¿A dónde va la Argentina? Mal pronóstico
Datos duros. Las cifras difundidas por el INDEC la semana pasada dan cuenta de la profundidad de la crisis económica y social que atraviesa el país. La caída de casi 20 puntos del PBI supera a la registrada en plena crisis del 2001. Si bien es cierto que la caída es mundial y afecta a todos los países, el hecho de que la economía argentina se encuentre estancada desde hace 12 años y con una pronunciada caída en los dos últimos agravan el panorama, sobre todo porque no aparecen en el horizonte señales de que pueda haber una pronta recuperación económica. Los índices sociales dados a conocer por el organismo son más alarmantes todavía. La desocupación se ubica en el 13% con una pérdida de 3,6 millones de puestos de trabajo. La canasta básica alimentaria aumentó un 2,6% con respecto al mes anterior, con una variación anual del 41,7% y la canasta básica total 2,1 y 37, 8% respectivamente. Aunque falta conocer los índices de pobreza, casi todas las estimaciones coinciden en que a fin de año alcanzaría a casi la mitad de la población.
Una caldera social. Al analizar estas cifras no se puede desconocer la situación de la pandemia, pero queda en evidencia que el gobierno del Frente de Todos –más allá del discurso con tinte social- sigue profundizando los padecimientos de los sectores populares. Es esta realidad la que está provocando un hervidero social que se refleja, por ejemplo, en las ocupaciones de tierras que se extienden en varias provincias. En ese contexto se observa un gobierno muy diferente al de hace algunos meses, cuando el presidente daba conferencias profesorales acompañado por la oposición. Ahora aparece un Alberto Fernández sin respuestas frente a la crisis y al que la única bandera que le permitía mostrarse como un hábil timonel -el control de la pandemia- se le derrumbó al calor del aumento de contagios, muertes y saturación del sistema sanitario. La ausencia opositora en los anuncios muestra también que se resquebrajó la «unidad nacional» que se había costurado al principio de la pandemia. En ese cuadro la aparición de Duhalde comparando al presidente con De la Rúa no es casuales ni producto de una «psiquis alterada»; refleja la desesperación de sectores de la burguesía por construir un acuerdo nacional que evite un estallido social, perspectiva más que probable.
Crece la polarización. La derecha salió a disputar fuerte tratando de capitalizar el descontento creciente. Busca horadar al gobierno y postularse como alternativa electoral en 2021 ocupando las calles con banderazos y escraches. Aunque pueda haber algún sector que se sume a las movilizaciones como expresión del descontento con el gobierno, estas demostraciones son esencialmente reaccionarias, tanto por los convocantes -responsables del deterioro económico y social- como por la salida que proponen: más ajuste, precarización y represión. El envalentonamiento de esta oposición reaccionaria se explica por los permanentes retrocesos del gobierno, que siempre terminó cediendo a sus demandas. Así lo hizo con Vicentín, con el anuncio de centralización del sistema de salud, la renegociación con los bonistas, y la devaluación y ahora se dice que podría bajar las retenciones a las patronales agrarias. Es un debate muy importante porque cada vez queda más claro que el Frente de Todos es incapaz de frenar a la derecha. No sólo en su momento le abrió las puertas al macrismo en la medida que mantuvo lo esencial de la estructura política y económica heredada del neoliberalismo menemista, sino que ante las presiones, en lugar de avanzar en medidas concretas contra las bases económicas de la derecha, retrocede. La idea de que a la derecha se la puede neutralizar no resiste análisis, ni histórico ni presente. Por eso las medidas de Alberto Fernández la envalentonan cada vez más.
Una bomba de tiempo. El aumento otorgado por el gobierno a la policía bonaerense provocó el reclamo de muchos sectores obligando a tener que abrir algunas paritarias. En este cuadro el ministro Guzmán presentó el proyecto de presupuesto 2021, elaborado con la supervisión del FMI y en función de la renegociación de la deuda con ese organismo. Por eso en una primera lectura se puede ver que es un presupuesto de ajuste, que provocará un crecimiento de las luchas obreras y populares. En un marco donde la burocracia sindical sigue atada al gobierno y abandonando a su suerte las luchas en curso, no se puede descartar que se produzcan desbordes como el que está sucediendo entre los trabajadores y trabajadoras de la salud, que este 1° de octubre preparan un paro por fuera de las conducciones burocráticas. Con esa perspectiva por delante, el descontento de sectores cada vez más amplios de la base de votantes y simpatizantes del Frente de Todos tenderá a acentuarse. Para esa perspectiva, que puede anticipar cambios bruscos en la situación política tenemos que prepararnos los luchadores y la izquierda.
Las tareas de la izquierda. Las medidas que viene tomando el gobierno de Alberto Fernández no solucionan las necesidades de las mayorías, por el contrario, siguen favoreciendo a los mismos de siempre. Las propuestas que venimos levantando desde la izquierda se ponen a la orden del día. Unificar toda la estructura sanitaria en un sistema único de salud estatal controlado por sus trabajadores y trabajadoras es la única forma de evitar una catástrofe sanitaria. Para frenar la fuga de capitales y el acaparamiento de dólares es imperiosa la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Suspender todos los pagos de la deuda permitiría volcar miles de millones de dólares a un plan de viviendas que solucione la demanda habitacional y la desocupación. Con una reforma tributaria donde paguen más los que más tienen y el proyecto de impuesto a las fortunas del FIT Unidad se podría garantizar un ingreso de $40 mil para trabajadores desocupados e informales. Todas estas medidas, como parte de un plan económico obrero y popular permitirían solucionar los graves problemas del pueblo trabajador. Junto al apoyo y la solidaridad con las luchas en curso, alentando el surgimiento de nuevas direcciones y un nuevo modelo sindical democrático y combativo, postular este programa ante millones es una tarea prioritaria. Para que el descontento de las bases del FDT encuentre una alternativa que no sea la derecha reaccionaria, es fundamental que el FIT Unidad se postule políticamente ante millones con una salida alternativa, superando el estadío de frente electoral y actuando de manera común en la realidad, fortaleciendo la unidad y abriéndose a la incorporación de nuevos sectores. En esta edición de Alternativa Socialista se desarrollan las propuestas del MST para avanzar por ese camino.