De necesidad y urgencia El PJ no va más. Es la hora de algo nuevo
Durante el proceso que terminó con la derrota de la Ley Ómnibus, el PJ tuvo un rol deslucido en el Palacio y ausente en las afueras. Sigue defraudando a quienes confiaron en que iban a retomar las banderas históricas y planea con más fuerza la necesidad de construir una fuerte alternativa desde la izquierda.
Escribe: Nicolás Zuttión
La llegada de Milei al poder tuvo múltiples lecturas. Pero ningún análisis serio deja de lado la cuota de responsabilidad, muy alta, del gobierno anterior. El mandato de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner fue una gestión clave para degradar aún más los salarios, mantener la crisis inflacionaria, legalizar la deuda macrista con el FMI y profundizar aún más el estado de miseria de áreas como la salud y educación pública. Todos puntos que sirvieron para alimentar la bronca que funcionó de base para que La Libertad Avanza gane las elecciones de 2023.
Pero no todo termina allí. El peronismo, en sus múltiples formas se ha hecho fanático del “pragmatismo”. Forma decorosa de justificar sus posiciones en favor de una institucionalidad al servicio de los que más tienen. Este comportamiento político, en el marco del debate de la Ley Ómnibus, echó luz sobre lo que es capaz de hacer este movimiento. Nuevas “traiciones” y adhesiones para colaborar con un neoliberalismo recargado.
Traición a la tucumana
El día en que las comisiones tenían que votar un dictamen para llevar a las sesiones, Milei no contaba con los números necesarios para dar con un dictamen de mayoría. Más allá de los acuerdos que supo y sabe tejer con la oposición del “nuevo centro”, apareció en escena el PJ. Como un bombero, sin que el poroteo cierre, en aquella jornada el tucumano Agustín Fernández apareció para poner la firma. Acto seguido, él junto a Gladys Medina y Elia Fernández de Mansilla rompieron con el bloque de Unión por la Patria y formaron el bloque “Independencia”.
De fondo, fue una tarea encomendada por el gobernador de su provincia, Osvaldo Jaldo, un histórico del PJ, quien había negociado con el gobierno anarco-capitalista para resguardar los privilegios patronales de sus pagos. Como el propio gobernador lo dijo: “Nadie nos obligó, ni nos apretó, mucho menos presionó por todo esto”. Fue una tranza para asegurar a los empresarios locales evitar la derogación de la Ley de Azúcar, la quita de retenciones a la exportación del citrus y mejorar la posición de los ingenios sucroalcoholeros en el biocombustible.
Este hecho, nobleza obliga, le valió a Jaldo el saludo del hijo del genocida Bussi. Ricardo en sus redes le agradeció diciendo: “¡Bienvenido Osvaldo Jaldo a las Fuerzas del Cielo!”. Para completar su “traición” y sumarla a la larga lista de decepciones de las bases de una fuerza que siempre termina siendo para los propios algo distinto a lo que promete, el bloque Independencia sumó sus tres votos para la aprobación en general de la Ley Ómnibus el viernes de febrero.
De las traiciones a las adhesiones
Javier Milei desde su llegada a la Rosada, por falta de personal, ha hecho uso de varios peronistas que venían del gobierno pasado. Podemos mencionar que Guillermo Francos, representante ante el BID del gobierno de Alberto Fernández, hoy ocupa el cargo de ministro del Interior. Así en varias filas más.
Pero la nueva perla de estos días fue la suma de un histórico. Daniel Scioli, el ex-gobernador y presidenciable escogido por CFK para dar la pelea electoral de 2015, se sumó al gobierno como secretario de Turismo, Ambiente y Deporte. Quien al llegar al cargo y escuchar las primeras críticas dijo: “¿Está mal querer ayudar? Tomo esta etapa con un gran compromiso. Tengo fe que el país va a salir adelante. Quiero colaborar y ayudar con mi experiencia”. Ninguna novedad que este hijo del menemismo, que alguna vez quiso posar como “rival” de la derecha, tenga capacidades para colaborar en un gobierno como el actual.
Sin ser adhesiones explícitas, pero sí comprometidos en dar “gobernabilidad” un grupo de gobernadores juega tras bambalinas a ayudar a Milei. El caso emblemático es el del gobernador de Córdoba Martín Llaryora quien, más allá de la rosca y negociaciones, espetó que la Ley tiene que salir. Una corriente de opinión de un peronismo provinciano, pero que impregna en el movimiento.
Inmovilismo permanente
Mientras el país gobernado por las fuerzas del cielo desciende al infierno de una crisis económica monumental, gran parte de la dirigencia peronista sigue totalmente inmóvil. El caso emblemático es el de CFK, quien siquiera ha emitido una palabra de lo que está ocurriendo el país. Una postura cómplice de quien fue capaz de cumplir todo el protocolo en la asunción presidencial de Milei, el mismo que le había negado a Macri.
Este silencio se desparrama como línea política en general del bloque de Unión por la Patria. Más allá de las quejas y su voto negativo a la aprobación en general de la ley, poco se ha escuchado de su posición sobre el carácter antidemocrático, represivo y punitivista de esta avanzada libertaria. Más allá del circo parlamentario, por ejemplo, nadie critica a fondo el protocolo de Bullrich ni el capítulo represivo de la Ley Ómnibus y el DNU que sube las penas y criminaliza la protesta.
El formato institucionalista del PJ en todas sus variantes hace que las alas más “progresistas” del frente, como Grabois, traten de “vanguardistas” (en la tele) a las asambleas vecinales, Unidxs por la Cultura, organismos de DDHH y todas las organizaciones sociales y políticas de la multisectorial independiente que han marchado a Congreso y enfrentado la represión para que no salga el paquete legislativo de Milei.
No dicen, no hacen, pero infligen miedo para que sus bases no actúen. Forma en la que también el peronismo sindical, el de la CGT y las CTA, se comporta para no continuar un plan de lucha luego del pasado 24 de enero. Jornada en la que, a pesar de haber sido una convocatoria timorata, se demostró que sobra fuerza para enfrentar al gobierno.
Hay que hacer algo distinto, por izquierda
Todos los nuevos refritos del peronismo, en sus distintas versiones, no han conducido más que a constantes fracasos. Las banderas de la soberanía política, independencia económica y la justicia social, sólo se han reducido a relato que nadie quiere llevar a la práctica. La razón reside en que manejarse en los marcos de este capitalismo decadente y querer darle un rostro humano no es una opción.
Desde la izquierda, quienes tomamos estas banderas, pero queremos ir por más, insistimos que es hora de construir algo nuevo, diferente. Que ataque de raíz todos los problemas que aquejan a los trabajadores con una perspectiva anticapitalista, socialista. Para eso te invitamos a sumarte al MST en el Frente de Izquierda Unidad, para pelear por un modelo de organización al servicio del combate contra este proyecto de gobierno de Milei. Que no diga que hay que esperar a las elecciones o ser “responsables”, en beneficio de los capitalistas y en desmedro de nuestros bolsillos. Es ahora y hay que organizarse.