Balance de Marea Socialista sobre las Presidenciales en Venezuela
Caracas, mayo 21
Los resultados electorales en Venezuela dan como ganador a Nicolás Maduro (PSUV) por un 67,8 % de los votos, con un volumen de 6.190.612 votos a favor (de acuerdo con el 2do Boletín Electoral del CNE).
Fue derrotado el principal contrincante, Henry Falcón, que representa a sectores de derecha y de centro, partidarios de la participación -pues otra parte de la derecha opositora se abstuvo- ya que alcanzó un 21 %, con 1.917.036 votos, lo que marca una diferencia del 46 % de los votos entre uno y otro.
Falcón, un ex-chavista que se pasó hace muchos años a la oposición, fue el candidato abanderado por Avanzada Progresista, Movimiento al Socialismo (MAS), de corte socialdemócrata, y Copei, de filiación social-cristiana.
Un tercer candidato, el pastor evangélico Bertucci, obtuvo el 10,8 %, con 988.761 votos.
El único candidato de izquierda no madurista, Reinaldo Quijada, de UPP89, apoyado por Marea Socialista obtuvo el 0,39 %, con 36.246 votos.
Entre todos los candidatos distintos a Maduro, éstos suman aproximadamente un 32 % de los votos.
Pero el hecho más destacado es el 54 % de abstención, que históricamente nunca pasó del 30 %. Sólo votó un 46 % del electorado, 9 millones 261.839 electores. Hubo 1,9% (176.210) de votos nulos.
La participación en la elección presidencial del 20 de mayo fue la más baja desde 1958, aún con las proyecciones del CNE de que podría quedar en el 48% al terminar los escrutinios.
El volumen de la abstención cambia la interpretación de los resultados completamente.
Porque, si sumamos los votos contrarios a Maduro con la abstención, tomando en cuenta la población total de electores y no sólo los que votaron, podemos observar que un 68 % de los electores no votó por Maduro y que entre los votantes contrarios más los que se abstuvieron, abarcan a casi dos tercios del electorado, que no apoya al presidente electo: 14 de los 20 milones que componen la población electoral.
Gran parte de los partidos de la oposición de derecha, antes integrados en la MUD, tuvo una posición abstencionista y de desconocimiento del proceso electoral.
Esta posición fue alentada por el gobierno de Trump y por el llamado Grupo de Lima, que congrega a los gobiernos más reaccionarios de América Latina. Sin embargo, esto no quiere decir que la actitud abstencionista de gran parte de los electores implique un seguimiento de las directrices de la derecha, sino que expresa el descontento y malestar general con el gobierno de Nicolás Maduro y la falta de una alternativa clara anticapitalista y de ruptura.
Una parte de la abstención es habitual y por lo general ha estado entre el 20 y el 25 %, pero al menos un 30 % de esa abstención pudiera ser calificada como “abstención consciente” o “militante”, sea cual sea su signo, pudiendo abarcar inclinaciones hacia la derecha o posiciones conocidas como el “chavismo crítico”.
La altísima abstención y la suma de los votos contrarios, convierten al gobierno del presidente Maduro en el gobierno de una minoría, y hacen que su victoria electoral tenga, contradictoriamente, elementos de una derrota politica. Porque, en realidad, refleja un retroceso y pérdida de respaldo de la población respecto a votaciones anteriores, con una disminución muy notable de la participación que tiene una significación negativa respecto al gobierno y al sistema electoral.
Pero, también se produjo, en muy poco tiempo, un descenso considerable respecto a los resultados de las también cuestionadas elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, que se eligió en julio de 2017 sin la participación de la oposición y en la que los votos informados por el CNE fueron superiores a los 8 millones. De ahí que la pregunta sea: ¿Qué se hicieron y dónde están los demás votos favorables al gobierno?
Sin entrar a cuestionar los resultados numéricos de estas elecciones presidenciales, es necesario señalar las denuncias relacionadas con todo el proceso pre-electoral y en el desarrollo mismo de los comicios, donde fueron evidentes numerosos y distintos tipos de irregularidades y abusos como: ventajismo, manipulación arbitraria y sorpresiva del calendario electoral y sus pasos, peculado de uso de los recursos y medios del Estado, coacción y amenazas, utilización clientelar de las políticas de distribución de beneficios sociales, presión sobre los empleados del Estado, control social con instrumentos como el Carnet de la Patria, bonos de recompensa por el voto, instalación de puntos de control del voto oficialista en las inmediaciones de los centros electorales, votos asistidos (violando el derecho al voto secreto), entre muchos otros ilícitos electorales. Hay, entonces, una gran cantidad de votos forzados, que no expresan el libre ejercicio decisorio de los electores.
