Hollywood y Cannes: acoso sexual, denuncias y debates
El 7 de enero, en la entrega de los Globos de Oro en Hollywood, muchas actrices y varios actores vistieron de negro como símbolo de la lucha anti-acoso sexual. Con el gran eco mediático de dicha ceremonia, el hashtag #MeToo (yo también, en inglés) se extendió a más de cien países. Días después, actrices francesas cuestionaron el pronunciamiento. La polémica está lanzada y aquí damos una primera opinión al respecto.
El problema del acoso sexual se puso en el centro del debate cuando estallaron los escándalos de Harvey Weinstein y Kevin Spacey, entre otros integrantes de la farándula estadounidense. Se visibilizó otra de las formas de violencia machista que sufrimos principalmente las mujeres -más los femicidios y la violencia de género en el plano doméstico, principales reclamos de los últimos años- y que también muchos varones denunciaron. Son actos violentos perpetrados por otros varones que suelen ocupar espacios se poder y, por ende, una gran impunidad para sostenerlos en el tiempo. De ahí lo oportuno del nombre del colectivo que nuclea a más de 300 actrices, directoras, productoras y trabajadoras del cine y la televisión: Time’s Up (el tiempo se acabó, según su traducción al castellano).
Señalar que las actrices de Hollywood “son una elite” es una obviedad. Por eso la primera pregunta que nos interesa es si su denuncia es representativa de conjuntos más amplios. La segunda pregunta es por qué se viralizó, qué cuestiones determinaron y/o condicionaron el fenómeno, luego de tantos años de violencia silenciada y naturalizada. Y la tercera pregunta es sobre las consecuencias sociales de tal denuncia.
Repercusión global
Sobre la primera pregunta, no hay dudas de que la denuncia encontró un eco masivo. Lo demuestra por ejemplo la carta solidaria que la Alianza Nacional de Campesinas (ANC) le dirigió al colectivo Time’s Up a inicios de noviembre pasado:
“Queridas hermanas. …Lamentablemente, no nos sorprende porque es una realidad que conocemos bien. Muchísimas trabajadoras agrícolas en todo el país sufren en silencio por el hostigamiento y el acoso sexual que enfrentan en el trabajo.
“No trabajamos bajo luces de escenario brillantes o en la pantalla grande. Trabajamos en las sombras de la sociedad, en campos aislados y empacadoras fuera de la vista y la mente de la mayoría de este país. Vuestro trabajo alimenta las almas, llena los corazones y difunde la alegría. Nuestro trabajo nutre a la nación con las frutas, verduras y otros cultivos que plantamos, cosechamos y empacamos.
“Aunque trabajamos en entornos muy diferentes, compartimos una experiencia común: ser víctimas de individuos que tienen el poder de contratar, despedir, poner en listas negras y amenazar nuestra seguridad económica, física y emocional. (…)
“En estos momentos de desesperación, y cuando enfrentan las críticas porque eligieron valientemente denunciar los actos desgarradores cometidos contra ustedes, sepan que no están solas. Nos unimos a ustedes.”[1]
En su respuesta[2], las integrantes de Time’s Up expresaron:
“Queridas hermanas: …Estamos con ustedes, les agradecemos y reconocemos la pesada carga de aquellas experiencias que vivimos en común: se aprovechan de nosotras, nos acosan y somos explotadas por los poderosos que amenazan nuestra seguridad física y económica
“Sin embargo, también reconocemos nuestro privilegio y que tenemos acceso a una enorme plataforma para amplificar nuestras voces. Eso nos lleva a un momento de reconocimiento del problema en nuestra industria, que es una oportunidad que no han tenido las campesinas ni las víctimas empleadas en otras industrias.
“A todas las campesinas que han tenido que defenderse contra un acoso sexual indeseado por parte de su empleador, a cada empleada de limpieza atrapada todas las noches en un edificio con un supervisor depredador, a cada camarera a la que un cliente ha tocado esperando que lo acepte con una sonrisa, cada obrera textil obligada a intercambiar actos sexuales por más turnos, a cada trabajadora doméstica o enfermera a domicilio tocada a la fuerza por un cliente, cada mujer silenciada bajo amenaza de denuncia por ser indocumentada y a todas las mujeres que trabajan en cada industria que pasan por indignidades y ofensas que deben tolerar para ganarse la vida: estamos con ustedes, las apoyamos. (…)
“Instamos fervientemente a los medios que cubren las experiencias de las personas en Hollywood que también deben invertir el mismo tiempo en las muchas historias de otras personas en oficios menos glamorosos y valorados.”
