Jubilado mata chorro… ¿Y después?
Los medios insisten sobre el tema del robo al jubilado y si asesinó al ladrón en defensa propia o no. Aparte del caso puntual, hay que encontrar una salida real al problema de fondo: la inseguridad en los barrios.
No podemos dejar de repudiar el robo a una familia laburante. En este caso le tocó a un vecino de Quilmes, herrero jubilado y esposo de una enfermera, querido por el barrio. Hubo nuevo caso similar en Mar del Plata. Quienes hemos pasado por situaciones similares sabemos de la bronca, el temor y la impotencia, más aún si fue una banda y con violencia. Sin embargo, queremos ser claros sobre el caso quilmeño.
Primero, es llamativo que si lo quisieron robar tres veces el jubilado no haya llamado a la policía. Segundo y principal, hay defensa propia sólo si corre riesgo cierto la vida. Pero el video y la autopsia no dejan dudas: el jubilado mata al ladrón con dos disparos estando éste tirado en el suelo, herido y desarmado. Fue un asesinato. Y haber sido víctima de un robo injusto y violento no lo hace menos culpable de ese crimen.
Más allá de cada caso específico, es importante plantearlo como lo que es: un problema social más general de inseguridad, que a veces muestra características de guerra de pobres contra pobres. La salida no es la ley de la selva, sumando un asesinato, sino reducir los niveles de delincuencia e inseguridad en la sociedad.
Las causales del delito
Ningún pibe nace chorro. Para comprender por qué un joven llega a exponer su vida robando, necesitamos señalar el origen de la inseguridad. La causa principal del delito no es la pobreza en sí misma, sino más bien la desigualdad social existente bajo el capitalismo. Y esa brecha social entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres viene creciendo en nuestro país gobierno tras gobierno.
A esa desigualdad de base se suman dos factores. Uno es la exclusión juvenil: hoy uno de cada cinco jóvenes ya no tiene acceso a la educación ni a un trabajo, ni siquiera precario. Son los llamados “ni-ni”, que suman bastante más de un millón. La marginalidad y el lumpenaje terminan llevando a algunos a ser mano de obra barata de redes del delito.
El tercer componente de la inseguridad es el pésimo ejemplo que viene del poder político y económico, con su corrupción e impunidad. Si los funcionarios de gobierno y grandes empresarios coimean, curran fondos públicos y siguen piolas; si además no se puede estudiar ni laburar de nada, y si encima no hay perspectivas de mejorar a futuro, se completa fácilmente el combo social que empuja a delinquir.
Por último, la policía es parte del problema y no de la solución. Es errado creer que más cana es más seguridad. No trae seguridad la misma fuerza corrupta, que coimea, garantiza zonas liberadas y hace negocios con el narcotráfico, los desarmaderos de autos y las redes de trata. Esos delitos económicamente organizados no podrían funcionar sin el amparo del Estado. Y algunos canas hasta a punta de pistola obligan a los pibes a salir a robar para ellos, y si se niegan los matan, como a Luciano Arruga. Lo mismo en cuanto al sistema carcelario, que en vez de servir para la reinserción social promueve más violencia.
Nuestras propuestas
• Como medida inmediata, aplicar un plan de shock para garantizar la inclusión social de la juventud, con becas educativas y programas de empleo sin precarización, con salario y condiciones dignas. Esa medida de emergencia implicaría una primera reducción rápida de las conductas delictivas.
• A nivel económico, impulsar medidas opuestas a los planes capitalistas y su desigualdad: poner altos impuestos a los ricos, no pagar la deuda trucha e invertir esa plata en crear trabajo, etc. O sea, combatir a los grandes chorros de guante blanco.
• A nivel político, para dar el ejemplo, terminar con los privilegios de los funcionarios: rebajar sus sueldos a lo que gana un/a laburante, control público sobre los presupuestos y licitaciones, y revocarlos de sus cargos si incumplen.
• A nivel policial, desmantelar el aparato represivo, depurarla, elegir a los comisarios por voto popular y que sean revocables, y derecho sindical a los agentes para defender sus derechos y poder denunciar a los jefes corruptos sin temer represalias.
• A nivel de la justicia, democratizar todo su funcionamiento mediante jueces y fiscales electos por voto popular y juicios por jurados populares.
• En los barrios castigados por la inseguridad, alentar la organización vecinal y las medidas de prevención comunitaria con alertas y rondines. Quienes más saben en dónde está el delito y cómo combatirlo son siempre las vecinas y vecinos.
Jea Cisneros y Pablo Vasco