La París: En vez de reunirse con la patronal, Kicillof y Garro deben atender a sus trabajadores
Por: Vilma Ripoll, Juan Bonatto
Hace unos días se conoció la noticia del cierre de la conocida confitería “París”, en la céntrica esquina de 7 y 49 en la ciudad de La Plata. La misma tiene muchas décadas como confitería y lleva más de 51 años en manos de sus actuales dueños, la familia Pérez.
Sus 33 trabajadores se enteraron de que se quedaban sin trabajo a través de un mensaje de WhatsApp. Ese nivel de desprecio tiene esta familia hacia trabajadores que dejaron todo para hacerla funcionar y producir. Obviamente poco les importó la situación ante el coronavirus, la existencia de decretos prohibiendo los despidos o la grave situación económica en la que quedarán quienes, día a día, llevaban adelante la confitería con su esfuerzo.
A quienes viven en La Plata esto no les llama mucho la atención, ya que esta confitería ha sido un reducto de la élite de la capital bonaerense, la que acudía allí a tomar el té con masas. El lugar donde, en los tempranos años ’70, se juntaban los miembros de Tacuara y otros grupos nacionalistas y de derecha, muchos de los cuales terminarían engrosando las filas asesinas de la CNU y los grupos de tareas.
Pero es que allí seguramente se sentían cómodos estos sectores fachos, teniendo en cuenta la discriminación de la que sus patrones gustaban hacer ostentación. No hace muchos años sufrieron un escrache espontáneo al sacar violentamente a un niño de 10 años y a su hermanito que pedían monedas, de quienes además se burlaron tras un vidrio.
Algo similar había pasado tiempo antes cuando retiraron a un menor del baño, quien en realidad estaba sentado, consumiendo en una mesa con su madre, pero por su tez morena mereció la xenofobia, racismo y desprecio de clase que se expresaba en este lugar careta.
Qué se puede esperar de esta patronal que, desde su página web oficial, cuenta como parte de su historia la reconfiguración a la que fueron luego de tener un conflicto gremial con los mozos, lo que hizo que en 1974 cerraran por primera vez su bar, dedicándose a la panadería. Seguramente varios trabajadores deben haber quedado en la calle en ese momento. Este “cierre” suena a eso, aprovechar la crisis para lucrar con la necesidad ajena y las posturas políticas del intendente Garro y el gobernador Kicillof para “quedar bien” con cierta clase alta y elites platenses.
Esta patronal ha tenido varias denuncias por despidos ilegales, abusos laborales y maltratos a lo largo de su historia. A todo esto se le suma un nuevo hecho que genera bronca social y la indignación de sus propios trabajadores, hoy en la calle: Los patrones fueron recibidos por el gobernador, Axel Kicillof, para escuchar su “drama” y conversar cómo haría el gobierno provincial para que puedan recibir una ayuda estatal. Mostrando que en esto de bancar a las patronales no hay grieta, previamente estos patrones se habían reunido con el intendente Julio Garro, de Juntos por el Cambio.
Lamentablemente, una vez más, Kicillof muestra su cara al reunirse con una patronal que desprecia y maltrata a trabajadores, que viola decretos presidenciales de prohibición de despidos ante la cuarentena. Una patronal que dice “no poder” sostener su situación económica cuando estuvieron trabajando todo este tiempo, ya que no cerraron totalmente en cuarentena, sino que trabajaban por delivery y venta de sus productos de panadería y confitería.
En vez de recibir a sus 33 trabajadores despedidos, quienes no fueron escuchados por ninguna autoridad como dicen en su comunicado, el gobierno seguramente va a ofrecerle a la patronal toda la ayuda necesaria, como lamentablemente viene haciendo Alberto Fernández con las grandes empresas, mientras un amplísimo sector de trabajadores sufre despidos y suspensiones o reducciones salariales pactadas con la burocracia entreguista, para cuidarles la tasa de ganancia a las patronales y empresarios que no sacrifican nada.
Antes que reunirse con los dueños de la París, Kicillof debería juntarse con sus trabajadores que reclaman. Como también debería recibir al personal de enfermería del Hospital San Martín, quienes deben comprarse sus propios EPP para poder seguir trabajando y cuidarse, sin poner en riesgo su salud. O con taxistas platenses que siguen haciendo olla popular para enfrentar la crisis, sin encontrar la necesaria solución oficial o con Autoconvocados del Hipódromo de La Plata que vienen reclamando medidas de protección y otros derechos con los que no cuentan y también con trabajadores despedidos de la DGCyE.
O con 240 obreros reprimidos y echados del frigorífico Penta, con trabajadores de las fábricas matanceras Iberoamericana y Nirva en lucha, con trabajadores de maestranza despedidxs por la contratista del Estado DISTRIBON, con precarizados de casas de comidas rápidas o de las repartidoras y con miles de docentes que no cobran.
En relación a la confitería París, sus dueños deberían ser obligados por el gobierno y el municipio a abrir sus libros contables y hacerse cargo de sus trabajadores, reincorporando a sus 33 empleades. Y si eso no sucede, el Estado se debería hacer cargo de la misma, ponerla a trabajar con control de sus trabajadores y reconvertirla para satisfacer las necesidades populares, como podría ser la producción de alimentos para los comedores escolares y de barrios populares.
Vilma Ripoll, MST en el FIT Unidad
Juan Bonatto, MST y CADHU en La Plata