Janis Joplin: la voz en llamas de un corazón en piezas
Escribe: Diana Thom
Las imágenes del concierto del Monterrey Pop en junio del 67´ muestran a una Cass Eliot (The Mamas and the Papas) en primera fila, boquiabierta al oírla a los 24 años con la Big Brothers and the Holding Company y verla interpretar Ball and Chain de la otrora pionera del blues Big Mama Thornton.
El varón más feo de la clase
Los 60´ traían aires de revueltas pero para las féminas nunca es fácil. Abrirse paso en un ambiente masculino implicará ser insistente, perfectible, atrevida. Ser adolescente en Port Arthur, una ciudad conservadora de Texas arrastrará una sumatoria de sentimientos adversos y dolorosos. Una piba discriminada e incomprendida. No entrar en el molde de belleza ni de aspecto en un país de posguerra que hace carne entre la población el leitmotiv de ascenso social y moral blanca, es un desafío que puede costar caro. O que puede forjar un espíritu imbatible. En un concurso la votaron como el “más feo” de la clase.
Las primeras incursiones en el canto las realizó en el coro de la escuela. No duró mucho, la expulsaron. Pero ella tomó estas conductas de lo que hoy llamaríamos bulling como reafirmación de su identidad. No iba a ser una más, sería lo que quería ser. Destacarse en algo, en aquello que la apasionaba. Si la escuela no la contenía en su búsqueda saltaría las vallas. Su aspecto se fue haciendo singular, cabello corto, pantalones anchos, collares. En una salida con sus amigos de bares, les hizo escuchar a Odetta hasta la interpretó, dejándolos asombrados. Era defensora de la cultura afrodescendiente, en ella encontraba su aire, su tono, su arrastre laríngeo. Bessie Smith, Aretha Franklin, Billie Holiday, sus referencias.
Ábrete camino hacia el otro lado
Sin embargo, era otra la ciudad que necesitaba para desarrollar esa potencia. Su mirada estaba dirigida hacia San Francisco, centro de la contracultura beat de la década anterior pero que las nuevas generaciones resignificaban, la liberación sexual, la experiencia con las drogas.
En una comunidad de músicos y artistas de otras disciplinas conoció el LSD, las fiestas, tocatas y recitales. Una noche vio a Otis Redding y encontró una forma de moverse e interpretar en el escenario que la acompañaría para el resto de sus presentaciones.
La vida que arde
Luego de su salida de la Big Brothers llegó la formación de la Kozmic Blues Band y una gira por Europa. La intensidad, las pocas horas de sueño y el aumento del consumo desvirtuaron su meta, necesitó un descanso e hizo un viaje a Brasil. Eran los carnavales de Río, pero a contramano de lo que se supondría en ese continuo de noches de descontrol, ella disfrutó de las playas y conoció al que fuese su relación más sana. Un profesor de escuela que viajaba por el mundo y que al conocerla no sabía de su fama. Junto a David Niehaus sostuvo meses sin sustancias. Pero no duró. El seguiría su destino de trashumante para recorrer el mundo; censuraba su tendencia a ingerir sustancias. Y ella volvía al ruedo de la heroína y el alcohol.
La mañana del 4 de setiembre del 70´ fue hallada sin vida en el cuarto del hotel Landmark de Los Ángeles. Sobredosis, accidente, el fatídico y el místico club de los 27. Los medios amarillistas hacen de las suyas y el mundo retiene de una figura las miserias escandalosas más que la obra y el sentimiento que el artista deja en cada puesta. Pearl, el disco póstumo tuvo récord de ventas, su imagen se multiplicó en miles de posters. En eso el capitalismo es estupendo, descarta los talentos en vida, pero los enarbola cuando sabe que en la bolsa de valores sube el precio.
Leonard Cohen le dedicó el tema Chelsea Hotel:
“…Y/ cerrando el puño por los que como nosotros/ están oprimidos por los cánones de belleza, / te arreglaste un poco y dijiste: «No importa, / somos feos, pero tenemos la música» …”
Considerada la primera rockera, y más allá del mito que se sigue destejiendo con el paso de los años, la particular voz de Janis Joplin conmueve y desgarra. Detrás de esos lentes gigantes y a colores vibra una mujer convencida de que el universo androcéntrico de la música puede y debe ser conquistado para el género. No como coro, ni como segundonas ni groupie, sino como creadoras y protagonistas.