A propósito de la primera huelga argentina
Escribe: Gaston Baldomir- Santa Fe
A mediados del siglo XVIII la primera revolución industrial y la revolución francesa cambiaron el mundo por completo. La doble revolución fue dejando atrás el feudalismo y la clase de los patrones, la burguesía, fue tomando cada vez más peso. Mientras los nobles y la aristocracia perdían control político y económico, la clase burguesa fue creando nuevas instituciones y un nuevo régimen gubernamental para consolidar su poder, pero fue perdiendo el espíritu revolucionario que la supo caracterizar durante un tiempo y fue volviéndose más reaccionaria contra quienes habían luchado a su lado contra la nobleza feudal: la clase trabajadora incipiente y miles de campesinos que añoraban un mundo de libertades, igualdades y fraternidad.
A medida que las grandes metrópolis se industrializaban, las ciudades se volvían cada vez más insalubres para la gran mayoría y el hacinamiento era abrumante. En ese contexto, las voces que comenzaban a criticar la enorme diferencia que generaba el nuevo modo de producción capitalista no tardaron mucho en aparecer y junto a ese proceso se fueron consolidando las primeras huelgas de trabajadores (1) .
En los albores de eso años Marx señaló que “sin huelgas y lucha constante, la clase obrera sería una masa descorazonada, débil de espíritu, desgastada, entregada”, por eso sus persistencia en que las y los trabajadores reflexionen sobre la experiencia de la lucha y la organización contra los patrones. No para hacerse intérpretes de la realidad, sino para sacar las mejores conclusiones para las próximas acciones y hacerse del poder. El armazón teórico de Marx y Engels, además de posibilitarnos la comprensión y habilitarnos a nuevas preguntas sobre la explotación capitalista, es una guía para la acción esencial a la cual miles de trabajadores, activistas, sindicalistas y revolucionarios acuden para fortalecer los procesos de lucha.
Para finales del siglo XIX el movimiento huelguista en el mundo iba tomando cada vez mayor dimensión. Las pésimas condiciones de vida social y las extensas jornadas laboral de 12 o 14 horas eran la mecha que encendía la rebeldía contra la patronal y el sentimiento de rechazo al capitalismo de miles de trabajadores ahora organizados sindicatos, mutuales y partidos políticos.
Mientras algunos han despotricado en su contra, el análisis de la experiencia de esas acciones nos permite sostener la hipótesis de que su eficacia, en conquista de derechos universales, para las y los trabajadores ha sido cualitativamente enorme. Las huelgas, la toma de fábrica, la suspensión de actividades por turno y las barricadas han sido los instrumentos de mayor efectividad. Son métodos que han modificado por completo la historia y los intereses egoístas de los patrones.
Al respecto, Lenin en un texto maravilloso titulado “Sobre las Huelgas” manifestó que:
“En cada huelga crece y se desarrolla en los obreros la conciencia de que el gobierno es su enemigo, y de que la clase obrera debe prepararse para luchar contra él, por los derechos del pueblo.
Así, pues, las huelgas enseñan a los obreros a unirse, les hacen ver que sólo unidos pueden sostener la lucha contra los capitalistas, les enseñan a pensar en la lucha de toda la clase obrera contra toda la clase patronal y contra el gobierno autocrático y policíaco. Por eso, los socialistas llaman a las huelgas «escuela de guerra», escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos por la emancipación de todo el pueblo, de todos los trabajadores, del yugo de los funcionarios y del yugo del capital”.
Los tipográficos y la primera huelga argenta
El 2 de septiembre de 1878 la Unión Tipográfica Bonaerense, fundada en 1877, declaró la primera huelga en nuestro país. Los tipógrafos, que estaban organizados desde 1857 en la Sociedad Tipográfica Bonaerense donde realizaban encuentros sociales y debates políticos, desde hacía un año habían dado un vuelco a la lucha sindical, lo cual fue determinante en la postura que tomarían posteriormente.
El origen del conflicto fue la decisión de las empresas graficas de rebajar los salarios. La situación provocó un torbellino de reclamos que desencadenaron en una asamblea en la sede del sindicato donde más de mil trabajadores, tras varios debates, votaron ir a la huelga. Sin saberlo habían tomado una decisión que marcaría la lucha obrera por muchos años.
La situación que vivían las y los trabajadores durante esos años era muy difícil y con salarios que apenas alcanzaban para costear los gastos de vida. La persecución ideológica y las amenazas constantes dificultaban que muchos participaran de la nueva vida sindical. Pero esa situación comenzó a cambiar a medida que los espacios de encuentro y socialización entre los trabajadores aumentaron. Las ideas anarquistas y socialistas proveniente en masas ante la llegada de cada vez más inmigrantes europeos eran un elemento clave en el proceso de politización de cientos de trabajadores.
La huelga fue ganada y los salarios volvieron a sus montos originales, además las patronales aceptaron el reclamo de reducción de la jornada laboral a 10 hs en invierno y 12 hs en verano y se prohibió contratar niños menores de 12 años para trabajar. Un dato clave que merece ser destacado es que mientras duró la huelga muchos diarios dejaron de circular, sobre todo aquellos de menor tiraje. Sin embargo los dueños del diario La Prensa y El Nacional habían intentado contratar tipógrafos del Uruguay pero se encontraron con el rechazo de los trabajadores en solidaridad con sus colegas argentinos. Un claro gesto que demuestra que la clase obrera no tiene ni debe reconocer fronteras.
