Al calor de la pelea por el aborto legal. Iglesia y Estado, asuntos separados
La marea verde que impuso la media sanción y ahora va por el Senado desnudó el estrecho vínculo Iglesia-Estado. El propio Papa comanda la contraofensiva para que el 8A el proyecto de IVE no sea ley. La lucha por el derecho al aborto, entonces, reactiva la batalla por el Estado laico.
No nos sorprende que ante el debate del aborto, la Iglesia y sus militantes con sotana metan la cuchara anti-derechos. Siempre que hay avances en materia de género, esta vieja institución hace sentir su peso procurando mantener los estereotipos patriarcales que sustentan el sistema capitalista.
Por caso, podemos recordar su oposición a las leyes de divorcio vincular, igualdad de lxs hijxs naturales, responsabilidad parental compartida, salud reproductiva, educación sexual integral, fertilización asistida, matrimonio igualitario e identidad de género. Tampoco podemos olvidar la constante militancia papal y clerical contra la teoría de géneros.
No se trata de cuestionar a las personas creyentes. De hecho existen importantes sectores que defienden el derecho al aborto no obstante sus convicciones religiosas. Lo que cuestionamos es el papel de un aparato que pretende imponer a toda la sociedad sus dogmas arcaicos, anticientíficos y misóginos por boca de obispos y curas… que viven a costa del Estado.
¿No injerencia del Papa?
Días atrás, en una nota (1), la abogada Gabriela Carpineti, de la CTA Yasky, desarrolla una insólita visión de la “no injerencia” papal en el debate del aborto: “Ni allegados del Papa Francisco ni mucho menos él mismo incidieron deliberadamente en la tensa sesión que se vivió durante el miércoles 13 y la madrugada del jueves 14 de junio… Algunas mujeres sentimos una complicidad implícita y no menos contradictoria con Francisco, aun en la diferencia pública y notoria que tenemos en relación al aborto. Una complicidad que en estas semanas se expresó en una política de no injerencia de su parte en el proceso que logró la votación favorable en Diputados de la ley de interrupción voluntaria del embarazo.”
Contrasta con la postura de Estela Díaz, secretaria de género de esa misma CTA: “Cuando de los derechos de las mujeres se trata, a pesar de las variantes y diferencias de posiciones entre las fuerzas políticas parlamentarias, hay y hubo una constante: el rechazo sistemático y persistente de la Iglesia Católica, así como su influencia en el posicionamiento de mucha dirigencia política.” (2)
La afirmación de Carpineti está fuera de la realidad. Son de público conocimiento las declaraciones y escritos del Papa contra el derecho a decidir, las misas por “las dos vidas”, las homilías de obispos en los tedeums del 25 de Mayo y el 9 de Julio, los telefonazos a diputados y senadores. ¿Acaso a semejante presión se le puede llamar “no injerencia”?
Posturas como la de Carpineti esconden el verdadero rol del Papa. Él y sus tenientes hablan de “los pobres”, pero nunca cuestionan a la fábrica de pobres que es el sistema capitalista. Y sobre aborto y derechos de género, que es el tema en danza, son totalmente hostiles. Disimular o embellecer ese papel, capitularle en vez de enfrentarlo, lleva luego a quitarle el cuerpo a la pelea. En ninguna batalla sirve camuflar al enemigo, jamás.
Es más: si la gobernadora Vidal se pone el pañuelo celeste, si clínicas privadas reclaman la objeción de conciencia institucional, si la CGT inventa “altos costos” del aborto en las obras sociales, si la CTA Autónoma no posterga su elección del 8A y si algunos movimientos sociales (CTEP, Barrios de Pie, Movimiento Evita, CCC) piden bendición para su marcha del 7A a San Cayetano es por sus relaciones carnales con el Papa y la Iglesia.
Separar Iglesia y Estado
El retroceso social de la Iglesia Católica continúa, más a partir de su cerrazón medieval contra nuestros derechos. Por ejemplo en Salta, donde con lucha se logró un fallo de la Corte Suprema de la Nación hacia la laicidad en la educación pública primaria, hoy sólo un 8% de lxs chicxs asisten a contraturno a las clases de religión.
Sin embargo no hay que minimizar la influencia que aún mantiene la Iglesia, sobre todo porque a los partidos políticos del sistema les conviene bancar a una institución que defiende la conciliación de clases.
El reciente desfile de alumnos de una escuela católica santiagueña, con pañuelo celeste y música militar, generó mucho rechazo. Pero lo que poco o nada se comentó es que esa escuela, como toda la educación confesional, recibe subsidios y otras prebendas del Estado… que pagamos todos.
Para terminar con esta intromisión en la política pública hay que avanzar en la separación definitiva de la Iglesia del Estado y anular los fondos millonarios que ésta embolsa en sueldos, jubilaciones, becas, exenciones fiscales y subsidios a sus escuelas. Con todo respeto por la libertad de cultos, el Estado debe ser completamente laico.
Celeste Fierro
1. Feminismo y cristianismo, en la web de Agencia Paco Urondo (6/7/18).
2. ¿Están queriendo decir que no es importante el aborto legal?, en la misma web (16/7/18).