Alberto en el gobierno, el FMI en el poder
Acuerdo con el FMI y crisis en el frente gobernante. El anuncio gubernamental sobre el acuerdo alcanzado con el Fondo para afrontar los pagos de la deuda contraída por Macri desató un nuevo capítulo de la crisis en el Frente de Todos. La carta de Máximo Kirchner y su renuncia a la jefatura del bloque de diputados suman más tensiones en la alianza de gobierno. Aunque ninguno de los sectores abandona el gobierno y todos hacen declaraciones en favor de la unidad de la coalición, la perspectiva es a nuevos choques y crisis. Quienes salieron de inmediato a festejar el anuncio fueron las entidades empresarias, el imperialismo y la CGT, que una vez más se coloca del lado de enfrente de las necesidades del movimiento obrero.
Idas y vueltas en la derecha. La crisis amenaza también a las filas de Juntos por el Cambio, que si bien calificó al acuerdo de positivo, no muestra unidad en cuanto a cómo posicionarse frente al tratamiento parlamentario. Patricia Bullrich, por caso, pidió que sea el gobierno quien lo apruebe a través de un DNU y no el congreso. Es que nadie quiere pagar el costo político del ajuste que se viene y además hay desconfianza en que el gobierno del FdT pueda garantizar las metas fijadas por el organismo. Entre tanto, los liberales Milei y Espert adelantan que no lo apoyarán porque el ajuste comprometido les parece poco, pretenden uno más brutal. La aprobación del Congreso que exige el Fondo, parece más complicada de lo que se preveía en un principio. De todas maneras, más allá de que logren aprobarlo, la tendencia es a que la crisis se profundice y a una mayor inestabilidad política del régimen.
La sartén por el mango. Aunque aún no se conocen los detalles del acuerdo, lo que trascendió hasta el momento no deja lugar a dudas. Es un pacto de entrega y de ajuste más allá de los malabares que intenta hacer el gobierno para demostrar lo contrario. Además de reconocer y legitimar el fraude macrista se toma una nueva deuda para cancelar los vencimientos pactados por Macri. Sin embargo, los desembolsos están sujetos a que el gobierno lleve adelante los requerimientos del Fondo, que auditará trimestralmente las cuentas públicas, inaugurando un verdadero cogobierno entre el Frente de Todos y el FMI. Los plazos y montos del nuevo crédito se empezarán a pagar a partir del 2026, lo que lejos de ser una solución sólo patea para adelante el riesgo de default de una deuda impagable, que requerirá nuevas renegociaciones (con nuevos requerimientos de ajuste y entrega) sometiendo al país por largas décadas a los designios del imperialismo.
Ajuste y entrega. El presidente, sus funcionarios y el periodismo oficialista intentan demostrar que es un buen acuerdo dentro de lo que se podía lograr, que no traerá ajuste ni condicionamientos, ni afectará el crecimiento del país. La realidad dice otra cosa. El pacto incluye una importante reducción del déficit fiscal, la eliminación o achicamiento de la brecha cambiaria y el control de la emisión monetaria entre otras exigencias. Las consecuencias de estas medidas serán un brutal ajuste contra el pueblo trabajador, con recortes del gasto social, tarifazos (ante la quita de subsidios a las empresas de servicios) y una aceleración de la devaluación que alimentará el proceso inflacionario, deteriorando aún más el poder adquisitivo de los salarios.
El país en remate. Al mismo tiempo, la necesidad de obtener dólares, profundizará el rumbo extractivista del gobierno. No es casual que pocos días después del entendimiento con el Fondo, Alberto haya pactado con el gobierno chino el ingreso del país a la Ruta de la Seda. Significa el remate de nuestros territorios y bienes comunes para el saqueo y la depredación ambiental por parte de las multinacionales chinas, en el mismo camino que ya viene impulsando con otras norteamericanas o europeas. La ofensiva oficial para entregar el Mar Argentino a las corporaciones petroleras se inscribe en ese contexto.
