Decadencia de la CTA. De proyecto de central alternativa a felpudo del embajador yanqui
La foto de dirigentes de la CTA-T con el embajador yanqui produjo una gran indignación y se ha transformado en la expresión más bizarra de la decadencia de la CTA. Lejos, muy lejos, de sus postulados fundacionales allá por los años noventa, la CTA de los orígenes se fragmentó, nunca pudo superar los moldes del modelo sindical burocrático y devino en corrientes político sindicales integradas al gobierno actual.
Escribe: Guillermo Pacagnini
El Encuentro de Burzaco, realizado el 17/12/91, colocó la piedra fundacional de lo que sería la CTA. Un proyecto que se presentó como alternativo a la burocracia tradicional de la CGT. Esta venía acumulando traiciones y aparecía alineada con el gobierno menemista que estaba descargando un tremendo plan de ajuste y entrega. Las expectativas entre los trabajadores y camadas de activistas fueron tan importantes como posteriormente defraudadas.
El acta que refrendaron los sectores allí reunidos graficó: «Vivimos las consecuencias de un plan económico que sólo prioriza el pago del endeudamiento externo…(hacen falta) nuevas formas de construcción política y social… por un nuevo modelo sindical… el viejo modelo sindical sostenido por su dependencia del poder político y su grado de complicidad con el poder económico… 1. Autonomía sindical con respecto al Estado, los patrones… 2. Democracia sindical, rechazando las estériles divisiones y el sectarismo…» Y el documento culmina fustigando a las «dirigencias caducas que terminan legitimando el ajuste»…
Hoy parece ciencia ficción, pero esas afirmaciones programáticas, parciales pero que apuntaban a un cambio, no solo fueron completamente abandonadas por esta dirigencia, sino que el camino que emprendió fue en el sentido completamente opuesto. Terminaron apoyando el endeudamiento externo, volviendo a las viejas estructuras políticas peronistas, renunciando a la autonomía, renegando de la democracia sindical y, en definitiva, volviendo a las fuentes. Tan es así, que Yasky y sus secuaces anunciaron sus intenciones de regresar a la CGT. Si no se produjo esa «unidad» por la que abogó en su campaña el presidente Fernández, es porque la disputa caníbal al interior de la CGT se lo viene dificultando.
Ascenso y debacle
El nuevo sindicalismo se quedó en los anuncios. El proyecto encabezado originalmente por De Gennaro que hizo dependiente a la central del aparato financiero de ATE, terminó en un fracaso completo de su modelo sindical y también de sus aspiraciones de poner en pie un nuevo movimiento político y social. Si bien tuvo prota-gonismo en muchas de las luchas contra el menemato, al no impulsar realmente la renovación sindical, combatir la radicalización de un valioso activismo autoconvocado y no desarrollar la democracia sindical en esas peleas, no estuvo a la altura para enfrentar las privatizaciones. Muchas luchas fueron directamente traicionadas. En terreno político fueron furgón de cola y apoyaron el proyecto de la Alianza de De la Rúa que terminó profundizando el ajuste de Menem. Y el broche de oro fue haber llamado a desmovilizar en el Argentinazo de 2001. Las divisiones y la decadencia fueron el curso posterior acorde a la magnitud de haber estado a contramano de las necesidades de los trabajadores y de la renovación sindical combativa que prometieron. La burocractización y la integración a proyectos y gobiernos patronales, los asimiló con claridad al viejo modelo sindical burocrático que dijeron combatir.
La cegetización y la integración a los gobiernos
La fracción «CTA Autónoma», se volvió a dividir por peleas de aparato (las «centrales» de Godoy y Micheli), nunca aceptó reformar sus estatutos y democratizar el funcionamiento incorporando la representación proporcional y la decisión democrática de las bases y terminó transformada en una corriente devaluada e integrada al gobierno actual.
La fracción de Yasky, CTA de los Trabajadores, que originalmente venía del sindicalismo ubaldinista, se hizo célebre por conducir la consolidación burocrática de la CTERA, abandonando el viejo programa de Huerta Grande y transformando a la confederación docente en una estructura verticalista. Y fue quien más rápidamente abandonó los postulados de Burzaco y se cegetizó.
Yasky acuñó la frase «autonomía no es neutralidad», como una servil justificación, no para defender el pluralismo que debe existir en toda orgenización sindical, sino para justificar su alineamiento primero con el gobierno kirchnerista y ahora con el del Frente de Todos. Y, en esa dinámica decadente, terminó acompañando el giro proimperialista del gobierno del superministro Massa, igual que la CGT, con la bendición del embajador norteamericano.
La necesidad de una nueva dirección combativa y democrática
La dirigencia de las CTAs, como la de la CGT, tienen fecha de vencimiento. Su ritmo, va a depender del desarrollo de la lucha de clases y el rol activo de la izquierda clasista.
La perspectiva de un mayor ajuste al ritmo del FMI, coloca la necesidad de una nueva dirección que impulse un modelo sindical independiente, democrático y para la lucha. Y que empuje, desde la autonomía con el estado y los gobiernos, el desarrollo de una alternativa política de los trabajadores, de izquierda, anticapitalista.
La izquierda y el activismo combativo hace años que vienen dando avances, aunque la burocracia de todo pelaje controla todavía la mayoría del aparato de los sindicatos, por más que acumule bronca por abajo y apele al fraude y las maniobras para sostenerse. No podemos minimizar esta pelea, porque pese a todo ello, los Yasky, Godoy, los Moyano y Cía, actúan ante la ausencia de un polo combativo frenando la posibilidad de planes de lucha de conjunto, han enterrado los paros nacionales y todavía fabrican ilusiones de que son un freno «a la derecha que se viene». Mientras los combatimos y exigimos medidas de lucha, sin la menor confianza, tenemos que apoyar y desarorllar lo que viene surgiendo, el nuevo activismo. Los dirigentes que han ganado internas y cuerpos de delegados, los procesos de autoconvocatoria y los sindicatos recuperados y los nuevos sindicatos combativos.
La pelea por un nuevo modelo verdaderamente autónomo, que pelee por desterrar toda dependencia del Estado y los gobiernos, que impulse la soberanía de las asambleas, que defienda a rajatabla la representación proporcional de todas las corrientes de opinión, empieza apenas se recupera un puesto sindical para los trabajadores sea una junta interna o un sindicato. Y se transforma en la tarea clave del activismo que madura en las luchas que van despuntando.