La solución para el servicio. Subte estatal, con control social y sin asbesto
El pésimo servicio del subte no es novedad. Lo que sí es noticia es que se termina la concesión a Metrovías, que hizo negocios millonarios con el subte durante los últimos 25 años. La otra noticia, puesta a la luz pública por los trabajadores, es que circulan formaciones con asbesto: un material cancerígeno que ya produjo la muerte de dos trabajadores en España. A pesar de todo esto, el subte no genera ningún ruido en el debate electoral. A ambos lados de la polarización, tanto en el PRO como en el Frente de Todos, hay acuerdo: continuar con el esquema de privatización iniciado por el menemismo. Desde la izquierda tenemos otra propuesta.
En 1913, con la inauguración de la línea A, Buenos Aires se convirtió en la primera ciudad de Latinoamérica en tener subte y la decimoprimera en todo el mundo. En las siguientes tres décadas se abrieron las líneas B, C, D y la E, casi alcanzando el trazado actual. De ahí en adelante, todos los gobiernos abandonaron el plan de desarrollo de la red de subte. En el 94, luego de décadas de abandono, el menemismo abrió paso a la privatización dándole la concesión del subte a Metrovías, empresa del Grupo Roggio.
Tras 25 años de gestión privada, así como ocurrió con las empresas energéticas o los ferrocarriles, el balance es desastroso. Las promesas de inversiones y la mejora del servicio nunca llegaron. Abandonando la función social del transporte público, Metrovías aumentó las tarifas para garantizar su ganancia. Para asegurar la “rentabilidad”, redujo el horario del servicio, que cuando era estatal funcionaba desde las 5 AM a la una de la mañana. A partir del 2000, aduciendo “déficit operativos”, embolsó millones en subsidios (este año cobrará $ 4.200 millones) y con la complicidad de los distintos gobiernos nacionales y de la Ciudad incumplió todas las obligaciones contractuales. Así pasó con la promesa hecha en 1994 de extender la línea E hasta Retiro… ¡inaugurada recién este año y financiada íntegramente por el Estado!
A 106 años de la inauguración del primer subte de Latinoamérica, cualquier comparación se vuelve incómoda. Los 53 km de extensión del subte porteño son casi duplicados por los 103 km del subte de Santiago de Chile, que recién inició su construcción en 1965. Mientras que el de San Pablo, iniciado en 1967, se extiende a 75 km o el de Madrid a más de 200 km y está integrado con la red ferroviaria.
¿Qué tiene en común el subte en estas tres ciudades? Como en Nueva York, París, Pekín, Barcelona, Moscú y otras principales capitales del mundo, el servicio es estatal.
Asbesto: la chatarra que mata
Obligados por la denuncia hecha por los Metrodelegados, tanto el Estado como Metrovías tuvieron que reconocer públicamente que las formaciones que circulaban por la Línea B contenían asbesto: un material cancerígeno prohibido en la Argentina desde el 2003. La denuncia y las medidas de fuerza que están llevando adelante los trabajadores del subte ponen en evidencia otro engranaje siniestro del abandono por parte del Estado de todo desarrollo del sistema ferroviario, que como ocurrió en el Ferrocarril Sarmiento, pone en riesgo la vida de los trabajadores y los usuarios.
Al mismo tiempo que los gobiernos privatizaban el transporte público para el saqueo de las empresas concesionarias privadas como Metrovías, llevaron adelante un plan de vaciamiento y destrucción de la industria ferroviaria nacional. Este plan terminó de consumarse con el cierre de ENFER, durante el gobierno de CFK. De esta manera, ante la necesidad de reponer trenes o subtes, el Estado sale a comprar con sobreprecios la chatarra que el resto del mundo descarta, como pasó con las compras a España y Japón. Así el subte tiene formaciones de entre 50 y 70 años desde su fabricación.
Las formaciones en las cuales se encontró asbesto fueron compradas por Mauricio Macri cuando era jefe de gobierno en septiembre de 2011. De esta manera reflejaba la compra el diario El País: “El Metro de Madrid se frota las manos con los 4,2 millones de euros que ha sacado por la venta de unos vagones carne de chatarrería tras 32 años de traqueteo”.
Nuestras propuestas
Mientras el PRO con la complicidad del Frente de Todos esperan una licitación silenciosa para entregar la gestión del subte a otra empresa privada por otros 20 años, desde el MST en el FIT-Unidad acompañamos los reclamos de los trabajadores, sus medidas de fuerza y nos hacemos eco de la campaña que vienen desarrollando en defensa de la salud de los compañeros y los usuarios. Al mismo tiempo, llevamos adelante una campaña para poner en debate otro modelo del subte y otro modelo de transporte completamente distinto al actual.
En primer lugar es necesario retomar la función social del transporte público, como un derecho básico de los estudiantes, los trabajadores, jubilados y la población en general. Para ello es necesario primero retrotraer los tarifazos que llevó adelante Metrovías. Además es primordial la extensión de la red de subte actual y la interconexión con los ferrocarriles, como en París o las grandes ciudades del mundo. No basta con algún que otro Metrobús, porque es preciso reducir el colapso del tránsito urbano de superficie y su contaminación, y eso sólo se puede evitar ampliando la red bajo tierra.
Como en esas ciudades, y como lo planteaba el proyecto de ley presentado por nuestro compañero Alejandro Bodart cuando fue diputado, para llevar adelante todo esto se requiere rescindir la concesión privada y estatizar el servicio para eliminar el lucro y los costos inflados de Metrovías. Y para impedir la corrupción del gobierno de turno, garantizar un buen servicio y condiciones seguras y salubres en el subte, la reestatización tiene que incluir el control social de los trabajadores y usuarios, que son los únicos interesados en que el subte funcione bien, económico, seguro y sin asbesto.
Para concretar estos cambios estructurales solo hace falta voluntad política y fuerza social para enfrentar a los gobiernos y a los candidatos amigos y socios de las privatizadas. Nuestro compromiso es seguir impulsando esta salida.
Daniel Contreras