Algunos debates sobre el conflicto de medio oriente. Hay que contar la verdadera historia
El conflicto de Medio Oriente ha pegado un salto de calidad. La acción armada de Hamas dista de ser el origen del mismo, pese a la campaña en curso para justificar una nueva y mayor masacre del estado sionista sobre el pueblo palestino.
Escribe: Guillermo Pacagnini
Hace 75 años, escudada en la Resolución 181 de la ONU que propuso dividir el territorio de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, el sionismo declaró la fundación del Estado de Israel. Lo hizo a sangre y fuego, arrasando 500 aldeas, expulsando a más de 10.000 palestinos, apropiándose de sus tierras y desatando una persecución contra millones de árabes que vivían y viven en esos territorios. Allí comenzó el genocidio que llega hasta nuestros días. Con un territorio palestino, el famoso “otro Estado” cada vez más reducido, cercado, controlado. Con incursiones seriadas y asesinatos que no respetan infancias ni población civil. Y con una resistencia del heroico pueblo palestino que nunca dejó de luchar contra este terrorismo de Estado.
Los orígenes del Estado opresor
Según la partición emanada de la Resolución 181, 500.000 judíos se quedarían con el 55% del territorio, contra un 44% para 1.100.000 palestinos. En ese momento, los judíos controlaban apenas un 7% del territorio en disputa. Cuando el 14 de mayo de 1948 se formaliza el Estado de Israel, ya 300.000 palestinos habían sido expulsados de sus hogares por los militares sionistas, en lo que se conoce como la Nakba. Con las expulsiones subsiguientes, suman más de 5 millones los palestinos refugiados y sus territorios cada vez se fueron reduciendo. El rol de los gobiernos burgueses árabes fue lamentable ya que privilegiaron sus intereses y terminaron pactando con el sionismo. El rey Abdullah de Transjordania -luego Jordania- pactó con la dirigente israelí Golda Meyr quedarse con Cisjordania y Jerusalén Este, y el rey Faruk de Egipto se quedó con la Franja de Gaza. El Estado palestino nunca llegó a constituirse.
Un enclave imperialista
El ejército israelí es uno de los más equipados, incluyendo armamento nuclear. Financiado y fomentado por el imperialismo yanqui con un claro objetivo en la región: actuar de gendarme de sus intereses en la región y frenar un proceso de revolución árabe en desarrollo. Durante décadas sirvió a los intereses imperialistas. Invadió Egipto, desató la Guerra de los Seis días, apropiándose de la franja de Gaza y Cisjordania, entre otros territorios. Bombardeó campamentos palestinos, invadió el Líbano, entre otras “proezas” al servicio de EEUU. Con miles de muertos a su paso, fueron permanentes las intervenciones armadas del Estado de Israel que confirman su rol como gendarme del imperialismo en Medio Oriente. Ante ellas, se tornan insostenibles las argumentaciones, hoy nuevamente esgrimidas, del “derecho a la legítima defensa”.
La falacia de los dos Estados
Ante el conflicto actual, el presidente yanqui Biden y todo el imperialismo se alinearon con Israel. La prensa hegemónica, los gobiernos “progresistas”… todos pintan el conflicto como un Estado que ejerce su derecho a defensa versus una organización terrorista. Desconocen una historia de colonización y apartheid, equiparan a opresores y oprimidos a un Estado armado hasta los dientes, con un pueblo que vive en la extrema pobreza y en un cada vez más pequeño territorio. Como en nuestro país con la teoría de los dos demonios que ahora reflota Milei, igualan al terrorismo de Estado con las acciones de Hamas que, más allá de diferir claramente con su ideología fundamentalista religiosa y sus métodos, expresan la acumulación de bronca y la movilización de miles de jóvenes y un pueblo harto por la situación de vejamen y represión constante Terrorismo de Estado hay uno solo: el de Israel.
La supuesta solución de dos Estados, uno israelí y otro palestino, que coexistan en paz impulsada desde la época de los acuerdos de Oslo, se ha demostrado como una completa falacia e inviable. Es una falacia porque solo con observar los cambios en el mapa desde que se fundó Israel podemos verificar cómo ha ido avanzando Israel sobre los exiguos territorios palestinos. Hoy cercados, aislados, con su espacio aéreo, provisión de agua, electricidad, alimentos y medicamentos bajo control de Israel. Con la cobertura político-militar de EEUU y la OTAN, Israel incumplió más de 30 resoluciones de la ONU y jamás respetó frontera alguna. Gaza es un verdadero campo de concentración, un ghetto de refugiados, una cárcel a cielo abierto. Cisjordania está cada vez más fragmentada y sometida a un verdadero apartheid, supremacismo, racismo contra la población árabe condenado por las Naciones Unidas, y ambas franjas cercadas por muros y controles militares israelíes. A ello debe sumarse un proceso expulsatorio de los palestinos de Jerusalén Este, pretendiendo sustituirlos por colonos sionistas. Este es el problema de origen que generó la escalada actual.
