Cumbre vaticana sobre abusos sexuales: No darás falso testimonio

Así lo ordena el octavo mandamiento de la religión católica. Sin embargo, la cumbre mundial  realizada en el Vaticano no terminó alumbrando más que falsas promesas. Ante la profunda crisis de la Iglesia por los abusos sexuales y el encubrimiento, refutamos las respuestas del Papa y explicamos nuestras propuestas para combatir esos delitos.

Pablo Vasco

Los escándalos por los abusos sexuales cometidos contra menores en la Iglesia Católica y la protección institucional a sus obispos y curas pedófilos abarcan los cinco continentes. Si bien son más resonantes los casos de Estados Unidos, Irlanda, Australia, Chile o México, ningún país en donde haya presencia eclesiástica está exento de ambas prácticas repudiables.

Por caso, en la propia cumbre vaticana salió a luz que la Iglesia ha destruido pruebas sobre los autores de delitos sexuales. “Los archivos que hubieran podido documentar estos actos terribles e indicar el nombre de los responsables fueron destruidos o incluso no se llegaron a crear”, reconoció el cardenal alemán Reinhard Marx. Es que ya no podía callar más: un informe de sectores laicos contabilizó que en Alemania, entre 1946 y 2014, unos 1.670 curas y obispos abusaron de al menos 3.377 víctimas, en su mayoría menores de 13 años.

Esta depravación y ocultamiento sistemáticos del clero católico provocaron una oleada de indignación popular en todo el mundo, que profundiza el creciente desprestigio global de la Iglesia. Semejante presión social es lo que obligó al Papa a convocar esta cumbre sin precedentes para intentar responder a lo que ya muchos especialistas consideran la peor crisis de la Iglesia Católica Apostólica Romana en su historia contemporánea.

“Engañan de continuo con su lengua” (Romanos 3:13)

“Quien se pasa la vida acusando a la Iglesia es pariente del diablo”, dijo con altivez el Papa el día previo a iniciar la cumbre. Parece que el demonio agranda rápido su parentela en todo el planeta, porque cada día somos más y más quienes acusamos a la Iglesia. Luego, tuvo que ir bajando el copete.

Pese a verse obligado a reconocer hechos y pedir perdón, Bergoglio hizo todo lo posible por diluir la responsabilidad de la milenaria institución que comanda: “El abuso sexual de menores es y ha sido un fenómeno en todas las culturas y sociedades… El abuso de poder está presente en otras formas de abuso de las que son víctimas casi 85 millones de niños: los niños-soldado, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y a menudo víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados, los niños abortados…”

O sea, habló de todo con tal de desviar el eje de la polémica. Encima, así como meses atrás comparó el derecho al aborto con los nazis, ahora lo comparó con la pedofilia clerical. También acusó al feminismo de “machismo con faldas”

No, Bergoglio, no sea bruto: las mujeres y demás personas con capacidad de gestar reclaman derechos, mientras que usted trata de proteger a delincuentes pedófilos con sotana. Y el feminismo no lucha por reemplazar la opresión machista, que usted defiende, por otra de signo opuesto: lucha por desterrar toda opresión.

“Como a ovejas en medio de lobos” (Mateo 10:16)

“Basta de excusas, basta de perdón. Resarcimiento para las víctimas”, señalaba la bandera al frente de la protesta del sábado 23 ante la cumbre vaticana por más de 200 víctimas de abuso clerical llegadas desde distintos países. Otras pancartas mostraban consignas como “El Papa es sordo”, “Justicia civil para todos”, “Demasiados clérigos pedófilos” o “El milagro: creer al Vaticano”.

  • “En el discurso del Papa no hay nada, sólo palabras y ninguna medida concreta” (Peter Isely, norteamericano, de la asociación de víctimas Ending Clergy Abuse).
  • “El Papa ha dado un guantazo a todas las víctimas de pederastia de los cinco continentes. Esperábamos una respuesta que no nos dio” (Miguel Hurtado, español).
  • “Mera estrategia mediática. No habló de procedimientos concretos, dimisiones de obispos ni denuncias a la justicia” (Francesco Zanardi, italiano).
  • “Un nuevo acto de simulación e hipocresía por parte de funcionarios de un Estado, incumplidor serial de convenciones internacionales sobre derechos humanos” (Red Argentina de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico).

No hace falta citar más para compartir el legítimo rechazo de las víctimas tras haberse conocido las resoluciones de la cumbre vaticana. Ninguna oveja va a ser protegida por ningún lobo, en ningún lugar del mundo, jamás.

“Evita profanas y vanas palabrerías” (Timoteo 2:16-17)

En su discurso al cierre de la cumbre el Papa planteó ocho puntos, ya que en realidad no merecen llamarse propuestas: 1. Proteger a los menores, 2. No encubrir a los abusadores, 3. Purificar a “los pastores”, 4. Formar mejor a los seminaristas, 5. Reforzar la aplicación de las normas, 6. Acompañar a las víctimas, 7. Proteger más el ámbito digital, 8. Luchar contra el turismo sexual.

