Detrás de M., la realidad
El secuestro de la niña de 7 años conmocionó al país y escaló minuto a minuto. Hubo desesperación ante el rapto y el temor a un nuevo femicidio. Pero también quedó a la vista la profunda desigualdad, miseria y violencia a la que están expuestos millones en la Argentina.
Detrás de Maia hay una cruel realidad que ni su aparición puede ocultar. En las 72 horas en que los medios siguieron su caso, gran parte de la población vio el drama de miles de niños, niñas y adolescentes en la CABA, pero que cruza todo el país. Una realidad excluida de toda protección del Estado y que un sector social naturaliza. Pero mientras pasan los días desde su hallazgo, que nos alegró, esa realidad vuelve a desaparecer de la escena pública.
Desde que nació, Maia vivía en la calle. Vulnerada en sus derechos al alimento, salud, educación, vivienda e integridad, pasó su vida en sitios que nunca fueron un hogar. Creció en la marginalidad, incluido el aberrante combo de su abuso sexual por droga, silenciada por un sistema que elige no ver. Pero su historia ya es inocultable. Y quienes desde antes debían asistirla se “sorprendieron”, deslindaron responsabilidades y recién ahora dispusieron algún paliativo.
La realidad que no pueden ocultar
En la CABA, según el censo de personas en situación de calle, a abril de 2019 había 871 niños, niñas y adolescentes y, al menos 40 mujeres embarazadas en ese estado. Y según el último relevamiento anual de organizaciones de la sociedad civil, la Defensoría y la Auditoría General porteñas, hay 7.251 personas en situación de calle. De 2017 a 2019, ese número creció un 23%.
En 2020 la pandemia agudizó los problemas de vivienda y miles de familias se volcaron a tomar un pedazo de tierra. En la mayor parte de los casos fueron brutalmente reprimidas, como pasó en Guernica a manos de la maldita Policía Bonaerense, fuerza de (in)seguridad que responde al mismo Estado que tiene la obligación de garantizar los derechos pero los incumple y los viola.
Según el Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, la pobreza infantil acá llega al 63%. O sea que 6 de cada 10 niñas, niños y adolescentes viven bajo la línea de pobreza. Los gobiernos quieren tapar esa realidad, porque son los responsables de no dar respuestas suficientes y a tiempo.
De la ausencia… a las cámaras
La ausencia del Estado salió más a la luz. Y también la ineficiencia policial. Esa misma policía que intentó arrogarse su hallazgo no quiso tomarle la denuncia a la madre porque no había pasado un día y porque no tenía DNI, situación habitual en esos sectores. Todas excusas. La policía sólo actuó después de que la familia y el vecindario reclamaron, cortaron la calle e hicieron escuchar sus gritos.
Es la misma policía que nos quita un pibe cada 20 horas por gatillo fácil o por muertes en comisarías y penales. Es la responsable de 1 de cada 5 femicidios. Es la misma que reprime con violencia las luchas sociales. Esa policía, cuyo jefe Berni se pasea por la tele, dice haber salvado a Maia. Falso: la encontró otra vecina. Esa policía no nos cuida; nos reprime. Hay que disolverla.
Es el presente y es el futuro
El interrogante inmediato en relación a los miles de Maias que hay en toda la Argentina es sobre su presente de necesidades acuciantes. Quienes salimos a la calle por ella, contra la exclusión y la pobreza que crecen, contra la represión y el gatillo fácil, le exigimos a los gobernantes políticas públicas urgentes y concretas para paliar y reducir la tremenda desigualdad social y sus secuelas.
A su vez, para conquistar un mañana digno de ser vivido tenemos que fortalecer la organización y la lucha para visibilizar la realidad de millones y, por sobre todo, para transformarla hasta terminar con este sistema capitalista y patriarcal tan injusto. Mientras haya capitalismo crecerán la desigualdad, la miseria y la violencia. Por eso, desde el MST en el FIT Unidad reafirmamos que ese mañana digno sólo será posible con un gobierno de las y los trabajadores y el socialismo.