Panorama Político Nacional. Bajo el signo de la incertidumbre
La coyuntura que atraviesa la Argentina presenta elementos novedosos en el plano del mapa político. Los cimbronazos del régimen de coaliciones que polarizaron en los últimos 15 años el país es un dato central. La evolución del fenómeno Milei y su perspectiva. La debacle del capitalismo nacional como base material del estado de ánimo social y la crisis de expectativas a escala de masas como factor gravitante. En este cuadro global, presentamos los desafíos para la izquierda revolucionaria y el FIT Unidad en la próxima etapa.
Escribe: Mariano Rosa
La situación en nuestro país empieza a mostrar algunos de los rasgos más marcados del panorama mundial y latinoamericano. Las tendencias globales y regionales, se acentúan más allá de las lógicas particularidades nacionales. Si tuviéramos que sintetizar los elementos de mayor peso, en el cuadro actual podríamos enumerar varios.
Salto en la crisis económica estructural. Tiene a esta altura una naturaleza crónica, sin posibilidades de salida reformista, ni moderada, por la «ancha avenida del medio del capitalismo». Este modelo requiere un shock de medidas burguesas anti-obreras, para su estabilización. Cambios reaccionarios estructurales. La imposibilidad de lograrlo para los de arriba, por ahora, provoca preocupación estratégica en la burguesía.
Las irrupciones desde abajo en el proceso de lucha de clases. No hay un desborde generalizado en las luchas obreras, populares o juveniles: las conducciones burocráticas del movimiento obrero, en particular, bloquean esa posibilidad. Pero el episodio de los choferes de La Matanza, instala un tipo de irrupción de protestas desde la base, que de forma localizada desbordan, y muestran radicalidad, odio al régimen, a los empresarios, crisis con el sindicalismo traidor y aparece el «que se vayan todos». Y otra vez la clase obrera muestra su carácter de sujeto clave: dos días de protesta, gravitaron más que cualquier sector social en la coyuntura global. Hace al análisis, a la orientación y a la política de conjunto para la izquierda.
Escalada de crisis en el régimen político. Después del 2001 y la implosión del bipartidismo tradicional, aparece primero con el kirchnerismo y después con el PRO y JxC, un nuevo dispositivo burgués que son las «coaliciones»: un régimen de coaliciones. Sin posibilidades de hegemonía de partidos, hay un reagrupamiento de lo que fue quedando de los partidos tradicionales pos-2001, y se vertebraron así coaliciones mayoritarias. Las dos, están muy mal. La que gobierna, tiene un mal pronóstico electoral, la principal opositora, no procesa sus tensiones de orientación para lo que se viene, y está «perdiendo aceite». Y aparece, por primera vez, con fuerza después del 2001, un esquema de «tercios» con Milei y la corriente libertaria tallando en la situación.
Irritabilidad de masas. No para de crecer la temperatura social. El estado de ánimo es de irritación se alimenta de las condiciones materiales (pobreza, inflación, y crisis de expectativa). En un año donde el termómetro de ese estado anímico son las elecciones, aparece Milei como el fenómeno catalizador más dinámico, como expresión del «voto bronca».
Derechización de la agenda política capitalista. Se profundiza el giro a derecha del perfil y programa de las fuerzas políticas del régimen. Estratégicamente, son portadoras de un mandato de la gran burguesía (las corporaciones, bancos, pooles) y el imperialismo: plan de guerra contra la clase obrera y el pueblo, para bajar el precio del salario, ajustar el gasto social y erradicar derechos. Por abajo, hay sectores sociales que, en algunas franjas por falta de salida clara y potente por izquierda, sintonizan confusamente con la retórica de la «anti-política» o los seduce la prédica «dolarizadora» de Milei, que se asocia a la estabilidad antiinflacionaria. Son transiciones confusas y en disputa, típicas de períodos de crisis aguda. Hace parte de una polarización, que tiene dinámicamente del otro lado, un factor de fuerza acumulada en el movimiento de masas que le pone límites al plan de guerra estratégico de los capitalistas. En esta tensión y su desenlace, no electoral, sino en la lucha de clases se juega la perspectiva de la próxima etapa en el país.
