A 19 años de la caída de las torres gemelas
Escribe: Anabella Dalinger
El 11 de septiembre de 2001 dos aviones tripulados por comandos suicidas se estrellaron contra las torres gemelas, centros del poder norteamericano. El atentado que dejó casi 3.000 muertos y 6.000 heridos, se lo adjudicó Al Qaeda y cambió el escenario de la política mundial.
El múltiple atentado fue utilizado por el imperialismo como un renovado pretexto para las posteriores invasiones disfrazándolas de “lucha contra el terrorismo”, posicionándose como víctima irrefutable de aquel “demonio musulmán” causando la muerte de miles de inocentes producto de la política genocida de Bush.
Coalición Internacional contra el terror
Con la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría se abre un nuevo contexto internacional que ubica a Estados Unidos como líder indiscutible del mundo unipolar. El “fin de la historia” y la administración del capitalismo como única salida da un marco de avance a Estados Unidos para la “negociación” en Oriente Medio.
Con el triunfo de George W. Bush se acrecentaron los intentos de consolidación de su hegemonía fortaleciendo su control sobre Oriente Medio. Con el consenso de las naciones “occidentales” y el apoyo de la mayoría de los países árabes e islámicos lanzó guerras sobre Afganistán e Irak, en las que pretendía lograr rápidos cambios de régimen en dichos países, aprovechando la oportunidad posterior al 11 de septiembre para justificar un aumento del militarismo.
La “Coalición Internacional contra el Terror” también tuvo su versión en el propio Estados Unidos. El 26 de octubre de 2001 se sancionaba la Ley Patriótica, una ley federal antiterrorista aprobada tanto por republicanos como por demócratas donde se brindaba presupuesto y se dotaba a las agencias de seguridad de mayores poderes en la “lucha contra el terrorismo”, agregando delitos y endureciendo las penas en sintonía con la vinculación que algunos sectores del Departamento de Estado establecían entre el terrorismo y los movimientos de resistencia global.
Al mismo tiempo EEUU presionó para que todos los países votaran “Leyes Antiterroristas”. En Argentina se votó en 2007 una ley impulsada por la entonces presidenta Crustina Kirchner, en el marco de una recomendación brindada por el Grupo de Acción Financiera Internacional y que profundizó la criminalización de los conflictos sociales.
Ese gendarme global, trataba de estabilizar el orden mundial bajo su hegemonía con despliegues militares de grandes dimensiones bajo la falsa bandera de “intervenciones humanitarias”. Donald Henry Rumsfeld, Secretario de Defensa de Bush, decía: “hoy el rol del poder militar de EEUU puede ser definido ampliamente: proteger y promover los valores y los intereses americanos y los de sus aliados virtualmente en cualquier lugar del mundo. A veces ese rol implica pelear guerras, mayormente, previniéndolas”.
Esta ofensiva, a su vez, se proyectaba como una plataforma para lograr un mayor control sobre la región y sus recursos estratégicos. Pero los acontecimientos demostrarían que un nuevo orden mundial unipolar no era una apuesta fácil.
Cómo surge Al Qaeda
En 1979, Reagan, golpeado por la invasión rusa a Afganistán y la revolución iraní que derrocó al Sha, ordenó a la CIA una operación a gran escala en el centro de Asia. Se destinaron 3.000 millones de dólares en equipos bélicos y se pagaron decenas de miles de nuevos reclutas pertenecientes a movimientos islámicos en una de las regiones más pobres del mundo.
Los talibanes sunnitas, además de ser enemigos de los rusos, también eran enemigos de los shiitas de Irán y un instrumento perfecto para hacer pie en el centro de Asia. Establecieron en Afganistán una dictadura teocrática.
Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Pakistán, regímenes islámicos proyanquis, fueron los padrinos directos de los Talibanes. Una vez vencido el ejército ruso, los Talibanes dejaron de ser útiles y por lo tanto de recibir presupuesto yanqui y por eso rompen con Estados Unidos.
Bin Laden fue miembro de una de las familias más ricas de Arabia Saudita y también el fundador de Al Qaeda. Una organización terrorista yihadista, con una retórica anti globalización combinada con el odio a Estados Unidos caracterizada por el culto al heroísmo, y por supuesto, financiada por la CIA al momento de su creación.
Una respuesta al imperialismo yanqui
El ascenso en la lucha de clases en América Latina a finales de los 90, y una serie de rebeliones y revoluciones que golpearon a varios gobiernos respaldados por Estados Unidos, fueron motivo de crisis para el propio imperialismo estadounidense en una región a la que siempre había considerado como su «patio trasero».
En Irak y Afganistán la ofensiva militar yanqui quedó sumergida en interminables guerras sin signos claros de victoria y provocó un aumento del sentimiento anti guerra con enormes manifestaciones en todo el mundo y dentro mismo de Estados Unidos. Sus aliados militares en Europa y en otros lugares también se enfrentaron a crecientes movimientos contra la guerra y fueron parte de un ascenso de la lucha de clases y el surgimiento de movimientos de masas contra la globalización neoliberal.
Desde Seattle contra la Organización Mundial del Comercio en 1999, hasta Génova contra la cumbre del G8 en 2001, masivas protestas ocuparon las calles contra las instituciones que encarnaban la globalización neoliberal y la hegemonía estadounidense.
A 19 años del atentado, y las posteriores políticas intervencionistas del imperialismo estadounidense, reivindicamos la autodeterminación de los pueblos del mundo, su lucha contra la ocupación imperialista y el sometimiento colonial. E impulsamos hoy las luchas obreras, populares y de la juventud contra el capitalismo en todas sus formas.