Litio, la cuestión del desarrollo y una perspectiva ecosocialista
La presencia de este mineral en Argentina no es nueva. Su explotación en las condiciones del modelo extractivo neocolonial, derivas y resistencias. Los debates y la lucha política de estrategias y modelo social. Una contribución marxista y ecosocialista.
El macrismo agita como tablas de salvación económica para el país el fracking de Vaca Muerta y Chevron, más el nuevo oro blanco del futuro: el litio. Este mineral del que existen reservas muy importantes acumuladas en el NOA de nuestro país es objeto de interés capitalista del complejo electrónico-automotriz. Utilizando litio en la producción de materiales de electrodo, investigaciones de ciencia aplicada permitieron el desarrollo de una nueva generación de baterías eléctricas, desechables y recargables. Durante la década de 1990 la producción de baterías ion-litio para la creciente industria de la electrónica portátil (telefonía celular, reproductores de audio, computadoras), incentivó nuevas investigaciones para las empresas automotrices que empezaron a ensayar con el uso de esta tecnología en la carrera por el desarrollo de los futuros vehículos eléctricos. Así las principales automotrices del mundo se interesaron en este mineral desde su origen más económico como insumo básico o commoditie que se presenta como salmuera contenida en salares de forma natural. Un proceso químico más bien simple permite su explotación económica. En estos términos está colocado el asunto. Analicemos sus distintas aristas.
Corporaciones, soberanía y democracia
Los salares de mayor dimensión se encuentran en las regiones andinas de Sudamérica: Argentina, Bolivia y Chile, que concentran el 90% de las reservas mundiales de litio en salmueras. Las corporaciones SQM y Chemetall radicadas en Chile y la FMC Corp. radicada en Argentina, concentran el 77% de la producción mundial de litio. Así, ambos países ocupan el primer y segundo lugar mundial como exportadores de litio en salmueras. En lo que respecta a la puna argentina, el proyecto Fénix inaugurado a fines de 1997 sobre el Salar del Hombre Muerto (Catamarca), llevó a la norteamericana FMC Lithium a proveer el 19% del consumo mundial de litio. Con una inversión inicial de US$ 150 millones, actualmente tiene una capacidad de 23.000 y 5.500 toneladas por año de carbonato y cloruro de litio respectivamente. En los últimos años se suman más de 40 proyectos extractivos de litio, abarcando la casi totalidad de los salares del NOA por impulso de la japonesa Toyota Tsusho, Mitsubishi y otras. El proceso de extracción que no incluye voladura de montañas ni uso de cianuro, sí compromete volúmenes enormes de agua en regiones de alta escasez. Así, las comunidades originarias de la zona rechazan los emprendimientos a partir de un planteo democrático elemental –y legal: la consulta previa e informada a las comunidades. Ese paso, obviamente no se cumplió y bajo la legislación noventista de provincialización y privatización de los bienes comunes, se facilitó la injerencia de saqueo y depredación de las transnacionales. Una primera conclusión: el modelo extractivo neocolonial en esta etapa, por su urgente requisitoria de ganancia rápida, es totalmente incompatible con la soberanía nacional; con la democracia más básica (y bien burguesa) y por supuesto, con toda preocupación de orden socioambiental. Son los límites del capitalismo en su naturaleza de época, decadente, destructivo, de barbarie.
Polémicas en el campo socioambiental
El debate en torno al litio, su explotación, aprovechamiento, críticas y toma de posiciones, define finalmente, ubicaciones estratégicas en torno al modelo productivo. Por un lado, el estatismo desarrollista, para una orientación de adaptación “competitiva” al capitalismo, que promueven los sectores que levantan la estatización y nada más que eso. Sin control social, sin integrar el litio a un programa global de desarrollo independiente, pero en términos de reconversión productiva y laboral, anticapitalista y eco-sustentable. O la variante del productivismo “por etapas” de Bolivia, que promueve una apropiación de renta extractiva para “redistribución social” y en un futuro indeterminado cuestionar las bases del capitalismo en la región. Es la coexistencia negociada con las corporaciones. Y también discutimos a fondo, con la versión de productivismo con control obrero, a lo FIT, que levanta en todos los casos el PO y de forma bastante similar el PTS. Es la esquemática aplicación mecanicista y dogmática de la idea de un sujeto clase obrera que “hereda” el desarrollo de fuerzas productivas en el punto que las deja el capital y las administra bajo su propia orientación de clase superando todas las contradicciones. Esta lógica razona entendiendo que todas las modalidades productivas son neutras y sus derivas dependen de los intereses sociales que las administren. Así, megaminería estatal con control obrero, sería progresivo. Nuestra impugnación a este razonamiento anti-dialéctico y a-histórico. La posición que levantamos, se subordina a una estrategia general, de revolución y despliegue de fuerzas productivas entendidas de forma integral como relación entre personas, naturaleza (como los dos polos clave) y conectadas por la tecnología. Si saquea y depreda, no es progreso. Esa es nuestra consigna. El desarrollo desigual del proceso de lucha de clases y de todo cambio político, puede plantear excepciones, pero como tales son eso: modificaciones excepcionales de una línea, para volver ni bien se pueda, a la orientación estratégica y siempre, en base a una deliberación democrática, informada y consciente de la mayoría social. Planificación democrática de la producción, debate y decisión soberana de mayoría de todo emprendimiento que implique controversias y desarrollo con apellido: ecosocialista, no capitalista.
Nuestro programa en materia energética
Finalmente, nuestra contribución implica pensar el litio en tanto que bien común, como parte de una variable que pueda integrar un programa de transición energética. La petrodependencia es inviable ya que acumula contradicciones sin salida: calentamiento global y cambios sin retorno en las condiciones de vida de regiones enteras del mundo por la alteración abrupta del clima. Por lo tanto, se impone como salida una reconversión general a energías limpias y renovables, apostando a la diversificación y la eficiencia. Esto en base a un modelo asentado en la producción de cosas necesarias socialmente, valores de uso, en clave marxista. Es decir: nuestra apuesta estratégica es reorganizar el modelo económico sobre nuevas bases de propiedad social y democracia real. El circuito que imaginamos consiste en un relevamiento social de las necesidades sociales mayoritarias; planificación democrática de la producción y previsión conciente e informada de las consecuencias socioambientales de impacto perjudicial. Esta lógica, sin capitalistas, ni corporaciones, despliega como tendencia de mediano plazo a una reducción del volumen material producido no como resultado de la “austeridad individual”, sino como deriva inevitable de la planificación y la racionalidad socialista. En síntesis: se produce lo requerido socialmente, no se sobre-produce con anarquía y dilapidación de recursos, para estimular de forma artificial después el sobre-consumo con la publicidad capitalista. Toda nuestra perspectiva, al final del camino, supone una lucha política por expropiar el poder político de las corporaciones y su casta de partidos y burocracias, para reemplazarlo en transición al socialismo por un gobierno de la clase obrera como sujeto articulador de una alianza con todos los sectores explotados por el capital que depreda y contamina.
Mariano Rosa