Alberto, presidente electo. El gobierno que viene
Ganó Alberto Fernández. El Frente de Todos capitalizó el rechazo a Macri y su modelo. Más allá de las expectativas de algunos y la sana desconfianza de muchos que lo votaron para que se vaya Macri, la perspectiva indica que no habrá cien días de gracia ni menos un cheque en blanco. El marco es muy diferente al país del primer gobierno K. Y Macri deja una agenda pendiente que impuso el FMI y que Alberto, más allá de los estilos, viene a implementar. Veamos.
Alberto estrenó el título de presidente electo con dos señales unívocas: un desayuno amigable con Macri para pactar una transición ordenada y un viaje a Tucumán para la asunción de su amigo, el gobernador antiderechos Manzur. Rodeado de dirigentes cegetistas, empresarios y referentes del PJ, marcó con elegancia pero claramente lo que será el eje de su gestión: «Vamos a enfrentar un tiempo complejo», por lo cual tenemos que «arremangarnos todos». Léase: la crisis es tremenda y la seguiremos pagando los de abajo.
Escenario diferente
Hay quienes imaginan un «vamos a volver» a un escenario similar a la primera versión del gobierno K. Pero hay un marco muy diferente por varias razones:
a) en lugar de viento de cola, la crisis capitalista mundial demanda una transferencia de recursos de signo inverso: son tiempos de mayor saqueo y pago de deuda;
b) no hay crecimiento a tasas chinas, sino una tremenda recesión, inflación galopante, pobreza extendida y un endeudamiento récord y Macri deja una agenda inconclusa de recortes y reformas reaccionarias que demandan más ajuste;
c) les trabajadores, las mujeres y la juventud vienen luchando pese al rol de las centrales burocráticas y, con estallidos sociales en varios países, anticipan que no le harán la tarea fácil al nuevo gobierno.
Un gobierno capitalista del PJ
Claro que el gobierno de Alberto tendrá diferencias con el de Macri. Aunque serán más de estilo y gestuales que de contenido. Ya viene dando señales más que claras que, en esencia, habrá continuidad e incluso otras medidas de ajuste y cumplimiento de los compromisos con el FMI. Sin dudas habrá un barniz progre en algunos aspectos, como el prometido Ministerio de la Mujer o la vuelta de las carteras de Trabajo y Salud y algunas dosis de doble discurso. Pero nos encaminamos a un gobierno más clásico del PJ, en donde los componentes del rompecabezas (kirchnerismo, gobernadores, albertistas, burocracia sindical) pujarán por sus porciones de poder, más allá que acuerden una agenda común de ajuste. El PJ ya estuvo al servicio de la gobernabilidad durante el período Macri, ahora con la transición y seguramente la nueva oposición macrista le devolverá favores. El desayuno Macri-Fernández es funcional a ello.
El presidente electo no anunció gabinete ni plan económico-político. Pero viene esbozando y actuando en función de la que será su estrategia de gobierno. Desde las PASO viene avalando una devaluación importante con la subida del dólar, para garantizarles grandes ganancias a sectores patronales y que Macri anticipe una parte del trabajo «sucio» de ajuste, incluido otro posible golpe global a los bolsillos populares. No es algo nuevo, ya que durante toda la campaña Fernández se dedicó a enviar mensajes al establishment y de «tranquilidad a los mercados». Un perfil «serio y responsable» al servicio de implementar el ajuste pendiente y volver a intentar hacer lo que Cambiemos dejó inconcluso por la resistencia obrera, popular y juvenil.
Preparar los reclamos
Mantener la devaluación, cumplir con el FMI y los acreedores renegociando y pagando la deuda, cumplir los contratos con las privatizadas, mantener el sistema impositivo regresivo, seguir con el fracking y la megaminería, y avanzar en la reforma laboral por lugar atacando los convenios, son algunos de los tópicos que viene planteando Alberto. Se reunió con patrones de todo pelaje, terratenientes, los usureros del Fondo y hasta con el macrista Marcos Galperin, uno de los mayores capitalistas del país y fanático de la reforma esclavista. A todos les prometió capitalismo al palo.
Para ello requiere una base de sustentación que le garantice cierta tranquilidad social. Su eje es la convocatoria a un gran pacto social como política de Estado, concertando con empresarios y burocracia sindical de todas las centrales, con la bendición de la Iglesia. Su objetivo es cumplir el acuerdo con el FMI. El nuestro será salir desde ahora con nuestro pliego de reclamos y contra toda concertación con las patronales. Por salario, trabajo, por la ampliación de derechos y contra el ajuste y todo intento de reformas reaccionarias. Para ello tendremos que organizar la pelea desde ahora. El MST está al servicio de esa tarea.
Guillermo Pacagnini