Trump y el ataque fascista en Charlottesville. La xenofobia y el verdadero rostro del capitalismo
Una ola de repudio recorre EEUU y el mundo contra el ataque de los nazis y supremacistas blancos que se cobró la vida de la activista por los derechos civiles Heather Heyer en Charlottesville. Lo que más indigna es el apoyo de Trump a los fachos. La xenofobia y el racismo surgen como el verdadero rostro del capitalismo.
El viernes 11/08 una manifestación de los principales grupos de ultra derecha de EEUU, los llamados supremacistas blancos (KKK, neonazis, la llamada derecha alternativa, Alt right) marchaban por las calles de Charlottesville, en el estado de Virginia. Su objetivo era defender la estatua del general confederado Lee de la orden del ayuntamiento local para retirarla.
La defensa de este esclavista del sur, no tenía nada que ver “con la defensa del patrimonio histórico”, como señaló luego Donald Trump. Era una manifestación que buscaba la unidad de todos los grupos fascistas yanquis, a los que el propio presidente alentó con su discurso xenófobo, misógino y su campaña contra los inmigrantes.
Al día siguiente la contramarcha anti facista encabezada por organizaciones de defensa de los derechos civiles como Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) y con activa participación de organizaciones de la izquierda yanqui como el DSA, ISO e IWW se enfrentaron a los fachos, obteniendo como respuesta la brutal embestida de un auto conducido por el militante fascista James Alex Fields, que se cobró la vida de Heather Heyer de 32 años y dejó alrededor de 20 heridos.
Trump apoya a los supremacistas y ataca a la izquierda
Tras unas primeras declaraciones generales contra “el odio y la violencia” y luego de dos días sin pronunciarse claramente sobre el tema, ante las duras críticas de las que era objeto, Trump terminó por condenar a “los matones” y “criminales” de los supremacistas blancos, grupos neonazis y Ku Klux Klan.
¡Su “rectificación” no duró ni 24 horas! Este martes 15/08, señaló nuevamente que la violencia era de los dos bandos, que hay gente muy buena entre los supremacistas, que debía condenarse a la “izquierda alternativa” y que no había ningún delito en defender los monumentos históricos, entre otros dichos. Uno de los líderes del KKK, David Duke, señaló: “Gracias, presidente, por su sinceridad y su coraje para decir la verdad sobre Charlottesville y condenar a los terroristas izquierdistas en BLM/Antifa”
Las nuevas declaraciones presidenciales provocaron un verdadero cimbronazo político. El presidente del Congreso y tercera autoridad del país, Paul Ryan, encabezó una lista de republicanos prominentes, que junto al ex candidato presidencial John McCain, criticaron a Trump “por ambigüedad moral”. Importantes empresarios y el líder de la AFL-CIO renunciaron al oficialista Consejo de Fabricantes Estadounidenses.
También sumaron su repudio importantes dirigentes demócratas que, como el ex presidente Barack Obama, permitieron cuando gobernaron la matanza de negros por parte de la policía del gatillo fácil. Tan grande es la conmoción que cruzó el Atlántico para sumar a aquellos que todos los días permiten la xenofobia contra sus propios inmigrantes, pero ahora no pueden evitar una declaración de condena, como el ministro de Justicia de Alemania o la primera ministra británica Theresa May.
“Trataron de matar a mi hija para que callara. Bueno, adivinen qué, sólo la han magnificado”
Con estas palabras Susan Bro, la madre de Heather Heyer, se refería a la lucha por la que su hija dio la vida. “Quiero que esto se expanda, quiero que esto sea el inicio del legado de Heather”, añadió también. Al enorme repudio, expresado en un sin número de declaraciones de artistas intelectuales y personalidades de EEUU y todo el mundo, podemos sumar las manifestaciones en Nueva York, en Chicago y otras ciudades estadounidenses.
El presidente yanqui no es “un boca floja” como algunos quieren pintarlo, lo que defiende es una necesidad de esta etapa de crisis capitalista: tiene que ir contra los derechos democráticos de los pueblos, contra las minorías, los trabadores y los pobres, para aplicar sus tremendos planes de ajuste.
Es que cuanto más se agudiza la crisis capitalista, las clases dominantes necesitan de gobiernos “fuertes”, que hagan respetar la “ley y el orden”. Aumentan sus rasgos antidemocráticos, bonapartistas, sus rasgos facistoides. La defensa de los derechos democráticos es parte de una gran batalla que deben librar los trabajadores y los explotados contra la barbarie capitalista.
Por eso tomando la declaración de la DSA (Socialistas Democraticos de América) podemos afirmar que: “Creemos que el terror desencadenado en nuestros camaradas puede ser derrotado. También creemos que el sistema más amplio de opresión racista puede ser derrotado, pero sólo con el fin del sistema capitalista que lo dio a luz”. Al fascismo no se le discute. Se lo destruye. Sólo con unidad en la lucha podremos derrotar el racismo, el nazismo y el sistema capitalista que los reproduce.
Gustavo Giménez