Universidad en lucha, CONICET en resistencia
Escriben: Sofía Cáceres Sforza, Sec. General de SITRADU
Alejandro Schweitzer, CONICET
El plan de Milei contra la universidad y la ciencia públicas no da tregua. Con el pago de la deuda usurera e ilegítima como objetivo, desfinancia y ahoga a las universidades públicas y al CONICET, militarizando la entrada a sus centros, pasando lista de quienes están afuera y quienes adentro. En ese marco, el gobierno nacional arroja a las universidades y a la ciencia a que se financien de manera externa, con su modelo privatista para todo, profundizan la lógica de la venta de propios producidos e impulsan una modificación curricular al servicio de los negocios privados, con una formación estandarizada, despolitizada y de «rápida salida», batallando contra el pensamiento crítico y el espacio universitario cuyo demos democrático ha sobrevivido a décadas de ataques. Así, Milei y su plan promueven un acceso restringido a las universidades públicas y la permanencia de los pocos que puedan sostenerse sin becas, recursos, y aumentos constantes en los costos de vida.
En ese sentido, el plan del gobierno avanza sobre los organismos nacionales de sistema científico, empezando por el CONICET, cuyo desmantelamiento los trolls de Milei consideran la madre de las batallas. El CONICET opera dentro del marco presupuestario para el año 2023. Esto se traduce en la demora en la asignación de nuevas becas doctorales, en el nombramiento de nuevos investigadores que ingresaron al organismo y en la ausencia de anuncios sobre resultados de promoción de investigadores. Estos recortes en personal son acompañados de recortes de gastos corrientes, es decir, además de salarios, gastos de funcionamiento, también se recortan asignaciones presupuestarias para proyectos de investigación. En términos de salarios, todo el personal sufre los mismos recortes que causaron la disminución de un 20% del salario en relación a diciembre.
El sistema científico no está exento de contradicciones. Algunos de sus investigadores y centros de investigación son cofinanciados por capitales ligados a los agrotóxicos o a la minería metalífera, o la expansión del fracking asociado con YPF y otros similares que vienen de acuerdos establecidos por los gobiernos de Cristina, Macri y Alberto Fernández. Muy probablemente el gobierno libertario elija preservar estas líneas de investigación, ya que en el fondo obedece a estos mismos intereses. A su vez, los trabajadores de CONICET no cuentan con Convenio Colectivo de Trabajo, el organismo se rige por un estatuto funcional sancionado durante el gobierno de Onganía, hace dos dictaduras. Ningún gobierno ha dado respuestas a la necesidad del pase a planta y han mantenido a sus trabajadores en una situación de total precarización, lo que los ha hecho blanco fácil para sus despidos. La transformación que el gobierno de Milei quiere hacer va de la mano de potenciar el complejo agro-minero-exportador, y poner al CONICET a disposición de las grandes empresas trasnacionales, con la lógica del mercado como eje rector.
En el horizonte, la tormenta se gesta
A pesar de ciertos vaivenes, la comunidad universitaria comienza a dar muestras de una resistencia gestada desde abajo. Se han realizado numerosas acciones que les han sido arrancadas a las conducciones sindicales y estudiantiles y que demuestran el desborde y la necesidad que existe de organizar un plan que enfrente a Milei. En UBA se realizaron banderazos masivos, clases públicas, abrazos, de la misma manera que en la UNSAM, en Córdoba, en Entre Ríos, en Santa Fe. Todas acciones que las burocracias han tenido que convocar pero que expresan la fuerza que hay desde las bases para luchar.
Es necesario, entonces, amplificar cada acción y preparar con toda la fuerza posible la Marcha Federal del 23 de abril, para que esa potencia desborde la contención que las conducciones quieren imponer. Es en este marco que tanto el CIN, el Frente Sindical y las burocracias estudiantiles han sido arrojados a convocar acciones, no sin antes poner trabas con discursos centrados en la desmovilización, en que nadie quiere luchar, y que tanto la docencia como el movimiento estudiantil están en la pasividad. Todos estos discursos han sido combatidos por las convocatorias masivas que las acciones han tenido y que, en realidad, solo demuestran que la «pasividad general» es la de ellos mismos, una superestructura que refleja años de quietismo que se ha ido cristalizando con los años y que ha ido generando el rechazo de sus bases.