Así, el 1º de enero pasado, el colectivo Time’s Up propuso sanciones a las empresas que toleran el acoso sexual laboral y lanzó un fondo de ayuda económica víctimas de acoso y abuso sexual para sus gastos en las querellas y demandas judiciales, en un gesto solidario y comprometido con la causa.
Pero también existe una serie de críticas legítimas publicadas en diversos artículos y en las redes sociales. Una de ellas coincide en la ausencia de un cuestionamiento de las actrices al modelo hollywoodense, basado en la cosificación del cuerpo de las mujeres (al imponer estándares de belleza como condición de éxito), la construcción de figuras heroicas (sobre todo masculinas, aunque hace poco comenzaron a incorporar figuras femeninas, siempre y cuando sean fuertes y esbeltas, y su acción, individual), el mito del amor romántico y un sinfín de valores patriarcales. Hollywood representa uno de los modelos más agresivos en cuanto a la imposición de estereotipos de género. Pero las denuncias de las actrices fueron específicas y puntuales, en contraste con las denuncias realizadas en otros campos del arte años atrás.
Por ejemplo, el movimiento Guerrilla Girls inició su protesta en 1985 contra una exposición en el MoMA[3], que decía tener obras de los artistas más importantes del momento, y no había ni una mujer. Con su atuendo de máscaras de gorila, polleras cortas y medias de red, desplegaron posters en las calles de Nueva York con la leyenda “¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar en los museos?”. Denunciaban el desequilibrio de género y racial de los artistas representados en galerías y museos, y el modo en que las mujeres ingresan en ellos: pintadas o esculpidas, sin ropa. A través de los años expandieron su activismo a la industria del cine y también a la cultura popular, cuestionando la matriz de género del arte de su tiempo.
Claro está que el cuestionamiento en Hollywood no llegó tan lejos y la “industria” se ocupó de bajarle el tenor. De allí la diferencia entre las primeras denuncias realizadas por las víctimas de Weinstein -que además criticaron no haber sido invitadas a la ceremonia de los Globos de Oro- y el limitado discurso de Oprah Winfrey, ahora quizás precandidata presidencial, cuyo eje fue cuestionar que las mujeres se quedaron afuera del “American Dream” (sueño americano), premio al logro personal, que ella representa mediáticamente.
Aun así, el fenómeno de conjunto es progresivo, inédito y expansivo: el #MeToo llegó a todo el mundo, generando impacto incluso en países que hasta ahora no habían sido partícipes de los #NiUnaMenos ni del paro internacional de mujeres del 8 de Marzo pasado. Tal es el caso de China, donde se divulgó que un profesor fue removido de su cargo en una importante universidad tras ser acusado de abuso sexual por una ex estudiante. Si bien el tema aún no se traduce en movilización directa, generó que muchas mujeres se animen a denunciar y que sus denuncias sean respaldadas por la sociedad, paso indispensable.
[1] El 12 de noviembre, en Los Ángeles, la ANC realizó una movilización bajo la consigna “Recuperemos el lugar de trabajo”, contra el acoso sexual y por mejores condiciones laborales.
[2] Firmada por Jennifer López, Salma Hayek, Eva Longoria y Penélope Cruz, entre otras figuras.
[3] Museo de Arte Moderno, en Nueva York.
Contexto y consecuencias
Para atender a la segunda pregunta, sobre por qué se viralizó el #MeToo, hay que valorar el contexto de revitalización del movimiento de mujeres, la nueva ola feminista internacional, que impulsa sus contenidos a través de expresiones muy diversas.
Una de ellas es la que está ocurriendo a nivel de las pantallas, y que se fundamenta en la desnaturalización de la violencia y la desigualdad que sufrimos las mujeres, lograda gracias a la crítica y la acción feministas, y su impacto en la desactivación de configuraciones culturales patriarcales. Éstas fueron perdiendo eficacia en nuestro modo de ver, interpretar y actuar frente a los acosos. Se trata de cambios a nivel de la conciencia, cuyo impacto cultural todavía debe analizarse, pero que politiza las acciones en defensa de los derechos de las mujeres, las disidencias sexuales y por la equidad de género.
Finalmente, acerca de las consecuencias de esta denuncia que consideramos progresiva, no tardaron en aparecer voces disidentes, que llamaron a poner paños fríos y alertaron sobre supuestos daños colaterales. Tal es el caso del manifiesto firmado por un centenar de personalidades francesas, encabezadas por la actriz Catherine Deneuve.