En definitiva, la tendencia dominante como es la incertidumbre en todos los terrenos, por la inestabilidad económica, por los límites que le pone al plan burgués la relación de fuerzas, por el desgaste de las coaliciones mayoritarias y por la acción del movimiento de masas. Entonces, lo central es elaborar escenarios hipotéticos para definir el campo de acción posible desde la izquierda. El FIT Unidad, que tuvo electoralmente el domingo pasado una primera prueba en Neuquén, Río Negro y Trelew, mostró que hay un espacio conquistado de representación política, todavía pequeño pero importante como acumulación para lo que se viene. Las bancas en la Legislatura de Neuquén y en el Concejo Deliberante de la decisiva Capital de esa provincia, los resultados en Río Negro (en especial el 6 % en Bariloche, que pone al FIT Unidad en carrera por ingresar un Concejal por primera vez en la historia de esa ciudad), son puntos de referencia importantes. Cada banca como puesto de lucha política contra todo el régimen y desde allí, el fortalecimiento de la acción independiente de la clase trabajadora, las mujeres, la juventud y el pueblo pobre, son conquistas que tenemos que aprovechar para fortalecer orgánicamente la implantación, para empezar desde nuestro MST en lugares de trabajo, estudio, barrios y movimientos sociales.
La decadencia del capitalismo argento
La economía capitalista argentina fue perfilando en los últimos años una especie de consenso burgués estratégico alrededor de varios elementos o rasgos. Digamos lo que, con retórica más progresista o más derechista, todas las corrientes políticas tradicionales de peso sostienen como horizonte:
Ajuste por inflación. Las devaluaciones «recomendadas» por el FMI la aceleran y ponen la situación al límite. Ese mecanismo, sumado al comportamiento parasitario de los grandes formadores de precios, colocan la inflación en dinámica de espiral.
Regresividad social. Así le llaman algunos economistas y sociólogos a la naturaleza de un capitalismo que concentra riqueza social en el vértice más empinado de la burguesía y aplana el ingreso de la clase trabajadora. Como nunca en los últimos 80 años, una parte significativa de la masa asalariada registrada, está por debajo de los indicadores de pobreza. La composición de la clase obrera ocupada hoy tiene un tercio registrado en blanco, un tercio precarizado bajo formas de contrato temporales y otro tercio en la informalidad. Las condiciones de vida de las y los trabajadores caen en picada mes a mes y eso está incubando tensiones fuertísimas.
Desigualdad social estructural. 40% de pobres (era 4% en 1975). 10% de indigencia. Esos números suben al 55% si lo medimos en el segmento de los niños menores de 14 años. Ese panorama crónico es lapidario. En simultáneo, la política de transferencia de recursos a la gran burguesía se reforzó con la administración de Massa en el peor momento social del país: el dólar «soja» 1 y 2, costó casi 700 mil millones de pesos. El capitalismo modelo «argento» es Hood Robin: expropia a los pobres, para transferir a los ricos.
Reprimarización como matriz productiva. En este punto, todas las fracciones de la burguesía están de acuerdo. Lo denunciamos como extractivismo, es decir, apelar como «modelo» de inserción en la división capitalista del trabajo mundial, el abastecimiento de bienes comunes o recursos naturales, como commodities: soja, Vaca Muerta, litio, las vías navegables. El saqueo neocolonial como estrategia. Una especie de «pacto Roca-Runciman» versión siglo XXI.
Con ese encuadre general, la foto de la economía actual tiene todas las variables para el infarto. La hoja de ruta del FMI, de ajuste para pagar deuda -que es la base del fracaso del FdT, esa subordinación de arranque-, está licuando todo el capital político del oficialismo. Y está esmerilando fuertemene, la candidatura «natural» de Massa porque no logra serenar la situación y suma contradicciones. Hay pánico o como mínimo una fuerte preocupación de los capitalistas porque saben que, para una estabilización de mediano plazo, hay un shock estructural, que no pasa sin un choque de planetas en las calles. La línea imperialista es la de empujar a Massa a que haga todo el trabajo sucio ahora para allanar el camino a un próximo gobierno que no tenga todo por hacer de arranque.