Es que estos sectores solo se han dedicado a defender los privilegios de las gestiones y de la burocracia institucional, poniendo peros a la convocatoria de paros masivos, como lo demuestra la FATUN, que, salvo el 14 de marzo, no ha querido sumarse a ningún paro, y también la CONADU, que anunció un paro en confluencia con la CONADUH y ahora lo borra con el codo. Debemos estar atentos a combatir la insistencia en el desarme de un plan de lucha que las bases reclaman y que estas conducciones intentan, una y otra vez, levantar, correr, aletargar. Así como las gestiones, que en su mayoría se han dedicado a aplicar el ajuste en los primeros meses y que recién ahora, debido a la falta total de presupuesto con los tarifazos y aumentos, deciden convocar a la lucha.
Para esta tarea es central apostar a robustecer a los sectores independientes de la docencia, del movimiento estudiantil y de CONICET, que han sido centrales para desarmar el discurso de las burocracias que dicen «hablar en nombre de» y que son rebatidas por estos mismos sectores independientes en las reuniones y asambleas. Es necesario que se multipliquen, bajo nuestra exigencia e impulso, las asambleas autoconvocadas, las clases públicas y la organización de un gran 23 de abril, que sea el punto de quiebre de un proceso que desborde en defensa propia para derrotar el plan de Milei contra la universidad y la ciencia, y que luche hasta conquistar un presupuesto real para salarios, becas, boleto educativo real, investigación y condiciones laborales, acordes a la situación que atravesamos.
En todos los frentes, a todo o nada
La docencia e investigadores han ido profundizando su organización desde las bases en este último periodo, pero sigue siendo central que el movimiento estudiantil irrumpa con la fuerza que lo caracteriza para ganar la pulseada. Este sector ha sido siempre una caja de resonancia de la sociedad, y es por esto que en esta coyuntura exista una franja que se ha convencido del delirio libertario. Sin embargo, ya vemos muestras de que ese discurso tiene límites, los límites concretos de las condiciones materiales y es por esto que debemos impulsar la radicalización de las luchas, teniendo en cuenta que enfrentamos un plan general y global anti-pueblo, y cuyo desenlace también depende de la globalidad que podamos darle. Es decir, no podemos apostar a la reacción atomizada por lugar, sino que debemos confluir en una lucha colectiva, en una confrontación abierta y masiva, porque si Milei viene por todo, nosotros lo tenemos que dejar sin nada.
Por eso en cada asamblea, conversatorio, clase pública y reunión donde los sectores activistas e independientes intervienen, el reclamo a la CGT y las CTAs de un paro general se sostiene y las propuestas de paros activos, movilizaciones y plan de lucha escalonado hasta llegar a derrotar el programa de Milei son centrales.
En cada universidad, una trinchera
Tenemos que derrotar el plan de Milei de lleno para poder discutir realmente qué universidad y qué ciencia necesitamos. Este ataque brutal viene a querer dar la estocada final a un sistema que gobierno tras gobierno es puesto en cuestión. Porque el financiamiento externo no comenzó ahora, sino que viene generándose hace rato, con el sector privado interfiriendo en líneas de investigación, en proyectos, en los planes de estudio, en la modalidad de cursada. Por eso necesitamos poder discutir y construir una universidad y una ciencia al servicio de las mayorías sociales, contra el agronegocio, el modelo extranjerizante, extractivista y arrasador que se ha venido imponiendo. Así como una democracia real y directa, con mayorías estudiantiles, que definan democráticamente para qué destinar los presupuestos, terminando con los votos colegiados y los órganos de cogobierno estratificados y que solo han servido para aplicar las transformaciones de la LES, los ajustes y las líneas privatizadoras.
En ese camino la izquierda en las universidades tiene la tarea de reagrupar a lo más decidido del activismo, en el camino de generar un proceso que prepare la real coordinación entre luchadores con asambleas interclaustros e interfacultades para, de forma, horizontal y transversal, construir una articulación que combata y derrote las maniobras por arriba de las burocracias, que se han ido subordinando a los proyectos políticos capitalistas, que deciden salir a luchar o no dependiendo de la cara del comprador. Es necesario construir este polo alternativo para que, ante cualquier intento de paso atrás de las burocracias, la fuerza y la potencia que tienen la universidad y la ciencia cuando se ponen en pie de lucha tengan un espacio y un canal de expresión.
Esa tarea solo será posible si nos armamos decididamente a intervenir en cada lugar, impulsando la participación y el debate político, confiando en que las herramientas que la clase trabajadora se ha dado históricamente pueden descarrilar el tren de la historia, de una vez por todas, a nuestro favor.