Los puntos 7 y 8 no son competencia de la Iglesia sino de los Estados, así que sólo buscan distraer del tema principal. Y los otros seis, como vemos, son puras frases hechas, expresiones de deseos que carecen de toda implicancia real. Es decir, un nuevo fraude a quienes todavía tenían alguna expectativa. Por eso la mayoría de las cadenas mediáticas del mundo, incluso afines a la Iglesia, tuvieron que hablar de fracaso y decepción.

Ya antes el Papa había propuesto al debate 21 puntos. El punto 14 era “evitar que se publiquen las listas de acusados antes de la investigación y la condena definitiva”. Recibió tantas críticas hasta de los mismos obispos que tuvo que retirarlo. Se ve que Bergoglio no recuerda que la condena a su defendido, el cura abusador Grassi, tardó 22 años… El silencio es hipocresía e impunidad.

“Vino gran temor sobre toda la Iglesia” (Hechos 5:11)

La Iglesia aún debe encarar otros escándalos sexuales, como la homosexualidad interna y el supuesto lobby gay y los abusos a monjas cometidos por curas y sus consecuencias, sean abortos o partos de bebés cuyos “padres” no les reconocen. Pero el tema de esta cumbre fue la pedofilia y su ocultamiento. En cuanto a eso, un cardenal colombiano confesó: “Tenemos que reconocer que el enemigo está dentro”.

En efecto, una primera causa es que la Iglesia es un ámbito exclusivo de varones, a veces recluidos como en una cárcel o un cuartel, pero además en celibato obligatorio, cuyo deseo sexual está entonces reprimido. A eso se suma otro factor clave: el abuso de poder, que en una organización verticalista y autoritaria como la Iglesia es endémico y recae sobre el grupo más débil: niñes y adolescentes. Tan incontestable resulta esto que así lo reconoció ante la cumbre el cardenal alemán antes citado: “El abuso sexual de niños y jóvenes se debe, en una parte no insignificante, al abuso de poder de la administración” (eclesiástica). Sobre estas bases, los dogmas oscurantistas de pecado, culpa y confesión alimentan el caldo de cultivo ideal para el encubrimiento orgánico, para el mal llamado espíritu de cuerpo.

Por estas razones de fondo que hacen a su estructura y sus mecanismos intrínsecos, la Iglesia Católica Apostólica Romana está condenada a reiterar in eternum las conductas delictivas de abuso sexual infantil y de encubrir para autopreservarse. Sí, el enemigo está dentro suyo. No por casualidad la comisión investigadora formada en Australia tras los escándalos por abuso sexual clerical recomendó, a fines de 2017, dos medidas elementales: hacer opcional el celibato del clero y eliminar el secreto de confesión.

Cinco propuestas concretas anti-abuso y anti-impunidad

  1. Abolir el secreto pontificio y abrir todos los archivos de la Iglesia. Es el primer paso si realmente se busca la transparencia que pregona el Papa. Es una medida inexorable para romper todo pacto de silencio, trama o maniobra de la Iglesia en favor de la impunidad de los curas abusadores y de sus encubridores. Que abran los archivos, anulen el secreto de confesión o secreto ministerial y estén obligados a denunciar.
  2. Anular su status como persona jurídica pública. Como bien lo plantea nuestra precandidata presidencial, Cele Fierro, hay que “reformar el Código Civil para que la Iglesia deje de ser ‘persona jurídica pública’ (art. 146 inciso c), privilegio insostenible que le permite anteponer el derecho canónico a las leyes nacionales (art. 147)”. O sea, las normas del Estado siempre deben estar por sobre las del clero.
  3. Formar una comisión investigadora independiente, similar a lo que fue la Conadep[1], integrada por las víctimas de abuso, junto a referentes de los derechos humanos, organizaciones feministas y de la comunidad LGBTI así como especialistas en la temática, con plenos poderes para investigar todo. Los resultados de dicha investigación deben ser elevados a la justicia a fin de sancionar los delitos cometidos, sin excepción.
  4. Prohibir por ley a los curas y obispos estar a solas con menores. Dicho de otro modo, ¿para qué querría un cura estar a solas con menores? Como el abuso no es una práctica de tal o cual cura sino de toda la institución por su naturaleza masculina, jerárquica y dogmática, esta medida es la única que permite una protección efectiva a les menores. Por supuesto, quien la transgreda debe ser pasible de condena.
  5. Anular los subsidios del Estado a la educación religiosa. No más financiamiento público a las escuelas privadas y confesionales, que aparte de incumplir la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral han sido y son sede de acosos, abusos y encubrimiento. Si no se sostienen, que sus alumnado y cuerpo docente pasen al Estado. En la Argentina, los colegios católicos reciben más de $ 36.000 millones por año.

Estas cinco medidas forman parte de nuestro programa anticlerical para lograr la total separación entre la Iglesia Católica y el Estado, que debe ser laico. Si bien no compartimos las creencias religiosas porque defendemos la ciencia y el ateísmo, respetamos la libertad de cultos. Pero eso sí: luchamos sin tregua por poner fin a todos los privilegios económicos y jurídicos de la Iglesia y también a su injerencia sobre la vida social, injerencia que es tan retrógrada y medieval como la de las iglesias evangelistas. A ambos los combatimos, por cierto, a diferencia de dirigentes como Macri o CFK que concilian y pactan con ellos.

 

[1] Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada en 1983 ante la inacción de la justicia argentina frente a los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura militar.