Sobre el film «Crímenes de familia»

El cine, al igual que otras manifestaciones artísticas, puede mostrar segmentos de la realidad, o intentar hacerlo, por dos vías. Una es si se pertenece a cierto colectivo o movimiento estético que reclama para sí el arte como compromiso. En este caso, habrá una lista de dos o tres directores, realizadores, de los que esperaremos ciertas películas.
El otro caso, a mi parecer, sucede en una operación de tal fuerza que le es imposible, aún a quienes se dedican al cine, digamos comercial, no registrar los fenómenos sociales que irrumpen para dejar huellas.
Tal el caso de la última realización del director Sebastián Schindel lanzada hace días, Crímenes de Familia. Sin grandes pretensiones de producción, la historia a la que entraremos desafía más de un prejuicio. En primer término el retrato de una clase en franca decadencia, esa clase media acomodada que en países como el nuestro y en este contexto de crisis global, no son más que una caricatura de lo que presumieron alguna vez. Hoy, ni siquiera puede decirse que se arroban la mejor formación. Baste con recordar la última manifestación de los anticuarentena y las barbaridades que circularon allí.


Los Arrieta son un matrimonio de edad madura que llevan una vida tranquila, o simulan tenerla, intentan sostener, en particular la mujer, Alicia, la vida social típica de las señoras de Recoleta. Yoga, té con masitas, chismes. Durante el desarrollo de la narración veremos otros personajes interesantes, como el hijo de la pareja que está preso por violencia familiar. Tienen un nieto al que no pueden ver por esta razón. En la intimidad de las cuatro paredes del piso donde transcurre la mayor parte del film, habita la chica cama adentro, Gladys, que tiene un niñito. Las tomas de cámara de la mucama lavando, limpiando, distanciada de una manera extraña de su hijo, que juega y reconoce como quien lo cría a la dueña de la casa, a la que llama “tía”, son una de las claves del film.
El joven director es especialista en poner sobre la mesa las miserias más despreciables del sistema imperante. En su anterior trabajo, El Patrón, la codicia, el maltrato y el aprovechamiento de los migrantes del interior sumado a la denuncia de una institución judicial que desentiende hacen de la película un testimonio crudo y necesario que no hay que dejar de ver.
Pero volviendo a Crímenes de Familia y a esa irrupción de los fenómenos sociales en masa que modifican la quietud y repetición de ciertos dispositivos, diremos que el nudo se halla en los debates acerca de la maternidad. Se abren las siguientes preguntas: ¿existe el instinto maternal?, ¿qué significa ser madre? ¿Es lo mismo ser una madre pobre que una madre de la pequeño burguesía? ¿Qué tópicos de la clase se juegan? ¿Qué se juzga? ¿Desde dónde se juzga? . Que en otras críticas se mencione que esta película está basada en hechos reales no sorprende, lo que molesta y mucho es que habiendo cientos de casos similares no se avance con la implementación de la ESI, que viene evidenciando lo necesaria que es. Las que lo exigimos también encontramos en manifestaciones como el cine la posibilidad de abrir un debate llano y franco, despojado de lugares comunes, de mandatos naturalizados que nada tienen que ver con nuestras cuerpas, nuestros deseos, nuestra libertad.
Con sobrias actuaciones de Cecilia Roth, Miguel Angel Solá, Paola Barrientos, Sofía Gala y la novísima Yanina Avila en el papel de Gladys, Crímenes de familia es una peli a la que hay que entrarle, y si es con tus hijes mejor, o con tu pareja, tu vieja, tu viejo. Que nada hay para esconder bajo la alfombra y que al impulso de la ola feminista todo está en discusión.