21-D en Cataluña: Con resultado incierto y Continuidad del “procès”
A pocas horas de la votación nadie aventura un resultado. Más allá de los dirigentes,
sigue firme la voluntad de lograr una “Catalunya lliure”.
Las elecciones son producto de la aplicación del artículo 155 de la Constitución española. Es decir: de la destitución del presidente Carles Puigdemont, de la intervención institucional, del encarcelamiento y de la apertura de causas judiciales con graves acusaciones. Son elecciones ilegítimas impuestas por Rajoy, el régimen franquista-monárquico del 78 y el garrote de la Guardia Civil, cuyo complemento es el estrangulamiento económico de Catalunya por Madrid.
Más allá de las posiciones cambiantes, los candidatos constituyen dos bloques, independentista y constitucionalista. El primer grupo formado por: Oriol Junqueras y Marta Rovira de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Carles Puigdemont y Jordi Sánchez de Junts per Catalunya (JuntsxCat) y Carles Riera de Candidatura d’ Unitat Popular (CUP). El segundo agrupamiento lo conforman: Inés Arrimadas de Ciutadans (C’s), Miquel Iceta del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) y Xavier García Albiol del Partido Popular (PP).
Xavier Domènech de Catalunya en Comú-Podem, que tiene como referencia a Pablo Iglesias y Ada Colau es el de mayores oscilaciones y contradicciones en cuanto a sus posturas, que ponen un signo igual entre “los del 155 y los de la independencia”.
Sí hay un ejemplo de la excepcionalidad de la votación es que Puigdemont y Junqueras, presidente y vice destituidos, encabezan sus respectivas listas, pero uno desde el exilio y el otro desde la cárcel.
Nadie se atreve a hacer un pronóstico cerrado sobre el resultado. Sin embargo, hay datos que parecen ser aceptados mayoritariamente. De entrada, habría paridad entre los bloques lo cual implicaría una seria dificultad para formar gobierno y más aún para ejercerlo. Hay candidatos que no descartan la posibilidad de una segunda votación.
Se le atribuye una importante intención de votos a Arrimadas en detrimento del PP, y movimientos a favor de ERC por pérdida de votos de JuntsxCat. Ya se verá. Agrupamientos como la CUP y en Comun-Podem podrían terminar haciendo de árbitros. La CUP es la variante que plantea un programa que da respuesta a las necesidades actualmente planteadas desde una visión de izquierda.
Lo cierto es que hay distintos escenarios posibles en función de los escaños que cada fuerza obtenga en el Parlament. Parte de la incertidumbre también se debe a que se espera una participación récord de personas que no votaron en otras ocasiones y hay un sector del electorado que sigue indeciso.
Si se confirmara la paridad, no sería sencilla la conformación de un nuevo gobierno, ni la posterior gobernabilidad.
De pie
La persecución llegó al colmo de prohibir mencionar en campaña las palabras: “President Puigdemont”, “presos políticos”, lucir color amarillo y lazo en edificios públicos en la votación. Los presos sufren humillaciones y presiones para que se retracten.
Más allá del recorte de libertades democráticas y la volatilidad en las alturas, el “procès” está vivo. Existe una firme voluntad popular por llegar a la independencia que no se apagó con las elecciones impuestas. Hay polarización, los españolistas existen y actúan con peso, pero la potencia del independentismo tiene un arraigo masivo. En las casas, en las calles y en las propias vestimentas catalanas siguen reluciendo las banderas, los carteles y los lazos amarillos por la libertad de los presos políticos.
La salida imprevista de Puigdemont a Bélgica desorientó a muchos luchadores, pero las acciones continuaron, aunque en menor medida. Incluso fue enorme la movilización convocada a Bruselas por militantes independientes, luego tomada por la ANC y otras organizaciones. Casi 100.000 catalanes recorrieron 2.600 km expresando su rechazo a la aplicación del artículo 155 de la Constitución franquista, a los presos políticos y a la destitución de Puigdemont al que consideran su presidente, por encima de la pertenencia al PdeCat.
Lo social y lo democrático
La “cuestión catalana” y sus posibles salidas ocupan el centro del debate político en el Estado Español. El PP lo usa miserablemente para desviar la atención de los problemas sociales de las grandes mayorías.
El desempleo, las condiciones precarias de trabajo, los salarios bajos, la deuda externa y la corrupción no son responsabilidad del proceso catalán, sino de la crisis de la economía capitalista, del ajuste de Rajoy sobre los trabajadores y del agotamiento del régimen constitucional franquista-monárquico.
Más allá del resultado electoral, hay que seguir luchando con la más amplia unidad de acción porque no se aplique más el 155, por la libertad de los presos políticos, el cese de las persecuciones y la anulación de las causas a los independentistas.
Lograr la República Catalana y su reconocimiento por el Estado Español, por la Comunidad Europea y los países del mundo que se dicen democráticos es la gran tarea por delante. El pueblo catalán ya decidió el 1-O, hay que hacer respetar su derecho a la autodeterminación.
Los derechos sociales no pueden ser un punto más de las plataformas, ya que las necesidades económicas de los trabajadores están indisolublemente ligadas a las necesarias libertades democráticas que niega el Estado Español.
Más allá de los importantes temas que hoy ocupan el centro de la escena política, la salida de fondo para los problemas históricos y presentes que genera la existencia del Estado Español pasa por la más amplia unidad de los trabajadores y los pueblos ibéricos en un pliego de reivindicaciones comunes, que partan de satisfacer las necesidades sociales más elementales, por el respeto a la autodeterminación y la voluntad de los distintos pueblos sobre su futuro. Una asamblea constituyente libre y soberana para debatir democráticamente y decidir sería un paso fundamental en ese sentido.
Manel Pere y Diego Arcos