Polémicas sobre la deuda y el FMI. Ni pagar, ni renegociar: planificar el default para una perspectiva soberana
Es el eslabón clave de la dependencia. Es un mecanismo de fuga de recursos y de condicionamiento en la orientación de la política económica. Es un consenso de clase, inamovible, de las fuerzas políticas tradicionales, todas. Es el vértice a partir del cual desplegar una plataforma alternativa, inevitablemente.
Los antecedentes de suspensiones de pago de deudas de naciones o países, remonta al siglo XIV, en la transición de la Edad Media al capitalismo en las primeras repúblicas independientes de Italia (Génova, Florencia y Venecia). Y en los siglos XIX y XX hubo ciclos de suspensiones de pagos en puntos de inflexión de crisis capitalista: en 1820, en 1870 y 1930 en países centrales. De hecho, arrancamos por acá este artículo, porque la mitología del “no se puede”, como sentido común dominante, se inculca más bien recientemente, desde la década de 1980 y opera sobre un fondo de desinformación. Nuestro rol, es contraponer información histórica y desenmascarar las falsedades de clase dominante que divulgan los capitalistas con todos sus recursos: partidos tradicionales, burocracias en los sindicatos, intelectuales orgánicos y medios masivos de comunicación.
Terrorismo ideológico
La idea de que cuestionar la deuda, suspender su pago, es la catástrofe segura para la clase obrera y el pueblo, es una novedad política. Más bien, como decíamos arriba, de la década del 80 del siglo pasado. Esto es así, porque fue una línea global para América Latina de la banca internacional sobreendeudar países utilizando la posición de fuerza de las dictaduras genocidas, con una lógica: prestar con condiciones de devolución imposibles de cumplir, “renegociar” para reforzar el sometimiento y así prolongar la subordinación. Se consolida un tipo de integración asimétrica de los deudores en general, proveedores de materias primas, se beneficia a las élites burguesas locales y a las sucursales de bancos y corporaciones en esos países en cada nuevo ciclo de endeudamiento, salvataje y renegociación. Argentina, desde la salida de la dictadura genocida, cumple ese patrón de sometimiento casi sin solución de continuidad. Con un intervalo resuelto por la movilización de masas, no por orientación burguesa desde el poder político: el 2001 que impuso la suspensión del pago de la deuda, es decir, el “defol”. Los opinólogos actuales, en especial, los voceros económicos del PJ-K (Kicillof, Nielsen, Agis y otros), todos ex responsables de la gestión económica en la década pasada, encubren puntillosamente una constatación: el default del 2001, impuesto por la movilización de masas, fue una de las variables clave que facilitó el “rebote” económico del gobierno de Néstor Kirchner en 2003.
Más aterrizado todavía: fue esa suspensión del pago de la deuda la que proveyó recursos para financiar programas sociales de emergencia. Claro, esta corroboración se oculta políticamente y se hace sobresalir una medida opuesta: el pago al contado de deuda fraudulenta, arrancando por la “quita” de Lavagna como ministro K en 2005-2006, que en realidad fue el tributo burgués de un gobierno que quería dar señales de confiabilidad al capital financiero y pagó deuda incobrable. Obvio, la banca internacional, feliz con ese gesto.
De profetas, profecías y catástrofe: su relato
En actos, reportajes, intervenciones públicas, artículos y en la línea argumental de los voceros económicos del proyecto pejota-kirchnerista se plantean algunas cuestiones como las siguientes:
- No se puede dejar de pagar deuda, y menos cuestionarla en campaña electoral, es un infantilismo e irresponsabilidad política.
- Defoltear deuda implica la caída en picada de acciones de empresas, quiebra y despidos.
Supone también una disparada del “tipo de cambio”, del dólar y consecuentemente, hiperinflación. - Se corta el financiamiento externo, el país se queda sin poder acceder a créditos.
- Se cierran los mercados para colocar exportaciones, quiebra la economía.
- El FMI te pone como país “la luz roja” y te quiebra.
- Las relaciones de fuerza en el mundo y en Argentina, no dan para una confrontación con los “poderes fácticos”. Hay que moderar, no chocar.
- La crisis social derivada polariza la sociedad, desautoriza a los proyectos progresistas y pavimenta el camino a la derecha, que invoca “sentido de la responsabilidad” y vuelve.