Crisis de expectativa y el tercero en discordia: puesta al día del régimen político
Las fuerzas políticas capitalistas mayoritarias viven un inédito estado «deliberativo». La base es la crisis de hegemonía que se manifiesta no solo en el FdT sino también en JxC. El oficialismo sufre una sangría de base electoral porque el balance de los votantes parte de la economía y es un desastre. Y la ruta que profundizan es el libreto del co-gobierno con el FMI. Entonces, en un mar de incertezas, pareciera el dato más fuerte una derrota contundente del oficialismo a nivel nacional. Por eso, el operativo «clamor» por CFK, por eso las dudas de si va o no como candidata. Todo es posible, de contragolpe y emergencia. El episodio «choferes – Berni» encendió las luces de alarma en el campamento frentetodista: la crisis política escaló al punto de abrir interrogantes sobre el futuro electoral en la provincia de Buenos Aires, hasta ahora, «refugio» del kirchnerismo en su operativo «repliegue» ante una eventual derrota en las presidenciales. Ahora, está todo en cuestión.
En JxC que aparecía como el depositario lógico del descontento, el triunfador por default, hay problemas, no hay ninguna unidad política y eso lo empiezan a pagar en las encuestas. Para empezar, la disputa de las fracciones Macri-Bullrich vs. Larreta-UCR-Carrió, tiene que ver no tanto con la estrategia de clase, sino con los ritmos de aplicación de ese programa: el shock que proponen Macri-Bullrich, tiene los límites de las relaciones de fuerza sociales que aparecen una y otra vez. Entonces, hay sectores de la burguesía detrás de cada «ala táctica» de JxC que apuestan a orientaciones distintas. Larreta no es menos reaccionario, pero parece leer distinto las chances de poder aplicar un programa de shock frontal contra los trabajadores y el pueblo. En ese panorama, aparece Milei capitalizando la bronca, el descontento y la crisis de expectativas con las coaliciones mayoritarias hasta ahora. Es el «tercero en discordia» del campo político de los capitalistas.
El factor Milei
Para empezar, como análisis, el dato sobre Milei es que capitaliza confusamente bronca, aunque también refleja elementos de derechización de sectores sociales. Hay dos conceptos insignia que agita hasta el cansancio: «casta» y «dolariza-ción». La primera, remite y canaliza la bronca. Es así. Pero, la segunda, «dolarización» sensibiliza en el imaginario social una medida programática que se asocia mayoritariamente a la estabilidad. El dólar es ahorro, es la moneda que más vale, es lo que en el discurso político aparece siempre como «lo más preciado y que hay que buscar». Es decir: canaliza un estado de ánimo, y una aspiración a la estabilidad que no es químicamente pura, pero que come de la desilusión de la base electoral menos politizada del FdT y también, de sectores medios que ya hicieron una experiencia con JxC. Obviamente, suma con la retórica anti-política de casta, a sectores de la juventud no politizados. Eso, también es dato duro.
Sin embargo, Milei no es la apuesta prioritaria de la gran burguesía para un recambio electoral. Lo apalancaron mediáticamente al principio, para forzar un corrimiento de la agenda a derecha, instalar tópicos, temas «tabú», pero ahora los preocupa. Saben que lo que dice que va a hacer Milei puede terminar en un descalabro social en las calles: hay reservas de lucha acumuladas en el pueblo de nuestro país, hay una implantación de la izquierda en diversos sectores del movimiento de masas, que provocarían un choque frontal con un ataque directo como el que amenaza el «liberfacho». Dicho todo esto, como en toda crisis por definición, hay imponderables, no podemos descartar que Milei llegue a un ballotage e incluso gane. En la debacle del régimen político y el capitalismo, todo es posible. Lo que sí es para nosotros otra definición, es que eventualmente un gobierno de Milei sería estación transitoria de la bronca acumulada, ya que las aspiraciones económicas o sociales, que incluso pueden llevar a votarlo, no tienen ninguna chance de ser resueltas por un programa de capitalismo de guerra como el de este personaje bizarro.
