Cien años del Nacimiento de Mario Benedetti: el lado militante del corazón
“…no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución”.
Para muchos de nosotros, militantes de izquierda, Mario Benedetti puso poesía a nuestras convicciones. Poesía que sus detractores calificaron de cándida o cuasi escolar, pero que se convirtieron en la música de fondo de generaciones que hicieron suya la consigna de “tomar el cielo por asalto”.
Esa música de fondo se hizo canción e imagen en la voz del Nano Serrat en el emocionante trabajo discográfico El sur también existe, que confirmaba el potencial musical de la poesía de Benedetti. Como había más que insinuado el trabajo a fines de los 70’ con ese otro gran militante y cantor popular, Daniel Viglietti con quien realizó A dos voces, un recital de poesía y música estrenado por Benedetti y Viglietti por primera vez en México en 1978 y luego en el Estadio de Obras Sanitarias de Buenos Aires (1984) y por fin en el cine 18 de Julio de Montevideo (1985).
Nacido en 1920 en una localidad del interior al norte de Montevideo, República Oriental del Uruguay, fue escritor, poeta, dramaturgo, periodista y sobre todo: militante de la vida.
Una producción literaria que consta de más de ochenta libros, varios traducidos a más de veinte idiomas, que están compuestos de poemas, prosa, cuentos, novelas y ensayos, así como de obras de teatro. Recibió numerosos premios, entre los cuales están el Premio Internacional Menéndez Pelayo en 2005, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1999 y el Premio Iberoamericano José Martí en 2001.
Su vida y obra son de esa calidad que desborda cualquier ensayo enciclopédico y que ponen en evidencia la dimensión de alguien fiel a su tiempo y a sus compromisos. Meses antes de morir, en mayo de 2009, editó Testigo de uno mismo, escrito en verso, y antes de su fallecimiento trabajaba en un nuevo libro de poesía bajo el nombre de Biografía para encontrarme.
Unos años antes, la muerte de su esposa Luz López, luego de seis décadas de matrimonio -diez de los cuales permanecieron separados debido al exilio que le impuso la dictadura militar uruguaya-, había sido un duro golpe para Benedetti que, según confesó, sobrellevó escribiendo.
El escritor
Para muchos fue el autor más prolífico exponente de la literatura uruguaya, con trabajos traducidos a varios idiomas. En sus novelas, Benedetti explora la naturaleza humana y retrata a la clase media, en particular a los burócratas, y en muchas ocasiones no elude ni disimula su compromiso político con los movimientos de izquierda.
Su opción literaria estética nunca se contrapuso a posicionamiento ético: «Si el arte por sí solo no derriba tiranías -escribió una vez- ha sido, sin embargo, a través de la historia, un elemento nada despreciable en cuanto a su capacidad de convertir en imágenes, en color, en certero pensamiento, ciertos principios rectores de los pueblos».
Ningún género literario le fue ajeno en una carrera impresionante que se observa desde sus orígenes en la contundencia de los primeros libros. Así, Poemas de la oficina para la poesía, Montevideanos en la narrativa y El país de la cola de paja en el ensayo de ideas, forman un tríptico que instala los ejes de una literatura diseñada en el inconformismo, la crítica social, la desacralización del arte y la apuesta por la comunicación con sus lectores.
El devenir de su obra denota la riesgosa elección de una compleja sencillez. De hablar sencillo y profundo a la vez, pensado en quien lo lee y no en los preciosismos estilísticos. Fue ante todo un lector incansable, que no cesa, voraz, atento, exhaustivo, que no se resigna a la relectura.
En sus poemas, cuentos y novelas construye sobre la realidad antes que sobre la palabra. Sus obras denotan el interés por establecer un clima en el que el lector se sienta parte de un diálogo con el autor, provocando un aprendizaje recíproco.
Esa escritura amena, centrada en la comunicación, ejerce un poder de seducción sobre sus lectores, que borra distancias geográficas o generacionales. Consecuencia de haber internalizado la noción de que nada de lo humano le es ajeno.
Es de los autores más leídos en todos los países: su obra recorre todas las edades humanas y ningún sentimiento ni circunstancia son extraños a su escritura.
La diversidad de estilos y formatos en su producción literaria, sobre todo a partir de la prosa, hizo que el trabajo de Benedetti estableciera un gran vínculo con el cine. Una relación que dio lugar a 10 largometrajes y 12 cortos.
