Estados Unidos: primarias demócratas entre la crisis y la polarización
Con las primarias de Iowa y New Hampshire se inauguró el proceso de nominación del candidato presidencial del partido demócrata que culminará en la Convención Nacional Demócrata en julio. Los primeros resultados expresan la realidad de un partido en crisis en el contexto de un país marcado por la polarización social y política.
Sanders emerge de las primeras dos contiendas como uno de los ganadores. Sin lograr triunfos contundentes, sostiene una base importante frente a la dispersión de sus rivales. Fue el más votado en Iowa, aunque salió segundo en cantidad delegados por el sistema antidemocrático de reparto. Ganó en New Hampshire, pero con un margen bastante menor que el esperado.
Biden, quien ingresó a la carrera como el candidato del establishment del partido, termino en cuarto lugar en Iowa y en quinto lugar en New Hampshire. Este pésimo resultado desató una onda expansiva de dudas entre sus millonarios aportantes y dentro del establishment demócrata que aún no logra encontrar un candidato fuerte detrás del cual encolumnar la pelea contra Sanders.
Elizabeth Warren, la apuesta para debilitar a Sanders con una candidatura moderadamente progresista, terminó en tercer y cuarto lugar poniendo en duda las posibilidades reales de continuidad de su campaña. Demostrando que, en un escenario de polarización social, las “medias-tintas” no logran entusiasmar.
Dentro del espectro de los llamados “moderados” se fortalece, en cambio, el menos conocido Pete Buttigieg que obtuvo la mayor cantidad de delegados en Iowa y el segundo lugar en New Hampshire. Ex alcalde de una pequeña ciudad, joven, abiertamente gay, combatiente en Afganistán. Con una base de donantes billonarios, se presenta como la cara nueva y amable de las mismas políticas que representa Biden. La senadora Amy Klobuchar, que quedó en tercer lugar en New Hampshire, apunta a ocupar el mismo espacio.
Polarización social y política
El contexto más amplio en el cual se enmarca el actual proceso electoral permite comprender algunas de sus características fundamentales. La crisis económica de 2008 abrió un período de mayor polarización social y política en Estados Unidos. Se desarrolló un proceso de radicalización política de la juventud que tuvo expresiones en el ascenso de movimientos como Occupy Wall Street y Black Lives Matter.
El inicio de la presidencia de Donald Trump polarizó aun más la situación. Una importante respuesta del movimiento feminista ganó las calles. También se han producido masivas protestas contra el calentamiento global. Los últimos años han visto, además, un resurgir de las luchas del movimiento obrero. Si bien parten de niveles históricamente bajos, el año 2018 registró el mayor número de huelgas desde 1986. Los maestros han sido los grandes protagonistas de este ciclo, pero no los únicos. En 2019 hubo 40 días de paro en General Motors, por ejemplo.
En este escenario de polarización social las estructuras políticas tradicionales del régimen de EEUU se han visto sacudidas por un sentimiento “anti-establishment”. Las posiciones “moderadas” tanto dentro del partido Republicano como del Demócrata han perdido terreno frente al emergente de fenómenos como Trump a la derecha y Sanders a la izquierda. Los primeros resultados de las primarias de 2020 muestran que esta tendencia continúa.
La crisis del Partido Demócrata
Este contexto general tiene una expresión particular en el Partido Demócrata. En 2016 esta crisis se expresó en el surgimiento de Bernie Sanders. Una base mas radicalizada y harta de las figuras tradicionales de un partido que gobernó para el 1% más rico de la sociedad, empujó a Sanders en una larga contienda contra Hillary Clinton. En las elecciones legislativas 2018 allanó el camino para el surgimiento de figuras como Alexandria Ocasio Cortez, que contrastan con el aparato oficial del partido Demócrata.
A pesar de haber reconquistado la cámara de diputados en las elecciones de medio término los demócratas arrastran una crisis que complica su panorama para las presidenciales. Agravada además por su falta de iniciativa para enfrentar a Trump desde la cámara. El fracasado impeachment fue poco más que una maniobra publicitaria basada en argumentos que buscaban defender las instituciones y la posición internacional de Estados Unidos.
La división entre un ala progresista y un ala del establishment es un indicador de esta crisis. A su vez, se expresa en la dispersión de candidatos en las primarias. Mientras Trump navega las primarias republicanas prácticamente en soledad, hay al menos cuatro o cinco candidaturas en danza en la primaria demócrata. Esto se debe fundamentalmente a que la conducción demócrata no logra encontrar una candidatura que aglutine y entusiasme a los “moderados”. Su principal apuesta, el ex vice-presidente de Obama Joe Biden, sale duramente golpeado de las primeras dos contiendas.
Ante este escenario, la figura del billonario Michael Bloomberg aparece como una nueva carta. Listado en el número 11 de las personas más ricas del mundo de acuerdo con la revista Forbes, con una fortuna valuada en 50 billones de dólares, el ex alcalde de Nueva York ha oscilado entre los dos partidos del régimen de EEUU. Lanzó su candidatura dentro de la interna demócrata a fines de Noviembre de 2019 con un discurso centrado en la importancia de derrotar a Trump. Ya lleva invertido más de 300 millones de dólares de su bolsillo en la campaña, logrando comprar un lugar en las encuestas. A comienzos de febrero el Comité Nacional Demócrata cambió las reglas sobre los debates de la campaña por la nominación presidencial para facilitar la participación de Bloomberg. Ante la caída de Biden, el billonario aparece como una alternativa frente a Sanders. Su apuesta es ingresar con fuerza en las votaciones en el “super-martes”, luego de dejar pasar las primeras cuatro elecciones estatales.
Agregando aun más elementos a este complejo panorama, la primaria comenzó con un fiasco en el recuento de votos de Iowa. El sistema digital de cálculo de resultados falló, y los resultados finales demoraron varios días. Esto llevó a acusaciones cruzadas e incluso sospechas de manipulación ya que la compañía que desarrolló la aplicación utilizada tiene vínculos con la campaña de Buttigieg.
¿Todos juntos contra Trump?
No hay ninguna duda de que Trump es un racista y misógino que gobierna para los ricos. Por eso existe un extendido y legítimo sentimiento sobre la necesidad de derrotarlo en las elecciones presidenciales. Sin embargo, la conducción del Partido Demócrata intenta encolumnar este sentimiento detrás de alguna otra figura que continúe gobernando para el 1%. La consigna de “anybody but Trump” –cualquiera excepto Trump– apunta directamente en este sentido.
Esto pudo verse con claridad en el debate demócrata de New Hampshire del viernes pasado. Se resaltaron las coincidencias y, más allá de algunos momentos de polémica, se evitaron los golpes más duros. Más importante aun, la totalidad de quienes aspiran a obtener la nominación manifestaron que apoyaran a quien resulte nominado contra Trump. Lamentablemente esto incluye a Bernie Sanders quien lo ha expresado en reiteradas ocasiones, y ya lo hizo en 2016 votando a Hillary Clinton.
Esto es una muestra de los límites de Sanders que no sólo se postula al interior del Partido Demócrata, sino que además respeta su disciplina y no plantea un horizonte de ruptura. Hoy capitaliza la radicalización política ante la ausencia de una alternativa de izquierda. Sigue planteada la necesidad de construir una alternativa para la clase trabajadora, las mujeres y la disidencia, los migrantes, la juventud, independiente de los partidos que gobiernan para las corporaciones y los ricos. El escenario social y político muestra que existe un espacio para esta tarea fundamental.
Luis Meiners, LIS – EEUU