29N – De progresistas, extractivismo y transiciones
El viernes 29 de noviembre está convocada una nueva acción mundial en defensa del planeta. Otra vez, el motor es la juventud. Nuestra región está afectada por dos fenómenos en «pinza»: el cambio climático y también el extractivismo, como forma particular del capitalismo. Con este artículo queremos plantear análisis y propuestas para luchar en simultáneo contra esas dos catástrofes.
El capitalismo en su sobre-vida histórica provoca todo tipo de distorsiones. Lo que queremos explicar con «sobre-vida» es que la formación social capitalista, como modo de organización histórica cumplió un ciclo positivo superando al feudalismo de la Edad Media. Sin embargo, todo el siglo XX desde por lo menos 1914, la prolongación histórica de este sistema trajo, como consecuencias, catástrofes. Su autopreservación tuvo (y tiene) derivas espantosas: las guerras mundiales, la concentración de la riqueza y el crecimiento de la desigualdad, y también, la violencia depredatoria sobre la naturaleza.
No son accidentes son consecuencias inherentes al capital. ¿Por qué no reemplaza el propio sistema petróleo por energías limpias y renovables? Implicaría una inversión de capital con amortización a largo plazo, con riesgo. Compromete la rentabilidad y, por lo tanto, ni se lo plantean los principales capitalistas. ¿Por qué no reemplazan transgénicos y agrotóxicos por formas agroecólogicas de producir? Porque el agronegocio es más ventajoso económicamente, permite reducir el costo de reposición de la fuerza laboral: aminora el precio de la comida de la clase obrera y, por lo tanto, reduce gastos de producción.
Asegura más ganancia: fin de la ecuación. Ni preocupación socio-ambiental, ni nada: el capital es corto-placista, improvisa, es anárquico y su ley motora es la rentabilidad del 1% de la humanidad. Es una dictadura antisocial.
García Linera: conciliador con la derecha, provocador con la izquierda
Durante años, el progresismo continental, mostró a Bolivia como ejemplo de extractivismo «controlado», de apropiación «planificada» de renta de las corporaciones, como «etapa» inevitable en el camino de la futura emancipación del capital. En el medio, claro, represión a comunidades originarias por el conflicto de Tipnis, desidia ante los incendios de la Chiquitanía (idéntico a Bolsonaro) y regimentación burocrática de las principales organizaciones sociales, que fueron transformadas en instrumentos verticales del gobierno de Evo Morales-Linera.
Claro, los que desde la izquierda anticapitalista criticábamos la conciliación con el capital extractivo y planteábamos ir más a fondo, no «entendíamos nada». Éramos la izquierda «pasada de moda» que nunca había gestionado, que no tenía vocación de poder, que no comprendía la nueva realidad del capitalismo. El autor de este relato divulgado en mil artículos, entrevistas y actos, fue siempre el vice de Morales, García Linera.
La situación actual en Bolivia está conectada con este debate. La crisis capitalista no da margen a las corporaciones para conciliar, para compartir la renta. Necesita su apropiación total. Si encuentra resquicios y relaciones de fuerza, lo intenta. En Bolivia se dio todo; conciliación por años, desaprovechamiento de la oportunidad de expropiar todo con fuerza social a favor en su momento; y ahora, ante la polarización, cobardía de los dirigentes que huyen -Morales y Linera-, desorganización de su propia base social y ante la respuesta semi-espontánea de las bases que luchan contra el golpe a pesar de los dirigentes del MAS, que negocian con el gobierno de facto un nuevo llamado a elecciones. Este escenario, es la prueba contundente del «relato» de Linera y su fracaso completo, total. Con el extractivismo y sus fuerzas políticas, no se negocia ni se concilia: se lo desmantela y reemplaza por otra forma de producir.
Extractivismo y falsa democracia: una familia muy normal
La administración del modo capitalista asentado en la lógica neocolonial del saqueo y la depredación está reñida con la democracia como forma política. Es decir: para imponer un modelo que somete económicamente a un país y además contamina a su gente y sus ecosistemas, necesariamente se tienen que limitar los derechos democráticos. Ni democracia mediática, ni formas activas de participación social, ni control popular de la producción, ni organizaciones obreras y sociales con fuerte dinámica deliberativa, rotación de dirigentes, revocabilidad… nada. Porque si el pueblo se informa, sabe y conoce, tiene conciencia, se moviliza y lucha por cambiar.
El modelo del capital extractivo es injusto. Por eso, hay que defenderlo con encubrimiento, desinformación, manipulación, autoritarismo, represión (incluso, como en Tipnis) y al final, hasta con la eternización de dirigentes que pretenden conducir para siempre el proyecto, el país, todo. Como contracara, obviamente, para derrotar al capitalismo de las corporaciones es clave fomentar la movilización social autoorganizada, con un programa de ruptura y transición hacia otro modelo de economía y de política.
Transición sin contaminadores al volante
Por todo lo que explicamos, nuestra conclusión es categórica: ni los contaminadores de petróleo y la agro-ganadería capitalista, ni los gerentes políticos del extractivismo en América Latina (derechistas o progres), pueden conducir ninguna transición. Sencillamente porque no tienen esa perspectiva. Reemplazar la matriz de energía por limpias y renovables, abolir agronegocio, megaminería, fracking, cementación urbana anárquica y hasta el maltrato animal, es el desafío de un sujeto social distinto. La clase trabajadora, en un bloque social que articule con la juventud consciente, el movimiento feminista/disidente y el conjunto de los sectores populares agredidos por el capital, es la fuerza social que se requiere como punto de apoyo.
La clase obrera es decisiva por su posición estratégica en la producción de todo: es la que puede con otra orientación política, cambiar el rumbo. Su rebelión, además, tiene que tener entonces un GPS en política: una estrategia para desmantelar capitalismo y democracia extractiva, y reemplazar eso por otra forma de producir/consumir, relacionarse entre las personas, los pueblos del mundo y claro, otro sistema político: una democracia real para el auto-gobierno de masas a través de sus organizaciones propias, sin élite política con privilegios materiales ni impunidad, sin senados «con dinosaurios», sin la representación política de los capitalistas hegemonizando.
Para esa lucha, para esa transición, hace falta una fuerza organizada en colectivo de miles de militantes de estas causas, método y estrategia. Causas del anticapitalismo, el feminismo revolucionario y el ecosocialismo. El método de la movilización autodeterminada de la mayoría. La estrategia de un nuevo poder nacional e internacional de los que trabajan, contra los parásitos, burócratas, represores y contaminadores.
Para esta hoja de ruta hace falta organización previa. Entrenamiento previo. Paciencia pedagógica y divulgación de ideas de revolución en lucha contra las ideas reaccionarias, posibilistas y escépticas del capital, el extractivismo y su autoritarismo. Esta es la fundamentación de hacer partido revolucionario nacional y organización internacional para estos objetivos. Por eso la Red Ecosocialista, el MST y la LIS como proyectos de acumulación política para todos esos propósitos. Si lo intentamos con debate colectivo, compromiso personal y pasión por cambiar todo se puede. Hagámoslo.
Mariano Rosa