Rusia, octubre de 1917. Cuando los trabajadores tomaron el poder
Se cumple un nuevo aniversario del triunfo de la revolución rusa, de la instauración del gobierno de los soviets de obreros, campesinos y soldados, del triunfo del partido bolchevique, del proceso revolucionario que dio origen a la III Internacional.
Escribe: Gustavo Giménez
Lenin y Trotsky, cada uno con su aporte, completaron la estrategia indispensable para el triunfo revolucionario de octubre del ’17, de la cual, la revolución de 1905 fue un verdadero ensayo general.
El primero, enfrentando a los que sostenían que la revolución contra la autocracia zarista iba a ser dirigida por la raquítica y servil burguesía rusa, repitiendo un esquema que no se condecía con la realidad del país. Lenin estaba convencido de que los trabajadores junto a los campesinos eran los únicos capaces de lograr el cambio de la Rusia atrasada y feudal. Más allá de que no supo, en un comienzo, establecer los términos de esta alianza entre los explotados, fue el arquitecto de la herramienta indispensable para la toma del poder, el partido bolchevique.
Trotsky, el presidente del Soviet de Petrogrado en el 1905 y luego en el 1917, aunque no acompañó al comienzo la estrategia partidaria de Lenin, comprendió tempranamente el carácter socialista de la revolución dada la crisis del capitalismo que la guerra del ’14 planteó. Sólo un gobierno de los trabajadores podía terminar con la matanza en la guerra interimperialista, el hambre y la estructura feudal de la Rusia zarista. Sentó las bases teóricas que luego abrazó Lenin en sus Tesis de Abril.
Se rompió el eslabón más débil de la cadena imperialista 1
En febrero, cae el Zar luego de un levantamiento que arrancó con una movilización de obreras textiles. Dos gobiernos conviven durante pocos meses: el de la revolución, expresado en los soviets obreros y campesinos y; el de la burguesía liberal y los partidos reformistas, el gobierno provisional. La voluntad de cumplir los compromisos con los “aliados”, de continuar la guerra, expresada por el ministro liberal Muliukov, ocasionó en abril fuertes movilizaciones de rechazo y la primera crisis del gobierno provisional.
Desde entonces, la bronca no deja de crecer en fábricas y cuarteles, hasta que el 3 de julio se producen multitudinarias manifestaciones armadas en Petrogrado. Los bolcheviques las apoyan intentando, a su vez, frenar un prematuro asalto al poder, dado que todavía el interior del país y la mayoría campesina no estaban preparados para ello y confiaban en el gobierno de Kerensky.
La respuesta a las “jornadas de julio” fue una represión feroz sobre los bolcheviques, cuyos locales fueron allanados, sus imprentas cerradas y sus principales dirigentes perseguidos y presos, acusados de ser “agentes alemanes”. Pero la contrarrevolución necesitaba algo más fuerte que el debilitado gobierno de Kerensky y, por eso, la burguesía rusa apoyó el levantamiento del general Kornilov en agosto.
Fueron los trabajadores y soldados dirigidos por Lenin los que derrotaron el golpe. Esto catapultó a los bolcheviques a la dirección de los soviets y, con el estallido de la revolución en el campo, preparó las condiciones para la toma del poder.
La revolución internacional
Tanto Lenin como Trotsky concibieron a la revolución en su país como un eslabón de la revolución socialista en del mundo, y no dudaron en poner todo su potencial al servicio de construir una organización obrera revolucionaria internacional.
Pensaban que la Rusia revolucionaria no podría sostenerse sin el triunfo de la revolución en los centros del proletariado europeo y las naciones más importantes el mundo. Por eso, fundaron en 1919, en medio de la guerra civil contra los “blancos” y catorce ejércitos mercenarios, la organización revolucionaria más extendida y potente que conoció la historia, la III Internacional.
La contrarrevolución y los posibilistas
Lenin, a pesar de su autoridad política, tuvo que dar fuertes batallas políticas al interior del partido. En abril del ’17, cuando regresó a Rusia, enfrentó a la dirección bolchevique que tenía una línea de apoyo crítico al gobierno provisional y se negaba a la preparación para la toma del poder por parte de los organismos soviéticos. En octubre, dos de los principales dirigentes, Kámenev y Zinóviev, se opusieron a la insurrección en forma pública y fueron separados del partido y luego reintegrados, cuando se autocriticaron de sus posiciones.