De manera que, aunque Nicolás Maduro haya sido reelecto y objetivamente se mantenga en el gobierno, para un nuevo período presidencial fijado hasta el 2025, esto sucede con una reducción sustancial de su caudal de votos y de su base social, dado que la gran mayoría de la población votó en su contra o se mantuvo al margen de las elecciones, enviando de esta manera una señal de rechazo al gobierno y el regimen de conjunto.
No obstante, cuenta con un nicho, anclado en el aparato del Estado (funcionarios públicos), en movimientos sociales burocratizados y clentelizados, y en sectores muy pobres de la población que dependen de los subsidios estatales para sobrevivir en la crisis o temen perder lo que aún queda de las conquistas más importantes de la revolución bolivariana en tiempos de Chávez (por ejemplo, las viviendas populares). Estos sectores también manifiestan cierto grado de descontento, pero aún así continúan votando por el gobierno de Maduro y el PSUV, además de temerle a una vuelta de la derecha tradicional.
De manera que Maduro no solo viene retrocesiendo en el terreno electoral desde su ascension, sino que ya no cuenta con la mayoría de la población a pesar de haber logrado la mayoría relativa de los votos; su triunfo tiene “sabor a poco”, y lo central de la votación ha sido el predominio de la abstención, relacionada en buena medida con la ausencia de una alternativa o referencia política atractiva para quienes han apoyado la revolución de Chávez y hoy experimentan decepción frente a Maduro, o para aquellos que rechazan a Maduro y a la derecha tradicional, pero no ven una opción con posibilidades de hacerse gobierno.
Lo que también queda claro, es que la oposición de derecha tradicional ( hay quienes consideran que el Gobierno-PSUV ya es otra derecha) está en crisis, dividida en sus tácticas para enfrentar al gobierno de Maduro-PSUV, ya que una parte (liderada por Falcón) asumió ante las elecciones una actitud más conciliadora, mientras que la otra tiene una línea conspirativa-insurreccional-golpista, a la sombra de los Estados Unidos y los gobiernos más derechistas de América Latina. Esta fracción de la derecha venezolana, que estuvo nucleada en la ex MUD ahora está principalmente en el Frente Amplio, con algunos factores procedentes del chavismo, contrarios a Maduro, partidarios de lo que llaman “unidad nacional contra la dictadura”).
El pronóstico de este escenario, respecto al Gobierno-PSUV es que éste acentuará su autoritarismo, dando paso a una conducta cada vez más contrarrevolucionaria de su dirección política burocrática y degenerada. Sin embargo esto no descarta que en el juego de “el garrote y la zanahoria” los actores políticos puedan procurar salidas negociadas o alguna forma de “transición” pactada en caso de perderse por completo la gobernabilidad.
La falta de respuesta que den soluciones frente a la crisis economica ( hiper inflacion) el autoritarismo, la perdida de libertades, el incrmento de la represion y persecuciones a activistas populares podría llevarnos a una situación proclive al incremento de las protestas y las luchas, al no poder el gobierno dar salida real a la terrible situación de penurias que atraviesa el pueblo venezolano desde hace varios años por las nefastas políticas del “madurismo” y por el acoso de una derecha digitada por Washington que no renuncia a procurar la administración directa del Estado por la vieja burguesía y por los intereses del Norte. También sabemos que las presiones del imperialismo van a ser mayores.
En este marco, la alianza electoral de Marea Socialista con el voto para Reinaldo Quijada (UPP89) ha sido una táctica defensiva para intentar una mayor proyección y condiciones más favorables de construcción, apuntando a poder levantar desde nuestra fuerza, en primer lugar una opción independiente de la burocracia y de la burguesía, que pudiese canalizar lo que se fue desde la izquierda o el chavismo crítico hacia Falcón o hacia la abstención inorgánica, y en segundo termino estar mejor posicionados para el impulso de la construcción de una nueva referencia política alternativa que pueda tener a Marea Socialista como principal promotor.
En ese sentido,la perpectivas mas probable es a mayor crisis inestabilidad y resistencias del movimiento de masas, una mayor tension social en la cual debemos participar para al calor de las luchas grandes y pequeñas que seguramente continuaran y se iran incrementando, seguir avanzando en la construccion y desarrollo de MS, altiempo que seguimos en la busquedas de nuevos sectores organico o no que esten dispuestos a sumarse a la tarea de construir una referencia politica anticapitalista que de una verdadera salida de fondo a los trabajadores y el pueblo Venezolano.
Gonzalo Gomez–Sergio Vargas
EON Marea Socialista