45 años de la masacre de La Plata / La vida por la revolución
A 45 años de la Masacre de La Plata, el asesinato a manos de las bandas fascistas de Roberto Loscertales, Adriana Zaldúa, Ana María Guzner Lorenzo, Hugo Frigerio, Lidia Agostini, Oscar Lucatti, Dicky Povedano y Patricia Claverie.
Juan Bonatto
Hace 45 años el Partido Socialista de los Trabajadores, PST, sufría uno de sus golpes más duros, entre el 4 y 5 de septiembre del 75, ocho compañeros y compañeras fueron asesinados en La Plata.
Los responsables de este hecho fueron las bandas fascistas que actuaban en ese momento contra lo mejor de la vanguardia obrera y juvenil. La triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y la CNU (Concentración Nacional Universitaria) surgidas en el seno del peronismo y la burocracia sindical, y alentadas por el gobierno peronista no sólo atacaban a la izquierda marxista sino también a sectores que se ubicaban más a la izquierda dentro del mismo peronismo.
Adriana Zaldua
En la madrugada del 4 de septiembre de 1975 cinco militantes del PST se subieron a un auto para ir una actividad. Roberto Loscertales, el “laucha”, de 31 años era dirigente de la regional La Plata. Ex dirigente del Centro de Estudiantes de Ingeniería, se había proletarizado y en ese momento era obrero naval, además de haber jugado al fútbol en La Pampa, su tierra natal. Adriana Zaldúa, platense, trabajadora del Ministerio de Obras Públicas, era dirigente del Centro de Estudiantes de Arquitectura, activista muy reconocida con sus escasos 22 años; Ana María Guzner Lorenzo, de 36 años, ex delegada de la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata (ATULP) despedida por la “Misión Ivanissevich”; Lidia Cristina Agostini, también platense, recibida a los 23 años de odontóloga, profesión que ejercía en un dispensario Municipal con sus 24 años, y Hugo Frigerio, empleado y delegado gremial en el Ministerio de Obras Públicas, donde fue parte de la comisión directiva de la Asociación del Personal de Obras Públicas, quien a sus 30 años era un reconocido dirigente sindical y había sido candidato a concejal. Todos jóvenes militantes socialistas.
Roberto Loscertales
Esa noche se dirigían a la fábrica Petroquímica Sudamericana, que luego sería Mafissa, a llevar el dinero recaudado en facultades y trabajos para el fondo de huelga, ya que los trabajadores se encontraban en conflicto con esa patronal negrera de la familia Curi. Nunca llegaron. Fueron interceptados por un grupo parapolicial. Sus cuerpos torturados aparecieron esa mañana en el camino a La Balandra, una zona rural costera pegada a La Plata y dónde las bandas fascistas de la Triple A y la CNU solían dejar los cadáveres de sus víctimas. Adriana tenía más de 70 balazos de itaka, al Laucha lo velaron a cajón cerrado por como lo habían dejado.
Hugo Frigerio
Apenas enterados de que los habían levantado, los compañeros de la regional se pusieron en movimiento para dar con ellos, entre otras acciones fueron a buscar respuestas a la gobernación, ni el gobernador Calabró, en ese momento, ni ningún ministro estaban en la ciudad, que desde hacía tiempo era una zona liberada para los grupos parapoliciales que actuaban bajo el ala del gobierno peronista provincial y nacional.
Se puso en marcha los mecanismos de denuncia de la desaparición de los compañeros y se salió a buscar la solidaridad obrera. En ese marco, Oscar Lucatti que era trabajador y delegado de Obras Públicas y tenía 25 años junto con Enrique Carlos “Dicky” Povedano de 24 años, nacido en General Roca, miembro de la Comisión Interna de la Delegación de Previsión Social de la Nación en donde trabajaba, además de ser estudiante de Ciencias Económicas y miembro de la dirección regional del PST y Patricia Claverie, de la Juventud Socialista, estudiante de Zoología en la Facultad de Ciencias Naturales y trabajadora del Senado provincial, nacida en Bahía Blanca y de 21 años salieron del local ubicado en 54 entre 8 y 9, a dos cuadras de la Legislatura y tres de la Gobernación, para ir a Obras Públicas cuyos trabajadores habían decidido un paro por los crímenes de los compañeros, a volantear y seguir trabajando la solidaridad obrera y el repudio a los brutales asesinatos del día anterior. Fueron interceptados a media cuadra del local partidario, en pleno centro platense. Sus cuerpos aparecieron acribillados en las afueras de La Plata.
Ana María Guzner Lorenzo
La situación en la capital provincial no era ajena a la del resto del país, pero su concentración obrera y estudiantil fomentaba la actividad política, las luchas obreras se sucedían en respuesta a una crisis económica que golpeaba al país y se descargaba sobre las espaldas de los laburantes. El Rodrigazo, reventaba los salarios y la derecha peronista se cristalizaba en el poder con Isabel y López Rega, pero en contrapartida la clase obrera, pese a la retirada cómplice de la burocracia, reaccionaba y llevaba adelante luchas ejemplares como la histórica huelga de Villa Constitución. Una clase obrera que venía de ser parte del Cordobazo.
