Cumbre del G7 en Francia. Otra cumbre de crisis en medio del “incendio” capitalista
Entre el 24 y 26 de agosto se reunieron en Biarritz siete líderes de las principales potencias imperialistas del planeta. Mientras ardía el Amazonas y la crisis comercial entre EEUU y China había hecho temblar los mercados mundiales, los primeros mandatarios de EEUU, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Japón, Canadá e Italia, junto al presidente de la UE, evitaron cerrar la reunión con una declaración final. El anterior G7 realizado en Canadá había terminado con el escándalo de un Trump enojado y retirando su firma del documento final.
Quizás este G7 sea recordado como la reunión que se realizó cuando se incendiaba uno de los pulmones del planeta y en la que, pese a los deseos de Trump, Macron y los europeos tomaron el tema y lograron una partida de U$S 22 millones para combatir el incendio. Los mandamases imperialistas intentaban así dar una respuesta a tremenda crisis, armados como es su costumbre de un cínico discurso, ya que es el modelo productivo que sus multinacionales desarrollan, el responsable de la depredación de la selva amazónica.
Lo cierto es que la crisis ambiental vino a manifestarse con fuerza como parte de una grave crisis del sistema capitalista, sobre la que gran parte de los analistas pronostican una fuerte recesión de la economía mundial y en la que las disputas “comerciales” entre EEUU y China, pero también entre EEUU y las potencias europeas, por la distribución de la ganancia capitalista, aceleran su llegada.
Unos pocos días antes de la Cumbre, en respuesta a la subida de aranceles de Trump, el gobierno chino dictaminó el arancelamiento por U$S 75.000 millones a productos yanquis, lo que fue contestado por Trump con una nueva e importante subida de aranceles a los productos chinos. La tensión que cruzó la cumbre en torno a esta pelea fue tal que Trump terminó anunciando una llamada de China para retomar las negociaciones. Algo que los chinos no han confirmado hasta el momento.
Pero ésta, siendo la principal, no es la única disputa. En la misma mesa estaban sentados el primer ministro de Gran Bretaña Boris Johnson y el presidente de la Unión Europea Donald Tusk, quien dejó claro la dura postura de la UE ante las pretensiones británicas para el próximo Brexit. O Macron en disputa con Trump por los aranceles que pretende sobre las empresas tecnológicas norteamericanas o Merkel afectada por la amenaza del mandatario norteamericano de arancelar con un 25% el ingreso de autos alemanes.
Tampoco hubo acuerdo sobre Irán, pese a las maniobras de Macron, que se entrevistó fuera del ámbito de la Cumbre con el canciller iraní. Una movida de la que Trump fue informado el mismo sábado 24 en su entrevista con el presidente francés. La delegación yanqui informó al principio que no habían sido consultados, pero finalmente Trump guardó las formas y señaló que le gustaría entrevistarse con el presidente iraní pero que no estaban dadas las condiciones. A lo que el mandatario de Irán respondió que primero suspenda las sanciones.
También Trump propuso reincorporar a Putin, que fue expulsado del anterior G8, por su invasión a Crimea. Los analistas internacionales especulan que necesita que integre la mesa de las potencias para aislar a China y discutir Medio Oriente. No lo consiguió. Las “democracias liberales” europeas que privilegian su alianza con el gobierno ucraniano no aceptan esta política y exigen que el mandatario ruso se retire de Crimea para reintegrarlo.
Un G7 devaluado por la crisis
En resumen, la falta de una declaración final y su sustitución por una modesta hoja de ruta improvisada por Macron refleja una grave crisis política en el organismo multilateral, que alguna vez fue clave para delinear y acordar las políticas de las potencias imperialistas. Este es el verdadero balance de la reunión y no los que intentan disimular la crisis detrás de los elogios a Macron como “hábil” partener de la reunión o señalando la supuesta “moderación” de Trump.
Como bien lo refleja María Laura Avignolo en su columna de Clarín del 26/08/2019: “El presidente Donald Trump se aburre en Biarritz. Considera al G7 ‘una pérdida de tiempo’, ‘con temas políticamente correctos’ y ‘de nicho’, cuando ‘se debería hablar del crecimiento norteamericano’”, “‘Trump está furioso’, admiten. Pero solo revela su frustración en privado.”
En resumen, el G7 reflejó un importante aumento de las tensiones y crisis imperialistas. En el fondo de ellas está el avance hacia una importante recesión de la economía mundial producto del fracaso en lograr extraerle a los trabajadores y los pueblos las cuotas de superexplotación necesarias para compensar la caída tendencial de la tasa de ganancia capitalista. La guerra comercial como una de las expresiones de la disputa imperialista, el agravamiento de la depredación ambiental, la crisis de los tratados de armamentos nucleares, las disputas regionales, la crisis política, son de tal magnitud que Alan Murray, el director de la revista Fortune, en un reciente artículo señala: “‘Cada vez más directores ejecutivos están convencidos de que el apoyo público hacia el sistema en el que han operado está a punto de desaparecer’. Les preocupa que, en cuanto comience la siguiente recesión, también estalle una revolución”.
Gustavo Giménez