete es una mezcla de empresarios multimillonarios (¿un imperio atendido por sus dueños?), cuadros centrales del establishment republicano y exponentes mediáticos de la ultra derecha.
El ex CEO del gigante petrolero Exxon-Mobile, Rex Tillerson es ahora Secretario de Estado. A cargo del Tesoro Nacional quedó un banquero del Goldman Sachs, uno de los principales responsables del crack de 2008. Dos generales se quedaron con las carteras de Defensa y Seguridad, y un senador notorio por haber reivindicado el Klu Klux Klan ocupa la de Justicia. El fiscal que encabezó la batalla legal contra las medidas medioambientales de Obama, y que cuestiona el cambio climático ahora encabeza el ministerio de… Medioambiente.
El presupuesto que presentó Trump es un ataque frontal a la clase trabajadora, con US$ 6.000 millones en recortes a programas sociales. Vuelan subsidios habitacionales, servicios legales para los pobres, programas de salud comunitaria, entre otros.
Aunque no ha logrado financiamiento para el muro, ni desfinanciar las ciudades “refugio” (aquellas cuyos gobiernos y autoridades se niegan a colaborar con las agencias migratorias), Trump habilitó, con una serie de decretos, una verdadera cacería de inmigrantes. Las agencias migratorias están deportando a mansalva, separando familias y empujando a millones de trabajadores inmigrantes a una vida de miedo y vulnerabilidad. También ha escalado la guerra contra las mujeres, permitiendo por decreto que los Estados desfinancien las clínicas públicas que hacen abortos, entre otras medidas.
Encendió la resistencia
Se podría decir que el logro de mayor impacto de los primeros 100 días de Trump no fue intencional, ni era parte de su agenda. Desató una resistencia masiva que se le opone a cada paso. El día de su asunción lo recibió una movilización multitudinaria que eclipsó la convocatoria de su juramento. Al día siguiente salieron las mujeres, con unos 4,5 millones de personas en la calle, fue la movilización más grande de la historia de EE.UU.
Su intento de restringir el ingreso de musulmanes al país fue enfrentado por movilizaciones en todo el país. Su avanzada contra los inmigrantes es resistida por un movimiento nacional en ascenso. El mismo día que Trump cumplió sus 100 días de gestión, una marcha de 200.000 personas colmó Washington en defensa del medioambiente. El fin de semana anterior 100.000 habían marchado en la misma ciudad y otros miles en decenas de ciudades más en una masiva jornada encabezada por los científicos contra los recortes en el financiamiento de la ciencia.
El ascenso popular que enfrenta a Trump venía de antes, se fue haciendo en las plazas del Occupy Wall Street contra los bancos y el 1%, en la rebelión contra la violencia policial hacia los negros Black Lives Matter, en la ocupación obrera de la Legislatura de Wisconsin y la huelga de los docentes de Chicago, en el creciente movimiento ecologista, en las movilizaciones de mujeres. Y se expresó masivamente también en la campaña de Bernie Sanders.
Pero ante el triunfo de Trump este ascenso pegó un salto de calidad. Miles de personas que hasta ahora venían viendo el partido desde las gradas entraron en acción, están saliendo en las calles y se están organizando. Organizaciones activistas de todo tipo, desde los Socialistas Democráticos de América, hasta el Movimiento Indivisible, promovido por ex congresistas demócratas, están sumando militantes de a camadas. Tendrán años de lucha por delante, y el monumental desafío de construir una alternativa política independiente del establishment capitalista yanqui para enfrentar a Trump. Nuestra solidaridad con ellos.
Federico Moreno