En un contexto internacional marcado por la derrota de los yankees en Vietnam, el ascenso del movimiento feminista y por la emancipación de la mujer, el Mayo Francés, la Revolución Cubana, se desarrollaba en el país una clase obrera que empezaba a hacer la experiencia con nuevas direcciones clasistas y revolucionarias. Algo que la burguesía no pensaba permitir.
Lidia Agostini
El capitalismo crujía, la crisis económica era enfrentada con luchas a lo largo de todo el mundo, y la respuesta era proporcional a esa combatividad obrera y juvenil, la represión se descargaba con toda la furia y en Latinoamérica empezaba a agitar sus alas el siniestro Plan Cóndor y se comenzaban a suceder las dictaduras. Videla asumía como jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, preparando el terreno para la sangrienta dictadura que encabezaría a partir de marzo del 76 y de la cual serían partícipes los miembros de las bandas fascistas y parapoliciales que ahora atacaban a la vanguardia obrera. De la misma manera que el PJ y la UCR entre otros partidos patronales, aportarían sus cuadros a esa dictadura cívico militar, eclesiástica y empresarial.
La “masacre de La Plata” no era el primer golpe que sufría nuestro partido, meses antes tres compañeros eran asesinados en la “masacre de Pacheco”, César Robles dirigente nacional sufría igual suerte entre muchos otros asesinatos y atentados que incluían la voladura de más de 14 locales a lo largo del país. Había un ensañamiento particular con la corriente, que intervenía en todas las luchas y denunciaba tanto a la burguesía como a la burocracia y las bandas fachas que actuaban a su sombra y la del gobierno peronista. Aunque también eran golpeados otros sectores del campo popular como muestran el asesinato de Silvio Frondizi del grupo Praxis, o el “pelado” Ortega Peña, de la izquierda peronista.
Patricia Claverie
El partido actuaba en una semiclandestinidad acorde a la situación política y represiva reinante, el gobierno peronista ya había largado el decreto de aniquilación de la subversión, con firma entre otros de Carlos Ruckauf y Antonio Cafiero y existía desde fines del 74 un estado de sitio contra el que se militaba por la plena vigencia de las libertades democráticas.
Pero también librábamos una dura batalla contra los sectores guerrilleristas, que al calor del proceso de Cuba y Centroamérica tomaban esta táctica y la llevaban a un plano estratégico, trasladando mecánicamente al país las formas de intervención armada, produciendo atentados y secuestros principalmente contra las fuerzas represivas y enemigos políticos, pero sin llevar ese debate a las bases, a las asambleas, las comisiones obreras y demás espacios de coordinación. Sustituían a los trabajadores y decidían por ellos. Este accionar, como un boomerang, tenía siempre un contraataque por parte o de las fuerzas de seguridad o de las bandas fascistas, y muchos de ellos se descargaban sobre la vanguardia obrera o los partidos que actuábamos en la superficie, que teníamos delegados combativos, que agitábamos entre los obreros y jóvenes tratando de ganar influencia de masas y construir un partido para la toma del poder.
Oscar Lucatti
A lo largo y ancho del país teníamos compañeros y compañeras detenidas, éramos marcados por la patronal y el gobierno, perseguidos por las fuerzas represivas y las bandas parapoliciales, pero eso no impedía que se siguiera militando, con la alegría revolucionaria y la convicción de estar cambiando el mundo.
Las y los compañeros caídos en la masacre de La Plata sabían los peligros que implicaba militar en una partido revolucionario, eran conscientes de lo que arriesgaban, porque era la realidad que los rodeaba, porque ya habían visto caer acribillados a muchos de sus compañeros y compañeras, porque enfrentaban a los fascistas mirándolos a la cara en las asambleas, en las calles, en cada lucha y discusión que se daba en las fábricas, lugares de laburo, Facultades y colegios. Pero eso no los detuvo, su voluntad de conquistar un mundo nuevo, sin opresores ni oprimidos, un mundo socialista, su fervor por lograr la revolución que trajera ese nuevo futuro vencía los lógicos temores, las dudas y las tentaciones de una vida cómoda e indolente.
Hoy, a 45 años de esos cobardes asesinatos, desde el MST y la LIS reivindicamos la lucha de esas y esos compañeros, de los cuales nos sabemos hermanos, seguimos levantando sus banderas en cada combate, en cada acción que nos acerca ese horizonte socialista. Seguimos buscando junto a sus familiares y amigos la verdad y la justicia sobre sus crímenes y el castigo a sus asesinos y a todos los responsables políticos y materiales, y cómo hace 45 años a los responsables de ese gobierno capitalista y a sus herederos y reivindicadores, a los que hoy se paran a la derecha del mundo, a los que siguen defendiendo a los patrones y sus alcahuetes, a los que nos niegan nuestros derechos y se ufanan de las desigualdades, a las fuerzas represivas que defienden cual perros el statu quo y la riqueza de sus amos y a los medios cómplices que siguen siendo cuidadosamente selectivos a la hora de condenar violencias, a todos ellos les decimos: Los compañeros fueron asesinados para que otros titubeemos. Se equivocaron. Ellos cayeron para que nuestro dolor, nuestra rabia y nuestro odio de clase nos haga más fuertes. Compañeros caídos: ¡hasta el socialismo siempre!