El texto surgió del cine que participa en el festival de Cannes, y si bien no invalida las denuncias realizadas por las actrices de Hollywood, abre un debate sobre sus posibles efectos. Entre otros puntos, el texto señala: “La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista”, y advierte sobre el riesgo de puritanismo y punitivismo que atentan contra la libertad sexual, retomando un debate de antaño.
¿Libertad sexual en tiempos de patriarcado?
Si bien es cierto que algunos sectores del feminismo proponen salidas de tipo puritanas y punitivistas para enfrentar las violencias machistas, nos parece que el planteo surgido de Cannes es globalmente incorrecto, porque parte de una incomprensión de las verdaderas causas del puritanismo y de las consecuencias de las denuncias.
Al respecto resulta muy pertinente lo que la argentina Valeria Sartori[1], directora de cine, escribió en su cuenta de Facebook:
“La carta firmada por 100 francesas, actrices, psicólogas e intelectuales asegura que una campaña como el #MeToo conlleva riesgos puritanos, y que más que lejos de ayudar a las mujeres a ser autónomas, puede servir a los intereses de los extremistas religiosos”, dice una nota que acabo de leer.
Digo: ¿La sociedad norteamericana es puritana? Sí.
¿El cine mainstream norteamericano es puritano y moralista? ¡Sí! mil veces sí. Horrorosamente sí.
¿Son las actrices del #MeToo las que generan esos contenidos? No.
¿Son los mismos productores -hombres en su mayoría- que generan esos contenidos puritanos y moralistas los que abusan y acosan a las mujeres? Oh sí, qué curiosa coincidencia.
Podemos afirmar entonces (siento que es una obviedad esto que voy a decir) ¿que podría haber una relación entre el puritanismo y la represión sexual con la existencia de abusadores y violadores?
Si quiere saber la respuesta a esa pregunta, vaya y toque timbre en la iglesia más cercana.”
Bien dicho; la cultura puritana tiene como contracara, casi sintomática, a la violencia sexual. Por eso, más que riesgo del #MeToo, el punitivismo termina siendo, históricamente, garante de la represión sexual femenina; pues sólo basta observar el comportamiento sexual masculino hegemónico para advertir que está regulado por otro tipo de reglas que no se basan en la abstención.
Por eso también hay que tener en cuenta que los abusos muchas veces se cometen bajo el camuflaje de la “libertad sexual” y el “libre albedrío”, libertad de la que sólo son dueños los abusadores, porque no existe libertad genuina posible en un esquema de desigualdad de poder. Libertad sexual es poder elegir cómo vivenciar el placer en el propio cuerpo, pero, en la lógica del sistema capitalista y patriarcal, para las mujeres supone más penalizaciones que permisos.
En ese contexto el #MeToo es un freno más a la violencia, cuyos logros contrastan con la farándula argentina: Gustavo Cordera sigue dando recitales, Cacho Castaña es defendido por algunos periodistas, Ari Paluch podría volver al aire y Juan Darthes vuelve a protagonizar la próxima novela de Adrián Suar, como si la condena social no fuera importante. La corporación machista nacional cerró filas rápidamente, para que no pase lo que en Hollywood.
El problema del acoso sexual ocurre principalmente en ámbitos laborales y se juega en el acceso y el ascenso de mujeres a puestos de trabajo, situación que encubre que los que mandan son en su amplia mayoría varones, quienes tienen el monopolio de los cargos jerárquicos y constituyen el 99% de los propietarios de los grandes medios de producción. Algo similar ocurre con los acosos y abusos sexuales contra niñas y niños en la Iglesia Católica, una institución dogmática, puritana, verticalista y misógina por excelencia.
Porque el patriarcado no es sólo una cuestión simbólica ni se basa en las diferencias físicas entre hombres y mujeres, sino que hace al reparto desigual de la economía y a su relación histórica con la fundación del sistema capitalista y sus instituciones. Por eso, para quienes militamos en el feminismo anticapitalista, que luchamos por educación sexual integral, derecho al aborto, separación de la Iglesia del Estado y presupuesto para prevenir y combatir la violencia de género, el #MeToo nos reafirma en la convicción de que es hora de dar vuelta todo.
[1] Con la que nos pusimos en contacto para la redacción de esta nota y entrevistaremos en un próximo encuentro.
Caro Dome,
Juntas y a la Izquierda-MST