Un símbolo de los derechos humanos. Hebe, una Madre luchadora, siempre controvertida
En la mañana del domingo 20 de noviembre, a los 93 años de edad y tras varios días de internación en el Hospital Italiano de La Plata, falleció Hebe Pastor de Bonafini. O más simplemente, Hebe. Su muerte todavía se hace sentir fuertemente y desde nuestro partido les hicimos llegar nuestras condolencias a sus familiares y allegados. Aquí resumimos nuestra mirada en torno a su figura y su trayectoria, que no estuvo exenta de contradicciones y sigue despertando debates.
Escribe: Pablo Vasco
A partir de la desaparición forzada de sus hijos Jorge Omar y Raúl Alfredo en 1977 y de su nuera María Elena en 1978, Hebe comienza a participar en la lucha denodada por la búsqueda de verdad y justicia. Con ese anhelo, se suma a las madres que ya desde abril de 1977, aun bajo la propia bota asesina de la dictadura militar, y con sus pañuelos blancos en la cabeza, habían iniciado su ronda de cada jueves a la tarde alrededor de la Pirámide de la Plaza de Mayo. «Locas», les decían a las Madres con desprecio los milicos y sus chupamedias. «Sí, locas de amor, de pasión por buscarlos, por querer a nuestros hijos», levantaba la apuesta Hebe…
De fuerte personalidad, desde 1979 Hebe fue designada como presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo conformada pocos meses antes y llegaría a ser una de las referentes más emblemáticas del movimiento de derechos humanos de la Argentina, que por otra parte constituye un verdadero ejemplo a nivel internacional por su tenacidad y sus logros. Entre otras protestas, el 10 de diciembre de 1982 Hebe lideró la Marcha de la Resistencia, cuando por primera vez las Madres salieron de su habitual ronda semanal en la plaza y fueron acompañadas por miles y miles de personas.
Al igual que todas las Madres, cuyo drama las empujó intempestivamente de su hogar a las calles y tuvieron que transformar su tremendo dolor en lucha, Hebe reivindicó en voz alta la militancia revolucionaria de sus hijos por cambiar la sociedad.
Son precisamente todas estas acciones y declaraciones de Hebe de Bonafini las que exasperan a la derecha y la ultraderecha, que son negacionistas del genocidio cometido y de las y los 30.000 compañeros detenidos-desaparecidos, y que salieron a atacarla burdamente tras su muerte. Los repudiamos y los repudiaremos toda vez que sea necesario, porque son enemigos jurados de los derechos humanos.
En todo caso, nuestras críticas a Hebe son por razones opuestas a las canalladas de esa gente. Y las hacemos además en el marco de nuestro reconocimiento a su trayectoria de lucha contra la impunidad del terrorismo de Estado, esa batalla tan legítima de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo que marca para siempre la historia argentina y que trascendió ampliamente las fronteras de nuestro país.
Divergencias importantes
Por supuesto, no compartimos toda la sobreactuación apologética desplegada por parte del kirchnerismo ante el fallecimiento de Hebe en busca de cosechar rédito político. Pero así como ninguna diferencia por trascendente que sea puede ocultar el alcance histórico de su figura, lo cierto es que la muerte tampoco embellece a nadie.
En 1986, por la cerrada intransigencia de Hebe a aceptar las reparaciones del Estado por las desapariciones forzadas, Madres se divide y surge la Línea Fundadora, con una conducción menos personalista y que respetó la decisión de cada familia. Pero ella acusó de «traición» a quienes, con pleno derecho, cobraron la indemnización. Y cooptada políticamente por el gobierno kirchnerista, en 2006 en una decisión muy equivocada le puso fin a las Marchas de la Resistencia, como si ya todos los objetivos de la lucha democrática se hubieran logrado. Lo mismo hicieron después Taty Almeida y Estela Carlotto, también afines a los Kirchner. En cambio otras Madres de Línea Fundadora como Norita Cortiñas, Elia Espen y Mirta Baravalle mantienen las rondas y la Marcha de la Resistencia hasta hoy, en una actitud consecuente, por considerar que la lucha por memoria, verdad y justicia sigue vigente.
A nuestro juicio, Hebe cometió otros errores no menores como consecuencia de haber hipotecado su independencia política. Por caso, defendió el desmanejo de subsidios estatales para planes de vivienda a través de su sociedad «Sueños Compartidos» con los hermanos Schoklender.
Si bien apoyó luchas como la de los estudiantes universitarios en 1996 en La Plata -en donde resultó herida en la cabeza por la represión policial- o algunos conflictos obreros como el de Zanón en 2002, a partir del gobierno del Frente para la Victoria su actitud cambió por completo y entonces pasó a fustigar las luchas sociales, paros gremiales y piquetes de desocupados. Y por diferencias políticas echó de su radio al periodista Herman Schiller y acusó injustamente de «gorila» al escritor anarquista Osvaldo Bayer.
Asimismo, en una actitud que fue especialmente grave para una referente de los derechos humanos y que la aisló todavía más en dicho sector, calumnió a Jorge Julio López ante su segunda desaparición forzada y luego hasta llegó a defender reiteradamente al genocida Héctor Milani, que fue designado nada menos que jefe del Ejército por Cristina Fernández de Kirchner. Desgraciadamente, y más allá de las campañas difamatorias del macrismo y los liberfachos, todo este oficialismo reverencial de Hebe y otras referentes de Madres y Abuelas ha causado un relativo pero innegable desgaste del movimiento de derechos humanos ante sectores del movimiento de masas.
Con su método tan personalista y sectario, Hebe nunca integró ni siquiera la Mesa de Organismos de derechos humanos afines al kirchnerismo. Por eso cada 24 de Marzo hasta ahora había dos actos masivos en la Plaza de Mayo, el convocado por la Mesa y el nuestro del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, espacio unitario e independiente de todo gobierno… y un tercer acto, muy pequeño y por separado, que lideraba Hebe.
Nunca desapercibida
No obstante, ninguna de las críticas políticas y metodológicas que hemos señalado en estas líneas anula ni minimiza otras convicciones muy firmes de Hebe de Bonafini, con las que coincidimos, y que además hizo públicas en numerosas oportunidades.
Ante todo, como ya lo hemos dicho al inicio, su lucha de tantos años contra la impunidad de los genocidas, incluidas varias movilizaciones que compartimos con ella por el juicio y castigo a los delitos de lesa humanidad, contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida de Raúl Alfonsín o en repudio a los decretos de indulto de Carlos Menem. También su odio visceral hacia el imperialismo norteamericano y sus crímenes en su país y en todo el mundo, al Fondo Monetario Internacional y la deuda externa, al sionismo y el genocidio del Estado de Israel contra el pueblo palestino.
Estos claroscuros, estos contrastes que sintéticamente describimos, forman parte de una misma personalidad, irreverente y de «mecha corta», que nunca pasó desapercibida. Hebe de Bonafini, Hebe, con todas sus contradicciones, nos deja para siempre su famosa frase «la única lucha que se pierde es la que se abandona» y sin duda alguna pasa a la historia como uno de los símbolos más destacados de la pelea por los derechos humanos.