En síntesis: hay que evitar la subordinación al mercado, como hace el macrismo; pero no se lo puede desconocer como límite inexpugnable. Por lo tanto, hay que conciliar mercado, democracia y medidas sociales para que haya trabajo y crecimiento económico. Eso, traducido, significa renegociar plazos de pago de deuda, para ganar tiempo. Todo lo demás que propone la izquierda, es “consignismo testimonial” e infantilismo irresponsable. Gobernar es otra cosa: conciliar intereses a favor de “la gente”, la dicotomía de la lucha de clases es una simplificación reduccionista, como las “perimidas” categorías de “derecha e izquierda”. Este es el enfoque de la principal corriente política opositora al macrismo, con chances electorales.
Salvataje social, soberanía política
Todo programa económico, es en realidad, una confesión política de clase, de intereses más o menos explícitos. El progresismo es la ideología del capitalismo vergonzante. En períodos de desilusión o experiencias de ascenso de lucha frustrada, se afirman las salidas derechistas, como el macrismo. El rol del progresismo es bloquear por izquierda la influencia de las ideas anticapitalistas y de ruptura en sectores más masivos de la población obrera cuando crece el repudio a las derechas. Su arma más letal es el escepticismo, el “no se puede”. Así, los progresistas presentan como desastre irreversible, medidas económicas y políticas antipopulares, que son decisiones conscientes de la burguesía para hacer que las crisis recurrentes las pague la clase que trabaja. Toda la enumeración que presentamos más arriba, no son eventualmente fenómenos de la naturaleza que castiga a los proyectos irresponsables, de izquierda: son medidas del capital, en defensa propia. Por eso, nuestro proyecto político levanta un planteo opuesto, que consiste en la siguiente confesión de intereses: primero, el trabajo; el salario equivalente al costo de vida; la educación y la salud universales, públicas, de calidad; los servicios públicos como derecho, etcétera. Para garantizar esos intereses sociales, esas causas, como derechos permanentes, hay que reorganizar la economía del país. Una regla que hay que cambiar, es el pago de la deuda fraudulenta y así disponer recursos para reactivar la economía a favor de aquellos intereses sociales y sus derechos. Por lo tanto, nuestra enumeración programática sería así:
- Ante la caída de acciones de las empresas, y la amenaza de quiebra, suspensión de despidos y cesantías, estatizar bajo control obrero. Así, asegurar el derecho básico a trabajar, contrapuesto y superior al derecho de lucrar, del patrón.
- Ante la fuga de divisas y el bloqueo al crédito, dos medidas preventivas, defensivas: nacionalización de la banca, en un sistema único, centralizado y público de crédito, con orientación social; estatización del comercio exterior, para conducir en función de las necesidades mayoritarias las exportaciones e importaciones.
- Control de precios, estipulando valores máximos, con sanciones a la especulación y remarcación capitalista, llegando a la expropiación. Es decir: proteger el consumo de masas.
- Salarios indexados por ley al valor móvil del costo de vida. Y reparto de las horas de trabajo, reduciendo la jornada laboral sin tocar el salario. Así, custodiar el ingreso obrero, no la plusvalía capitalista y asegurar el pleno empleo.
- Plan masivo de obras públicas como infraestructura en comunicación, transporte, escuelas, hospitales y viviendas. De esta forma, multiplicar la demanda de fuerza laboral y la reactivación de la economía.
- Reorganizar el sistema de impuestos: eliminar el IVA, el impuesto al salario, triplicar las retenciones al agro, a la renta financiera y las grandes fortunas. En síntesis: invertir el esquema actual.
Finalmente, este programa de emergencia social, que tiene en la suspensión del pago de la deuda su punto necesario de partida, tiene que ser respaldado social y políticamente:
Con información pública de todo.
- Con democracia real para la movilización y la organización.
- Y una dirección política de todo el proceso, con perspectiva anticapitalista, socialista y de proyección internacionalista.
En política nada está definido de antemano, depende del proceso de lucha de clases. Para esta perspectiva, estrategia y confesión de intereses, se requiere partido militante como el que nosotros construimos en Argentina con el MST y una organización internacional con los objetivos de la recientemente fundada Liga Internacional Socialista. No decimos que sea fácil, pero hace falta y, por lo tanto, hay que intentarlo.
Mariano Rosa