Francia: “Este régimen, nacido de las revueltas, caerá por las revueltas”1
La rebelión de los chalecos amarillos
Resumimos la nota de nuestro grupo hermano francés La Commune (N° 76, del 2/12/18)
“Bajo los chalecos amarillos, la furia” tituló el 1D el portal Mediapart. En defensa propia y del derecho a manifestar, enfrentan a los CRS2. Frente a los hidrantes instalaron una excavadora y se subieron al Arco del Triunfo. Sí, son escenas de revueltas. Una situación que reclama una huelga general como medida de defensa del pueblo. También nos vienen a la mente las imágenes de jóvenes secundarios en una sentada pacífica, el 30, golpeados por los CRS. Se podría decir que Macron, aislado en el G20, cayó en un lío infernal…
En febrero de 2017, cuando estalló el escándalo de Fillon tras las sucesivas caídas de Sarkozy, Juppé, Hollande y Valls en las elecciones presidenciales, dijimos: entramos en una situación revolucionaria, aun sabiendo que toda situación así no lleva automáticamente a la revolución.
Un engendro político. La crisis de poder se hizo candente. De ahí salió un engendro: Macron. El residuo más joven de la Vª República, un régimen bonapartista disfrazado de república y del golpe militar de 1958 en Argel, preparado para el regreso del general de Gaulle. Macron, mal electo, apoyado en una Asamblea nacional peor electa aún y convertida en Corte de los Milagros, no era ni podía volverse un “Bonaparte” ni siquiera de bolsillo: sólo un tirano, al frente de una monarquía bananera.
Crisis política-crisis social. Macron fue muy bien servido por los “opositores” y altos líderes sindicales que lo legitimaron en su diálogo antisocial. Pero en sí ese jefe de Estado no es nada. Sólo tiene a los colegios jesuitas, las grandes escuelas, los mercados financieros y el Ministerio de Economía. La dupla crisis política-crisis social, que se retroalimentan, podría causar una explosión o varias. La crisis no es sólo de poder sino de todos los aparatos políticos y sindicales directa o indirectamente ligados al régimen de la Vª República. Ante todo, buscan no salir del marco del orden establecido, o sea del orden burgués.
Rechazo abstencionista. Una de las expresiones de la crisis política general es el abstencionismo, que crece sin pausa. A menudo, se lo tilda de despolitización. Ese apoliticismo muy político, tan arraigado en las clases populares, es en realidad una huelga del voto cuyo mensaje es claro: nadie nos representa. Este abstencionismo del rechazo ahora gana elecciones sindicales: en la RATP3 y la SNCF4, por la política de los Martinez5 y demás sindicalistas cómplices.
La crisis política es también mediática. La crisis de los grandes medios, que a la vez deben transmitir los mensajes del poder e informar lo que pasa, es parte de esta crisis total. Si sólo mienten, pierden audiencia. Es más: deben lidiar con las redes sociales, tironeados entre sus patrones que les dan órdenes y el pueblo que se supone los mira y los escucha. Entonces juegan a confundir. Mientras hacen de detectives sólo para posar de contrapoder, rastrean los perfiles alarmantes entre los chalecos amarillos: perfiles de ultraderecha, de ultraizquierda, de matones profesionales… Entre los chalecos amarillos hay todo tipo de perfiles, pero de conjunto se enfrentan al IVA, a la carestía y a Macron y todo lo que representa. La masa es mucho más política que los Mélenchon6 y tantos otros “eruditos” que parecen saber de todo.
Sobre la violencia. Nosotros estamos a favor de las acciones más pacíficas y protectivas posibles. El 1º vimos cómo nace la violencia: restricción drástica del derecho a manifestar, activistas bloqueados por esas fuerzas “de Seguridad” con bastones, granadas y gases tóxicos prohibidos en muchos países7, ¡por orden de un ministro del Interior que encarna la brutalidad premeditada! En el fondo, esa violencia directa la generan las medidas antisociales y antidemocráticas de Macron-Castaner, la violencia social del poder. Éstos fueron advertidos por el especialista Minc, ex asesor de Chirac y otros. Tras haber dicho que las medidas de Macron no se podían juzgar sólo por seis meses, el 14 de julio pasado lanzó una señal de alarma: “En todo caso no podemos seguir así, la desigualdad es demasiado fuerte. Nos arriesgamos a la insurrección.”8 Las revueltas se deben directa y totalmente al régimen en caída libre de la Vª República y su actual jefe Macron, sus impuestos y reformas, sus palos, sus prebendas a los muy ricos y su soberbia.