Estas vacilaciones son propias de los momentos de definiciones de gran crisis social y política. Pero luego surgió un posibilismo estructural, el de una casta contrarrevolucionaria que, dirigida por Stalin, logró desplazar a la vieja guardia revolucionaria que acaudilló la revolución.
Años de guerra imperialista, una guerra civil y condiciones de grave miseria, por el bloqueo imperialista, agotaron las fuerzas del pueblo ruso. La clase obrera estaba dispersa, producto de las graves condiciones que paralizaron la industria. La tan esperada revolución internacional sufría fuertes derrotas, como la pérdida de la revolución alemana del ’19 al ’23 o, la derrota (gracias a la conducción estalinista) de la revolución china del ’27.
Dadas las riquezas naturales y la extensión de la URSS, ¿por qué seguir con la “revolución permanente” que planteaba Trotsky, si era mejor dedicarse a construir el “socialismo en un solo país”? ¿Para qué alentar el desarrollo de una internacional revolucionaria, cuando lo que hacía falta es una agencia de defensa de los intereses de Rusia? (Léase de su camarilla gobernante).
Este posibilismo solo pudo sostenerse sobre la base de un régimen totalitario. Tras décadas de parasitar y destruir las bases no capitalistas de la economía y las conquistas que dejó la revolución, esa deformación mal llamada “socialismo real” fue derrotada por las propias masas trabajadoras de Rusia y los países del este. Un triunfo que tuvo un aspecto contradictorio ya que, al no existir una alternativa revolucionaria, el término “socialismo” quedó pegado a la aberración estalinista en la conciencia de millones. Durante años, la idea de que “otro mundo es posible” bajo el capitalismo, ha minado, de la mano de los nuevos y viejos reformistas, la mente de los pueblos
La revolución y los posibilistas del siglo XXI
Vivimos tiempos en que el enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución se hace más agudo. Atrás quedaron el estado de bienestar europeo, el sueño americano, el ascenso social de algunos sectores de trabajadores y clases medias mientras se superexplotaba a los trabajadores y pueblos de las colonias. El panorama mundial, agravado por la pandemia, muestra un ataque brutal a todas las conquistas sociales para calmar la sed de ganancias de un capitalismo cada vez más en crisis.
Los ataques al salario, a las jubilaciones, a los derechos laborales, a los planes sociales, a la educación y salud públicas, los ajustes capitalistas, son aplicados tanto por gobiernos neo liberales, como por gobiernos que se reclaman populares y hasta “socialistas”. Los trabajadores y los pueblos responden retomando el camino de luchas que la pandemia puso en un breve impase. La conciencia socialista surge en la juventud del amo imperial y el descontento se expresa también, en forma distorsionada, en la derrota electoral de formaciones autoproclamadas de derecha.
Entonces, la “táctica” posibilista del momento es apoyar al demócrata Biden contra el fascista Trump, o unirse con los barones del PJ para derrotar a Macri, o apoyar al candidato economista liberal de Evo contra la derecha de Áñez, o mirar para otro lado con las aberraciones de la burocracia de Maduro u Ortega, o embellecer a la nefasta burocracia china, para enfrentar al imperialismo yanqui.
Lo cierto es que no hay ninguna posibilidad de enfrentar la miseria y la degradación ambiental, de parar el giro represivo contra los pueblos, las minorías oprimidas, los migrantes, las mujeres, las disidencias… sin derrotar al sistema capitalista imperialista y a sus gobiernos e instituciones.
Aquellos que no valoran la enorme energía que los pueblos están demostrando, desde las movilizaciones por “black lives matter” hasta las del heroico pueblo chileno, pasando por el levantamiento bielorruso, descartan la única posibilidad que tiene la humanidad en tiempos de catástrofe: dar vuelta todo. Utilizar sus enormes recursos para terminar con la degradación y decadencia capitalista y construir una sociedad igualitaria; que utilice todos los recursos de la técnica y de la ciencia al servicio de la humanidad. Una sociedad sin opresión, explotación y miseria, una sociedad socialista. Las enseñanzas de la revolución de octubre son indispensables para esta enorme pelea en curso.
1. Conocida frase de Lenin.