Alberto en líos. Bajo fuego amigo
La imagen de la discordia. En las últimas semanas se acrecentaron las fisuras en la alianza gobernante. El disparador fue la imagen del presidente rodeado de los dirigentes de la Sociedad Rural, la UIA, la Bolsa de Comercio, la Cámara de la Construcción, la Asociación de Bancos, la Cámara de Comercio y de la CGT nada menos que en el acto por el Día de la Independencia. Hebe de Bonafini abrió el fuego con una carta muy dura hacia AF y unos días después CFK disparó un tuit recomendando un artículo de Zaiat publicado en Página/12 que cuestionaba a las patronales invitadas por Fernández al acto del 9 de julio. También Víctor Hugo Morales se sumó a las críticas manifestando en un editorial su decepción por el retroceso con la expropiación de Vicentín, el posicionamiento del gobierno sobre Venezuela y la permanencia argentina en el grupo de Lima.
Este ruido en las alturas es apenas un reflejo del malestar que se extiende en amplias franjas que apoyaron al Frente de Todos. Trabajadorxs, jóvenxs y mujeres que ven que la derecha retoma parte de la iniciativa convocando banderazos y otras acciones mientras el gobierno no sólo se muestra incapaz de enfrentarla, sino que termina cediendo y reculando en medidas que, siendo bastante limitadas, mínimamente tocan algún interés del poder económico.
Lo que iba a ser y no fue. Muchos trabajadores y jóvenes apoyaron al Frente de Todos con la esperanza de un cambio que significara terminar con las desigualdades, favorecer a los sectores populares y limitar los privilegios del poder económico. La realidad de estos meses es que no sólo no hay menos desigualdad, sino que la pobreza sigue aumentando al tiempo que se sigue beneficiando a bancos, empresas y bonistas. Del discurso de «no pagar la deuda con el hambre del pueblo» se terminó en una renegociación que hace cada vez más concesiones a los buitres. Las amenazas a las patronales que despidan terminaron en cientos de miles de nuevos desocupados sin que haya ningún tipo de sanción para los empresarios. La expropiación a Vicentín y la soberanía alimentaria pasaron a archivo y en lugar del impuesto Patria (que sigue durmiendo en los cajones) se terminó dando ATP para subsidiar hasta a algunos CEOS de grandes corporaciones. Por eso cada día son más los que se decepcionan y empiezan a cuestionar al presidente.
¿Ruptura o reconciliación? Para los medios opositores estos cortocircuitos son una oportunidad para reavivar la idea sobre un «doble comando» y alimentar el sueño de que AF rompa con los sectores «radicalizados» del kirchnerismo para apoyarse en los gobernadores, la burocracia de la CGT y los sectores dialoguistas. Para miles de simpatizantes del FdT en cambio, es un golpe que motoriza debates sobre si seguir adentro tiene sentido y sobre la posibilidad de que Cristina asuma de alguna manera otro polo de poder que retome la senda «progresista». Mientras tanto Alberto, que nunca tuvo una base propia, hace malabares para intentar conciliar a los distintos sectores de la alianza con la particularidad de que mientras hacia la izquierda hay sólo discursos, las medidas concretas son hacia la derecha. En la medida en que aumenten las contradicciones, los reclamos populares y sobre todo las luchas contra las consecuencias del ajuste en curso y el que se prepara para la pospandemia no se puede descartar que se produzcan rupturas y realineamientos, pero no es lo que está pasando hoy. Los chispazos actuales no pasan de intentar responder al malestar que se acrecienta por abajo, pero sin que haya dirigentes de peso que se propongan abandonar el proyecto.
Eso explica que rápidamente desde medios oficialistas salieran a bajar el tono de las disputas con reportajes al presidente, artículos apelando a la vieja teoría del «enemigo principal y las contradicciones secundarias» y hasta el propio Zaiat le bajó el tono a la polémica. Por otro lado, el rumbo elegido por AF no tiene nada de novedoso, estaba anunciado desde la propia plataforma constitutiva del FDT y fue la misma ex presidenta la que lo impulsó durante las presentaciones de su libro: construir un Acuerdo Económico y Social con las patronales, la burocracia sindical y la Iglesia para renegociar la deuda externa, modernizar (léase flexibilizar) las relaciones laborales y profundizar el modelo extractivista. No hay nada nuevo en las actitudes de AF, sólo la confirmación de que por ese camino no había ninguna posibilidad de un camino soberano, independiente, ni de desarrollo nacional.
Construir algo nuevo. Una salida en favor de los sectores populares sólo puede venir de aplicar medidas de fondo que indefectiblemente tocan los intereses de la burguesía. No hay manera de garantizar trabajo, condiciones laborales dignas, soberanía alimentaria, educación, salud y un ambiente sano para las mayorías sin cambiar la lógica de un sistema que se asienta en la obtención de ganancias para una minoría parasitaria. Buscar consensos y esperar buena voluntad de los capitalistas es una utopía que conduce a un camino sin salida, sobre todo en épocas de crisis donde lo que discuten estos sectores es cómo descargarla sobre el pueblo trabajador. Es necesario apelar a la organización democrática y la movilización obrera y popular que pueda vencer la resistencia de la burguesía y la derecha. Se trata de tomar un camino distinto al actual y fortalecer una alternativa política al gobierno y a la derecha como la que impulsamos desde el MST en el Frente de Izquierda Unidad para luchar por un modelo donde se planifique democráticamente la producción y distribución en base a las necesidades sociales y no a las ganancias capitalistas.