Uno de los puntos más altos de esta sinergia fue cuando Sergio Renán decidió dar su primer paso en la dirección adaptando La tregua, segunda novela de Benedetti publicada en 1960. La versión cinematográfica de La tregua se convirtió en el primer film argentino nominado al Oscar en el rubro Mejor Película en Lengua Extranjera, con la mala fortuna de que le tocó competir con Amarcord, de Federico Fellini, que finalmente se llevó el Oscar.
Más cercano en el tiempo, el director argentino Eliseo Subiela realizó El lado oscuro del corazón. El guión de la película, escrito por el propio Subiela, incluía poemas de Oliverio Girondo, de Juan Gelman y de Mario Bendetti. El film además incluye al propio Benedetti como actor, interpretando a un fugaz pero muy reconocible e ingenioso personaje: un marino que le recita unos versos en alemán a una mujer en una cantina portuaria. La película se convirtió en una de las más vistas del cine argentino en la última década del siglo XX.
El militante
A Benedetti se le puede abordar desde muchos puntos de vista, ya que es un escritor lleno de sesgos y desplazamientos literarios que diversifican sus perfiles: poeta, ensayista, novelista y cuentista. Sin embargo, hay un aspecto en el que su obra y la recepción de la misma se explican definitivamente: la militancia política.
Comprometido con las causas de su pueblo y fiel a su época Benedetti fue durante toda su vida un militante político con o sin partido. Quizás, debido a esto, su trabajo fue desvalorizado durante algún tiempo y por algunos grupos. Así, a fines de los setenta con su obra El escritor latinoamericano y la revolución posible entra de lleno a lo que muchos llamaron descalificadoramente literatura panfletaria.
En 1958 participa activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos, que constituye su primera acción pública como militante.
Posteriormente, 1960 es una fecha significativa para la trayectoria personal y política del autor. Luego de cinco meses en Estados Unidos (que, dijo, se le «atragantó» por múltiples motivos: el racismo, la desigualdad, etc), adhiere abiertamente al grupo de intelectuales afines a la Revolución Cubana. Desde esa impronta escribe su primer texto explícitamente comprometido, El país de la cola de paja (1960).
A partir de ahí aumentará su participación política y vivirá unos tiempos de intensa actividad intelectual y también militante: lidera el Movimiento de los Independientes del 26 de Marzo que luego integrará el Frente Amplio (alternativa a los dos clásicos partidos burgueses uruguayos: el Blanco y el Colorado).
Tras el Golpe de Estado en Uruguay del 27 de junio de 1973 renuncia a su cargo en la universidad y debe abandonar el país, partiendo a un largo exilio de casi 12 años. Primero en Buenos Aires, posteriormente en Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado, para luego instalarse en Cuba, en el año 1976. Al año siguiente, viajaría a Madrid, España. Fueron 10 largos años los que vivió alejado de su patria y de su esposa, quien tuvo que permanecer en Uruguay cuidando a las madres de ambos. Ese proceso fue bautizado por él como desexilio: una experiencia con huellas tan profundas en lo vital como en lo literario.
En la calle codo a codo…
“…te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso”
Se ha dicho que Benedetti era el poeta del amor. Es cierto que las personas que habitan el idioma español, eligen desde hace desde hace más 4 décadas los versos de Benedetti como el marco literario de sus amores y desamores.
Pero no es el poeta del amor a secas. Ni mucho menos del amor cortés. Es el poeta del amor igualitario, cómplice, con riesgo y vehemencia.
En sus versos no hay nunca mujeres que callan y están como ausente sino, por el contrario, mujeres dispuestas a luchar hasta las últimas consecuencias. No son las mujeres que exaltaron Rubén Darío o Becquer, no son princesas, ni son adornos, ni son sumisas. Son mujeres dispuestas a tomar en sus manos la mitad, exactamente la mitad, de todas las responsabilidades de este mundo. Benedetti es el poeta de esas historias, el poeta del amor militante, el amor entre camaradas.
A les jóvenes que leen esta efeméride quizás lo acerque a alguien desconocido, algo arcaico, y ese es quizás el único motivo de estas ociosas líneas: andá, búscalo, léelo, recitalo, cantalo, criticalo… y en cada acto, cada marcha, vendrán a tu memoria como un letargo o un conjuro esos versos que fueron poema y bandera de más de una generación de militantes: “si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.
Raúl Gómez