Jugando con fuego: tendencias por la base en el proceso de lucha de clases
Es indudable que, en un año con semejante calendario de elecciones, hay una mediación lógica entre la conciencia y el estado de ánimo colectivo, y las acciones directas. De hecho, por la crisis de las coaliciones nacionales que no aseguran ganar, los feudos provinciales fueron definiendo sus propios calendarios para asegurarse la continuidad de privilegios e impunidad. A la vez, esa ruta de elecciones, tiene el propósito de canalizar por esa vía las tendencias sociales: que sea el voto el que defina, con todo lo distorsivo que tiene, y no las calles. Para reforzar ese dispositivo, de «castigar votando», y no luchando, está la burocracia sindical que enterró la posibilidad de huelga general y acciones unificadas del movimiento obrero, que es el que puede arrastrar al conjunto de los sectores agredidos por el ajuste capitalista. Sin embargo, evidentemente, la profundidad de las heridas económicas, los sufrimientos y el enojo, no esperan ni elecciones, ni huelgas generales para expresarse cuando encuentran un canal. La irrupción de los choferes de La Matanza lo mostró, pero antes habían sido los cortes de vecinos frente al colapso de EDESUR en medio de la ola de calor, o la autoorga-nización barrial que quemó bunkers de droga en Rosario, o la acción de la enfermería en CABA, de los Centros de Salud barriales con huelga y movilización por un recorte salarial. A esto, habría que sumarle luchas provinciales importantes con el mismo carácter de «irrupciones». Son síntomas anticipatorios del país al que vamos. Son tendencias que incuban perspectivas de futuro próximo. Quizá no es lo más probable una escalada general antes de las PASO, pero cuidado: una derrota contundente del oficialismo, una situación de descontrol en la economía puede terminar en cualquier escenario. Y eventualmente, el gobierno que asuma a derecha, intentando aplicar doctrina de «shock», puede abrir un escenario a «lo Francia». Hay acumulación en nuestro pueblo para eso. Este tránsito preparatorio entonces, plantea para la izquierda revolucionaria, ser primera línea en cada lucha, por su triunfo, coordinación con otras y a la vez, para contribuir a que lo mejor de ese activismo milite por una salida anticapitalista y socialista, como levantamos desde el MST en el FIT Unidad. Por el triunfo de cada reclamo justo y el desarrollo político-militante de una izquierda que se prepare para las batallas decisivas que se vienen. Con esa orientación, la prioridad estratégica pasa por las acciones y peleas de la clase obrera.
Los desafíos para una izquierda con vocación de mayorías
Todo el contexto que fuimos presentando en este artículo desemboca en el tema de los temas: la política y orientación para fortalecer el FIT Unidad, desde nuestro MST. Para empezar, responder en todos los terrenos: la lucha de clases, como prioridad, estando al pie del cañón en cada reclamo para que gane, y a la vez, siempre con el objetivo de fortalecer la implantación orgánica y militante en cada proceso de reclamo, y la influencia general de la izquierda a través de nuestro partido.
Por otro lado, esa coordenada tiene que incluir de forma combinada la lucha electoral en un escenario que todavía no termina de estar del todo claro. Pensamos en un tipo de campaña política que refuerce la confrontación ideológica contra las expresiones de la derecha que se preparan para gobernar. A la vez que explicamos la base del fracaso del FdT para interactuar con sectores de su base más progresista e incluso autopercibida de izquierda. No por casualidad, aparece la candidatura de Grabois en el paisaje del FdT: la muy vieja –y fracasada- tesis de «dar la pelea por adentro»-, y renunciar a las medidas de cambios estructurales que hacen falta, por un programa de tibio posibilismo. Es un intento por contener en el redil de ese armado a los sectores más críticos y desencantados del rumbo conservador y aplicador del ajuste del FMI del oficialismo. De allí las imputaciones de bajo nivel del amigo del papa al «trotskismo que no tiene vocación de poder». Ladra ese Sancho, porque este trotskismo al que ataca –pobremente-, se ve que viene cabalgando.