Renuncia a medias. En ese marco, la renuncia de Máximo es la expresión por arriba de un proceso de bronca que recorre a gran parte de la base social del FdT. Pero al mismo tiempo intenta mantener el descontento dentro de la coalición, por eso no rompe con el gobierno ni con el bloque y plantea en su carta que la renuncia busca “facilitar la tarea del presidente”, es decir facilitar la votación de un acuerdo que él mismo cataloga como perjudicial para el país y para el pueblo. Es como mínimo una contradicción, aunque huele más a maniobra política para no quedar pegado y ubicarse como “reserva” progresista frente al desgaste del gobierno que se profundizará en la medida que aplique el acuerdo. En última instancia, más allá de las diferencias con el ejecutivo, el dirigente de La Cámpora no plantea desconocer el fraude.
Un revuelo extendido. Máximo no es el único que criticó el acuerdo. Son muchos los sectores del Frente de Todos que se manifestaron en contra: Lozano, Alicia Castro, Patria Grande, el PCR y otras agrupaciones y referentes. Sin embargo todos esos sectores siguen sin sacar los pies del plato del gobierno. En sintonía con Máximo plantean que en la votación se abstendrían para “manifestar las diferencias sin bloquearlo”. No hay incoherencia mayor que seguir perteneciendo a un gobierno cuyo plan central es el acuerdo que se cuestiona. Un plan que significa la entrega de nuestra soberanía, de nuestras riquezas y un ajuste contra los sectores populares no puede cambiarse desde adentro, hay que derrotarlo en las calles. Formar parte del gobierno y enfrentar al Fondo es incompatible porque ambos pasaron a ser una misma cosa. Por lo tanto el único camino consecuente si se pretende enfrentar al FMI es romper con el gobierno e impulsar una gran lucha para derrotar sus planes.
La resistencia ya empezó. El enfrentamiento al acuerdo tuvo dos hitos muy importantes en las masivas movilizaciones del 11 de diciembre y la de este 8 de febrero convocadas por el Frente de Izquierda Unidad junto a más de 200 organizaciones populares. Fueron hechos políticos de gran trascendencia que tendrán continuidad, en primer lugar, cuando sea el tratamiento parlamentario. Parte de esa resistencia , ya que enfrentan uno de los pilares del pacto, son también el #Atlanticazo y el #Oceanazo contra la entrega del Mar Argentino para la explotación petrolera off shore y la enorme lucha del pueblo de Chubut que derrotó el intento de imponer la megaminería y que demostró que la movilización obrera y popular puede triunfar. Todos estos procesos muestran que hay fuerza social para enfrentar al FMI.
Pero el camino es el opuesto al planteado por los sectores críticos del Frente de Todos, se trata de profundizar la movilización, instalando el debate en todas las organizaciones obreras y populares, realizando asambleas, plenarios y exigiendo a sindicatos y centrales que rompan la tregua y se sumen a impulsar un plan de lucha hasta derrotar el pacto.
Construir un plan de lucha y una alternativa política. El panorama actual y la perspectiva de ajuste y entrega que conlleva el acuerdo no dejan lugar para medias tintas ni posturas declamatorias. Las luchas van a crecer y las rebeliones latinoamericanas de los últimos años contra planes similares son el espejo donde se refleja el fututo de nuestro país. Es necesario construir un gran plan de lucha y una alternativa política que enfrente al co- gobierno de Alberto y el FMI, que no acepte la resignación como programa político y se juegue, apoyado en la movilización obrera y popular, a terminar con el sometimiento del país y tomar las medidas necesarias que se desprenden, empezando por no pagar la deuda y la nacionalización de la banca y el comercio exterior para volcar todos los recursos del país a solucionar las necesidades sociales. Los pasos dados por el Frente de Izquierda Unidad para costurar una gran unidad para la lucha son el camino para hacerlo también a nivel político.