“Lío infernal”. No estamos en la insurrección ni en la revolución, sino en sus primeros balbuceos. En esta etapa, en su legítima defensa, los chalecos amarillos sólo responden a la violencia física del Estado. No hablamos aquí de los matones que la propaganda de Castaner utiliza para justificar sus golpes y que siempre surgen al margen de los movimientos que enfrentan la represión policial.
“Como el pueblo vota contra el gobierno, el pueblo debe ser disuelto” ironizaba el dramaturgo Bertold Brecht. Ese es el objetivo de la represión de Macron-Castaner ante la furia que se ha desatado. Esta represión es, ante todo, la confesión de impotencia del poder, atrapado en una espiral infernal desde hace meses.
Nuestra posición. Creemos que la salida está en la huelga general. La furia generalizada encontraría allí su expresión más alta. Al decir esto no oponemos dicha huelga al movimiento tal como surge.
La bandera azul-blanca-roja no es la nuestra. En 1871 se convirtió en la bandera de la santa alianza entre monárquicos oportunistas y republicanos oportunistas para aplastar a la Comuna de París. Mucha gente aún identifica esa bandera con la Gran Revolución Francesa, que Macron detesta. La Marsellesa, antes revolucionaria, no es nuestra canción desde que se volvió el himno de la “unión sagrada” del Estado capitalista, al son de la cual tanto trabajador y campesino fue carne de cañón en la guerra de 1914. Aun así, para muchos sigue siendo un canto de revolución democrática, que dice “se levanta el estandarte sangriento”, o sea ¡la bandera roja!
En cambio, no tenemos nada que ver con quienes vuelven nuestra común bandera roja contra ese movimiento espontáneo que, de hecho, lucha por derechos justos y se rebela contra el poder. Es lo que por desgracia hacen los voceros de un supuesto “partido obrero” por sobre la militancia que dicen representar9. Apoyamos sin condiciones a los chalecos amarillos, en su masa y su voluntad de piquetes. Esperamos que el movimiento obrero y democrático intervenga, como mínimo, por el fin de todas las persecuciones judiciales, los ataques al derecho a manifestar y la violencia policial del poder.
2D, último minuto. Sobre el 27N, Mediapart informa: “Las fuerzas de seguridad fueron desbordadas por la magnitud de la manifestación y usaron una de sus municiones más peligrosas: las granadas GLI-F4.” El Estado francés es el único que usa ese tipo de armas contra manifestantes. Un hombre de 21 años se arrancó la mano con esas granadas, dignas de una policía de guerra civil.
Último momento: un primer triunfo
Al cierre de esta edición nos llega la noticia de que el gobierno derechista francés de Emmanuel Macron se ha visto obligado a ceder parcialmente ante las demandas de los chalecos amarillos, los conductores de automóviles afectados por la suba de combustibles y del impuesto al carbono.
En efecto, según lo anunció el primer ministro Édouard Philippe, el gobierno decidió suspender dichos aumentos por seis meses. También tuvo que anunciar un freno a los aumentos de luz y gas, así como una suba del 3% en el salario mínimo, que son otros dos reclamos populares muy sentidos.
Es una primera victoria de esta poderosa lucha, pese a los 224 detenidos y 65 heridos por la violenta represión policial del 1ºN. Aunque el gobierno reculó el sábado 8N hay una nueva marcha en París, ya que los manifestantes exigen “la anulación del aumento y no una simple moratoria” y en todos sus piquetes y marchas cantan “Macron dimisión”.
La rebelión social se extiende por toda Francia y ya, además de un conflicto con las pequeñas empresas de ambulancias, hay decenas de colegios tomados por los estudiantes secundarios. ¡Viva la lucha del pueblo francés!
P. V.
1. Crítica del socialdemócrata Pierre Mendès-France al régimen gaullista, en 1958.
2. Cuerpo especial de la Policía Nacional.
3. Empresa estatal de transporte.
4. Empresa estatal de ferrocarriles.
5. Líder de la CGT, comunista.
6. Líder de Francia Insumisa, de centroizquierda.
7. En el portal rmc.bfmtv.com (Francia es el único país de Europa que utiliza granadas explosivas contra los manifestantes, 22/11/18).
8. Le Monde, 2/12/18.
9. Editorial de D. Gluckstein, semanario El foro de los trabajadores (21/11/18). Según él, el discurso que domina los piquetes era “en general llevado por ‘chalecos amarillos’ experimentados y a menudo organizados por activistas de derecha y extrema derecha que venían con su carga de banderas tricolores e insultos racistas, sus métodos de terror y odio anti-obrero”. En el mejor de los casos es una concepción policial de las cosas, apta para amalgamas.