Tenemos que encarar un aprovechamiento revolucionario de la actividad electoral, llegando a miles con nuestras propuestas y planteos de fondo, presentando a nuestros principales voceros nacionales, Cele Fierro y Alejandro Bodart (precandidatos a presidenta y vice, por el MST) y Vilma Ripoll, como así también a las figuras provinciales que cuenta nuestra fuerza: la diputada Luciana Echevarría en Córdoba, Nadia Burgos, la principal referente de la izquierda en Entre Ríos, Jimena Sosa en Santa Fe, la flamante concejala Priscilla Ottón en Neuquén, y tantas otras en el conjunto de todo nuestro desarrollo nacional. Porque, aunque está por verse el resultado electoral global que podamos tener –y eso, al final es aleatorio-, está claro que la izquierda revolucionaria tiene arraigo en sectores importantes del movimiento de masas en Argentina. Desde nuestra visión, carga con la tarea de acumular fuerza política orgánica e influencia general con posiciones bien anticapitalistas y socialistas, ya que la etapa que se viene, más allá de lo electoral, se va a definir en nuestro campo más favorable: la lucha de clases.
Al interior del FIT Unidad existen polémicas, diferencias y matices importantes sobre la base de un programa y principios muy sólidos que le dan fundamento a la coalición. Nuestro partido insiste permanentemente en la necesidad de darle otro vuelo, otro volumen y una naturaleza al frente, que supere lo electoral: insistimos con poner en pie un movimiento político unitario anticapitalista y socialista, que pueda intervenir en común en el proceso político general, en el movimiento obrero, la juventud y la lucha de clases. Que puede combinar unidad de programa y principios, con diversidad de tendencias a su interior, que debatamos, decidamos y procesemos toda la acción de ese armado de forma democrática, por la base, dando canales de participación a miles de activistas que hoy tienen al FIT Unidad casi exclusivamente, como opción electoral.
Este debate no es secundario: la preparación de una alternativa que aspire a ganar influencia de masas, y tallar en la situación general, requiere provocar cambios con audacia en el carácter de la coalición que conformamos. Vamos a seguir llevando al amplio espectro de los simpatizantes y votantes del frente este punto de vista, como así también, a sectores de la base desencantada del FdT.
Un FIT Unidad sin hegemonismos forzados, que defina la representación de sus voceros públicos, a partir del desarrollo orgánico, militante, extensión nacional e implantación de cada fuerza, además de la presencia pública o en redes sociales de algunas figuras. Lo anterior incluye, nuestra reivindicación del rol como actor social de peso en los barrios más populares del movimiento piquetero independiente, ante cierta subestimación negacionista que existe en algunas organizaciones del frente. La integralidad de esos factores hace a la influencia y fuerza real de cada partido. Así lo ve el MST.
Por eso, sería trascendente y necesario, impulsar una instancia abierta de debate desde el FIT-U para abordar el conjunto de estas cuestiones que hacen a la estrategia, como así también las tareas presentes para encarar en frente único. Un encuentro de deliberación democrática, de choque fraternal de opiniones, para una síntesis superadora.
Y en lo inmediato, tenemos una convocatoria común muy importante. El 1° de mayo, día internacional de lucha de la clase obrera, nos volvemos a encontrar en Plaza de Mayo y en todas las plazas del país. Para que la izquierda anticapitalista, socialista e internacionalista, construya tribunas para denunciar el plan de guerra capitalista en curso, para que se expresen las principales luchas obreras y populares del país, y para presentar los términos de una salida para los abajo en este país.