Las huelgas se fueron suscitando en gran parte del mundo y conquistando derechos. Unos pocos años después, el 1° de mayo de 1886 (2) en Estados Unidos más de 5.000 fábricas fueron paralizadas y más de 340.000 trabajadores salieron a calles a reclamar una jornada laboral de 8 horas.
Llegados al siglo XX no podemos dejar de mencionar la huelga de inquilinos en los conventillos porteños y rosarinos de 1907. Fue una clara demostración del poder del movimiento de masas organizado, se estima que participaron más de 120.000 mil personas y sus reclamos hicieron temblar al gobierno de José Figueroa Alcorta. La Federación Obrera Regional Argentina (FORA) lideró la lucha y marcó la historia del movimiento obrero argentino y su lucha por el acceso a la vivienda propia y digna.
Una memoria activa para pensar las tareas del presente
Los ejemplos de huelgas, luchas, tomas y barricadas marcan la historia de la clase trabajadora en los últimos dos siglos, imposible no mencionar al Cordobazo o el Rosariazo que suscitaron la caída del dictador Juan Carlos Onganía. Cada uno de ellos nos aporta una vasta experiencia sobre la cual poder reflexionar y llevar a cabo las nuestras. Obviamente el contexto es totalmente diferente, hoy muchos de las y los trabajadores gozamos de derechos laborales, sin embargo muchas veces desconocemos la lucha que hay detrás de ellos. Una memoria activa implica, además de reconocerlos, seguir luchando por los que faltan o por los que aún no se cumplen.
El presente nos acarrea enorme desafíos y nuevas oportunidades. En estos tiempos de pandemia la burguesía intenta nuevamente arrebatarnos derechos y para eso recurre a sus aliados que son en su mayoría los dirigentes de los viejos partidos. Pero al igual que muchas otras veces, la resistencia y la organización para defender lo obvio no se hace esperar. Por eso hoy cada huelga es un punto neurálgico para las aspiraciones de las y los trabajadores y merece de toda la solidaridad, la difusión y el apoyo necesario para su triunfo.
Además las nuevas luchas tienen que ser el inicio de superar los límites que pone las actuales conducciones sindicales burocráticas aliadas al Estado Capitalista y su política de conciliación de clases. Una de las tareas claves es dejar atrás el método de control burocrático de las organizaciones obreras impuesto desde la burocracia, que pacta a espaldas de las bases con gobiernos y patronales poniendo las huelgas al servicio de la negociación y no del triunfo de los reclamos obreros. Cada una esas cuestiones pone a la orden del día la tarea de recuperar la democracia sindical, las asambleas y la huelga como herramienta fundamental de la lucha contra las patronales y los gobiernos.
Son miles los que sacan la conclusión de que luchar por nuevos derechos es casi un mecanismo de supervivencia frente a los ataques permanentes de las patronales y gobiernos que atacan nuestras conquistas para aumentar sus ganancias, pero que además lo comienzan hacer por fuera de las lógicas burocráticas de las viejas direcciones. Se trata de un nuevo activismo antiburocrático y de nuevos dirigentes clasistas que priorizan métodos democráticos y no meros privilegios. Mientras los de arriba están dispuestos a propinarnos una quita de herencias en derechos laborales muy importantes y no cumplen ni siquiera mandatos judiciales o presidenciales como por ejemplo Paolo Rocca, que despidió trabajadores en plena pandemia a pesar del decreto que lo prohibía. Las huelgas crecen y una muestra clave son las y los trabajadores de Latam Argentina, del frigorífico Penta, las y los de la algodonera de Vicentin que no aflojan. También lo son las y los trabajadores de la salud que están en la primera línea con pocos insumos de bioseguridad que salen a denunciar los bajos salarios y las pésimas condiciones laborales.
A 142 años de la primera huelga argentina el mejor homenaje a esos luchadores es fortalecer las luchas en curso y comenzar a organizar una nueva dirección sindical y política que se ponga al servicio de las necesidades del movimiento obrero argentino y al nivel internacional. La consigna de “obreros del mundo únanse” tiene una enorme relevancia. Los tiempos que corren nos pondrán ante nuevos desafíos y ante la necesidad de coordinar cada huelga que vaya surgiendo para ir constituyendo una gran central sindical democrática, clasista, anticapitalista, antipatriarcal y orientada a poner en pie un gobierno de las y los trabajadores.
(1) Para una mayor comprensión sobre dicho proceso puede verse el film Germinal.
(2) En 1889, un congreso de la Segunda Internacional decidió conmemorar a los 8 dirigentes anarquistas y socialistas acusados de provocar los incidentes de Haymarkety por cual se los condeno a muerte. Se estableció en su honor el Día Internacional de los Trabajadores. La fecha elegida no fue la de su muerte, sino el 1° de mayo, cuando junto a cientos de miles de obreros estadounidenses, en 1886, pararon el país para reclamar las 8 horas de trabajo.