Socialistas
La postal de la coalición de gobierno en la que vale todo, plantea un interrogante: ¿hay otro camino posible? La izquierda, los socialistas reivindicamos una orientación opuesta a la del Frente de Todos. Es la hora de poner en agenda la perspectiva de un gobierno de la única clase que no gobernó la Argentina.
Escribe: Mariano Rosa
Todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI, fue de decadencia nacional. La clase obrera y los sectores populares, perdimos derechos de distinto tipo: sociales y económicos. Obviamente, lo que se logró sostener fue por duras luchas a lo largo de décadas. Pero, de conjunto se retrocedió. El carácter subordinado, semicolonial del país se reforzó: la deuda externa como mecanismo de saqueo sistemático y sometimiento político; la economía extranjerizada en sus resortes fundamentales y una ubicación política internacional, siempre –con matices- de furgón de las potencias imperialistas. La democracia capitalista: una cáscara vacía que no garantiza ni la letra de su propia Constitución. Todos los datos son contundentes: hay debacle para los de abajo. Como contracara, cristalizó una burguesía socia menor de las corporaciones, bien dependiente e impotente para cualquier proyecto independiente. Por lo tanto, sin entrar en valoraciones políticas, digamos con franqueza lo obvio: la Argentina capitalista, es un fracaso para trabajadores, jóvenes y el pueblo pobre. Este punto de partida es clave.
Fraude patriótico, bipartidismo y coaliciones
Hay otro repaso para hacer, indispensable: ¿que hizo la política tradicional en este tiempo? Porque la Argentina capitalista, tuvo gobiernos que la administraron, partidos, instituciones: lo que se llama un sistema o régimen político. Del fraude de la oligarquía ganadera de finales del 1800 y principios del 1900 con Roca, el genocida del “desierto”, Mitre y cía, pasando por el radicalismo de Yrigoyen y el voto secreto de la década del 20 que estructuraron el moderno país burgués, hasta los años 40 con la conformación de un bipartidismo que tuvo su recorrido: peronistas y radicales, alternando en el gobierno, alimentando la falsa ilusión de que eran expresiones políticas opuestas, y que ante situaciones de movilización obrera y popular, los golpes militares terminaban preservando como mecanismo de contención de la clase obrera, sobre todo. Es decir: la alternancia peronista-radical, y los golpes, se retroalimentaban para bancar los pilares del capitalismo en el país. Las dictaduras tenían el propósito de evitar que las masas echaran a los gobiernos de esos partidos y que, al completar esa experiencia, se radicalizaran hacia la izquierda. Peronistas y radicales, servían si “ilusionaban”, por eso el poder económico burgués los protegía. Pero, llegaron dos puntos de inflexión claves:
- 1982, y una verdadera caída revolucionaria de la dictadura genocida, que inhabilitó a los militares como opción política de gobierno.
- 2001, y un torrente de cuestionamiento al bipartidismo que terminó de completar la experiencia con la alternancia “radical-peronista”.
- A partir de entonces, lo que sostiene el erosionado edificio del capitalismo en el país son “coaliciones”, que dicho sin la ampulosidad de los politólogos significan más bien “rejuntes” de los elementos residuales de los viejos partidos.
En defensa propia
Contra toda “etiqueta” cargada de prejuicios e ideología falsa, los socialistas levantamos un conjunto de medidas básicas que trazan un camino para concretar derechos, todos cuestionados por el capitalismo:
Pleno empleo, por ejemplo: esta bandera que supo ser del peronismo original, del 45, no la asegura ninguna de las coaliciones mayoritarias. Porque para garantizar trabajo para todos, se requiere reducir la jornada laboral, repartir el trabajo y garantizar salario igual a la canasta. ¿Y eso cómo se logra? Suprimiendo los privilegios de las grandes patronales, es decir, su derecho “intocable” a la ganancia privada. Por lo tanto, hay confrontación anticapitalista para lograrlo.
Salud para todos, vacunas: el único camino para asegurar esta urgencia es unificar el sistema de salud, bajo control social de sus trabajadores y usuarios. A la vez, robustecerlo presupuestariamente, suspendiendo el pago de la deuda como medida elemental. Y en paralelo, levantar un planteo antiimperialista y soberano de supresión de patentes de las vacunas anti-COVID y producción pública, masiva de ese medicamento indispensable. ¡Un frente de países por la liberación de las patentes! Y medidas de expropiación defensiva si hay boicot a esta necesidad imperiosa. Eso también supone confrontación social, política y movilización.
Reactivación económica, a favor de la mayoría social: hay que inyectar recursos en la industria. Para eso se necesitan divisas. ¿Y entonces? Bueno, estatizar la banca privada y el comercio exterior, implica recuperar dos resortes centrales de la administración de los recursos. Así, disponer de una palanca decisiva para animar la producción nacional planificada democráticamente con intervención de la clase obrera.
Esas tres respuestas, centrales, de emergencia (trabajo, salud, economía) con una orientación obrera y popular, necesita de medidas que cuestionan pilares capitalistas e inician la transición a un modelo con otras reglas, en definitiva: el socialismo. Para llevar adelante ese rumbo hace falta un gobierno de los trabajadores y el pueblo, con una autoorganización de masas capaz de barrer burocracias y represión. Construir una organización militante, que vaya ganando influencia y desarrollo orgánico en sindicatos, organizaciones estudiantiles, barrios y movimientos sociales, es la pre-condición para apuntalar un poder político así, de clase y con estrategia socialista. Efectivamente, para reorganizar una nueva época histórica de la Argentina y proyectarse regional e internacionalmente. Eso es lo nuestro. A eso apostamos los socialistas del MST. Y la tarea es ahora, inmediata.