La gota que rebasó el vaso
En los últimos años, se agravó la situación con la sanción de las llamadas leyes fundamentales de carácter racista que rigen el Estado de Israel. Más aun luego de la asunción del gobierno ultraderechista de Netanyahu, aliado a los partidos religiosos, que promovió una reforma judicial reaccionaria rechazada por importantes movilizaciones. Si desde su constitución Israel es un Estado teocrático, la “patria judía”, expulsó a los palestinos nativos, en 2018 se aprobó una ley básica, de rango constitucional, que define a Israel como el Estado nacional del pueblo judío, impone el hebreo como único idioma oficial -prohibiendo el árabe en tal carácter-, reconoce el derecho a la autodeterminación sólo a los judíos y lo considera de interés nacional, alentando los asentamientos sionistas ilegales en áreas palestinas. Además, reafirma como capital israelí a la totalidad de Jerusalén. Así cercenaron el histórico criterio de la ONU de considerar palestina la zona Este de la ciudad compartida. De esta manera legalizaron la política sionista de limpieza étnica antipalestina y antiárabe que dura hasta hoy. Solo en 2023, hasta el estallido del conflicto actual, se acumularon casi 200 muertos palestinos.
La resistencia palestina
Esta situación de opresión, racismo, colonización creciente, masacres sistemáticas, ha tenido como contrapartida una heroica y legítima resistencia del pueblo palestino, desde el mismo momento de su expulsión de la Palestina original, de la fundación del Estado sionista, a lo largo de más de siete décadas. El mantenimiento de la bota opresora sobre una población hacinada en territorios cada vez más pequeños, asediada permenentemente, ha generado movilizaciones, las Intifadas y toda forma de resistencia a los ataques y la colonización. Lamentablemente la dirección histórica, la OLP (Organización para la Liberación de Palestrina), terminó pactando con el sionismo y los gobiernos burgueses árabes, más allá de sus contradicciones con el Estado israelí, defienden sus intereses aislando a los palestinos. Las masas palestinas en una pelea muy desigual, vienen resistiendo, pese a la orfandad de una dirección revolucionaria consecuente. En este marco, los grupos guerrilleros como Hamas, han terminado canalizado esa bronca. Lamentablemente son direcciones fundamentalistas religiosas, con métodos ajenos a los revolucionarios de impulsar la movilización permanente y la organización democrática de la resistencia. Pero, más allá de estas limitaciones y diferencias con estas direcciones, no puede haber lugar a la confusión. Explotó la bronca contenida. Y los revolucionarios y todos lo que se reclamen democráticos tienen que apoyar al pueblo palestino.
Parar la agresión sionista y luchar por una Palestina libre
Hoy el Estado sionista, con total hipocresía, “declaró la guerra” y desató una nueva masacre sobre el pueblo palestino, con miles de muertos. Condenada por la propia ONU, como otras tantas veces, el Estado terrorista la desconoce y sigue adelante. Hay que parar esta agresión con la mayor unidad de acción en las calles. Es la primera y clara tarea para los luchadores, la izquierda y los sectores que se reclaman democráticos.
Pero la pelea debe seguir por una solución de fondo, que no es la paz de los cementerios ni la utopía que supone una solución pacífica manteniendo el statu quo actual.
Se ha demostrado que es imposible “democratizar” el Estado de Israel. Ningún pueblo que oprime a otro es libre ni democrático No puede haber paz, cuando existe un Estado que es opresor por su propia génesis y naturaleza. La lucha por la liberación efectiva de Palestina y el retorno de todos los refugiados a sus territorios ancestrales implica la pelea por un Estado donde convivan democráticamente árabes y judíos. Por ello peleamos por una Palestina única, laica, democrática, no racista y socialista. Porque desde el MST y la Liga Internacional Socialista, entendemos que esta lucha por la autodeterminación del pueblo palestino y la recuperación de su nación independiente, con su capital en Jerusalem, es un paso de transición en el marco de una estrategia revolucionaria regional contra el imperialismo y el capitalismo: una federación libre y socialista de todo Medio Oriente.