Deuda, extractivismo y derechas en el poder
En períodos agudos de crisis económica y social, y de agresión capitalista fuerte, las luchas se repliegan en un primer momento. Es la lógica etapa defensiva y de autopreservación. Las luchas socioambientales atraviesan esa dinámica: de repliegue en los territorios en lo geográfico y de evolución hacia el localismo, en lo político. Queremos dar nuestra visión alternativa sobre el tema.
La dinámica del capital consiste en que apela a salir de sus crisis más potentes explotando las dos fuentes de riqueza social: la fuerza de lxs trabajadorxs y la naturaleza. Así, se explica la ofensiva para promover “reformas estructurales” en todo el mundo (laboral, fiscal, jubilatoria), para modificar las condiciones de trabajo y ampliar los márgenes de ganancia para las corporaciones. En segundo término, para reducir los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, el mercado capitalista mundial presiona por más extractivismo: más volumen de soja, para bajarle el precio; más megaminería o especulación inmobiliaria como reserva de valor. Sumado a eso, en países de América Latina como el nuestro, el comando del gobierno por parte del FMI impone como eje pagar deuda externa. En ese sentido, junto con el ajuste en el “gasto” social, se incentiva la exportación de commodities para que ingresen dólares al país de las exportaciones. El “estímulo” a exportar cobrando en dólares es lo que llaman el “tipo de cambio alto”, es de decir: el dólar sobrevaluado y el peso barato. Negocio para los banqueros que tienen más dólares por exportación; negocio para los exportadores que duplican su facturación en pesos por la devaluación planificada por los capitalistas. Se intensifican agronegocio y megaminería, se construye la mitología del litio prometedor de futuro y no se paraliza el negocio del desarrollismo inmobiliario para reserva de valor. Todo, de conjunto, tensiona sobre condiciones socioambientales en medio de un declive económico de la vida de la mayoría y ajuste global que confisca derechos. Se agudizan contradicciones que van motorizar reacciones de lucha, seguramente.
¿Testimonio parlamentarista u organización real para luchar?
Recientemente en ámbitos de coordinación con otras fuerzas sociales y colectivos territoriales con los que actuamos, se presentó un debate. A iniciativa de movimientos sociales, organizaciones campesinas y fuerzas políticas del espectro kirchnerista, se propone presentar a través de diputados de ese sector un proyecto de Ley de Semillas contra toda forma de privatización. En concreto, se propone proteger el libre uso y coexistir con el negocio de las semillas mercantilizadas. Nuestra opinión política, sin ningún sectarismo, es fomentar toda lucha en unidad de acción por puntos positivos que hagan avanzar los reclamos sociales y populares. A la vez, toda iniciativa política tiene contexto, historia, estrategia y requiere algunas delimitaciones. Por lo pronto, no podemos hipócritamente silenciar un recordatorio: el kirchnerismo no solo tuvo mayoría parlamentaria para aprobar leyes como ésta durante 12 años y no lo hizo, sino que promovió la consolidación del agronegocio y todo el extractivismo. Sin embargo, asumimos que la militancia de las organizaciones de base que impulsan el proyecto tienen alguna expectativa y la respetamos. En ese marco, proponemos sumar dos condiciones al proyecto, para contrarrestar cualquier maniobra tendiente a transformar un reclamo legítimo en puro show parlamentario, a sabiendas que es una iniciativa totalmente testimonial si no construye relaciones de fuerza para imponerla. Nuestros dos planteos son: 1) que se incorpore la prohibición total del uso de agrotóxicos en Argentina y 2) que se organice un plan de lucha nacional en defensa de la agricultura campesina, contra el agronegocio y por una verdadera reforma agraria en el país. Sobre esa base, nos comprometemos a impulsar toda iniciativa con esa orientación.
El FIT y la cuestión socioambiental: incomprensión y abstencionismo
En la izquierda anticapitalista tenemos debates profundos sobre la cuestión ambiental. Todavía hoy se la relega a un problema de segundo orden, “ecologista”. Por eso, las fuerzas del FIT no integran en su programa y acción política esta temática como un aspecto clave. Predomina una concepción productivista, pero bajo condiciones de control obrero que los lleva a la abstención política en los principales procesos del sector. Este es un debate teórico y político de primer orden que condiciona la política y militancia de nuestras organizaciones. Nuestra opinión es que el capitalismo en esta etapa, en su sobrevida decadente y depredatoria, desarrolla fuerzas destructivas. Es decir: para garantizarse rentabilidad distorsiona todo y utiliza los avances más positivos de la ciencia aplicada al objetivo de la acumulación privada. Así, ramas enteras de la producción no tienen ningún sentido social. La megaminería, los transgénicos y agrotóxicos, por nombrar algunos, no son modalidades “neutras” de producción que bajo control de la clase obrera puedan modificar su carácter. Megaminería y agronegocio contaminan, enferman y matan, sea bajo la administración de la clase obrera o la burguesía. Cuidado, lo que decimos es: hay que expropiar a las corporaciones, pero no para administrar con otra orientación de clase todas las modalidades de producción que desarrolló, sino que, en muchos casos, proponemos abolir ramas enteras sin ninguna utilidad social. Estos son debates de gran relieve, ya que hacen a la preparación política de nuestras fuerzas para gobernar y transformar la sociedad reorganizando sobre nuevas bases la producción.
Unir las luchas socioambientales y hacer política anticapitalista, feminista y ecosocialista
En lo inmediato, queremos proponer las tareas más importantes que identificamos para el movimiento socioambiental. Por lo pronto, su dinámica fue ascendente y se multiplicó molecularmente y con luchas importantes a escala regional. Pero no logró transformarse en un sujeto de alcance nacional. Hay factores objetivos, como la regionalización de la agresión extractiva y, a la vez, causas políticas. La mayoría de las conducciones sindicales son productivistas, y disocian el derecho a trabajar, con la salud vinculada a una modalidad de producción que no contamine ni enferme. Lo mismo ocurre con los partidos tradicionales, que son extractivistas con puras diferencias tácticas. Nuestra propuesta es escalar desde las articulaciones regionales a una coordinación de alcance nacional que unifique y que centralice las acciones de lucha contra el poder político central. Asociada a esta coordenada de movilización unitaria, se requiere una segunda tarea, estratégica: hacer política militante construyendo una organización independiente de corporaciones, burócratas y politiqueros productivistas, y que respalde y multiplique un programa de medidas anticapitalistas (que recupere para lxs que trabajan los resortes de toda la economía); feminista / disidente, es decir con perspectiva de género; y lo más importante en este debate: profundamente ecosocialista, en tanto que incorpora a fondo una perspectiva que contemple como vector decisivo el factor socioambiental, naturaleza y salud pública.
Tamara Migelson, Red Ecosocialista